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OBSERVATORIO ECONÓMICO
Columna
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Esperanzas y preocupaciones

Hoy los acontecimientos económicos se suceden rápidamente. Muy poco después de que los expertos dijeran que EE UU estaba en recesión en 2001, ahora confirman su previsión de que se trata de una recesión breve y poco profunda. Probablemente a principios de 2002 habrá iniciado ya la recuperación, y las autoridades mundiales del G7 están de acuerdo con este veredicto.

Buenas noticias para EE UU, sí. Y como al parecer la locomotora de EE UU es la única que tira, evidentemente son buenas noticias para la UE, Latinoamérica y la cuenca del Pacífico. Sin embargo, sería demasiado sencillo pensar que la prosperidad global universal está a la vuelta de la esquina simplemente porque la burbuja del mercado de valores que estalló en EE UU en 2000 no haya tenido los efectos letales y duraderos que la burbuja japonesa ha tenido para Japón desde 1990.

Historia y estadísticas nos advierten de que no es probable una recuperación tan briosa como la registrada entre 1995 y 2000 con Clinton
La política inestable y la arrogancia del 'eje del mal' de Bush pone en peligro el bienestar, la productividad y el progreso económico

Un vistazo realista a la política global y a los acontecimientos económicos probables nos presenta algunos problemas auténticos. Éstos son algunos de los más graves.

Las locomotoras económicas alemana y japonesa quedarán definitivamente rezagadas cuando la estadounidense, que ahora empieza a acelerar, dé el tirón. Esto reducirá por fuerza el ritmo de cualquier recuperación mundial. Afortunadamente, la caída verdaderamente drástica del sistema financiero argentino no parece estar contagiando a otros países, como sucedió con la crisis de Tailandia en 1997, que se extendió a todos los mercados incipientes.

Además, la historia económica y los datos estadísticos actuales nos advierten de que no es probable que la actual recuperación de EE UU sea tan briosa como la 'economía de luna de miel' de la era Clinton, que duró desde 1995 hasta 2000. ¿Por qué? Precisamente porque: 1. en aquel entonces los precios de las acciones se dispararon, y 2. porque entonces las inversiones innovadoras registraron una actividad frenética fuera de lo común, con lo que se creó un visible excedente de capacidad en los sectores de fabricación y servicios. El consumidor estadounidense cuenta hoy con abundante provisión de bienes tan duraderos como los coches, el mobiliario del hogar y las casas recién construidas. Nuestras familias y empresas llevan desde 1995 sucumbiendo a los encantos del apalancamiento de la deuda.

Todo ello no sería motivo de mucha preocupación si entre 2002 y 2005 se diera el caso de que la rentabilidad de las empresas creciera a las tasas anuales registradas en los últimos cinco años de la década de los noventa. Ahora los contables y economistas financieros extrapolan sobriamente para los próximos años unas tasas de crecimiento de beneficios definitivamente más bajas de las que actualmente esperan los inversores financieros de Wall Street.

Para empezar, los recientes escándalos contables de Enron y Global Crossing subrayan lo ficticias que eran algunas declaraciones de beneficios de sectores de la nueva tecnología en los últimos años de burbuja. Incluso corporaciones sólidas como General Electric pudieron maquillar la estabilidad y la elevación de sus beneficios.

El factor tiempo

Normalmente, cuando estalla una burbuja, como ocurrió en 1929, hace falta tiempo para que los inversores vuelvan a tolerar las acciones ordinarias. Hizo falta más de una década para que el Índice Dow Jones empezara a superar su techo de 1929. Por alguna razón, 2001 ha sido una historia distinta. Una tira cómica de una revista ilustra esa nueva historia: un hombre con aspecto desastrado le dice a un amigo mientras toman una copa, 'estoy impaciente por invertir en la próxima burbuja'.

Esto ilustra la anomalía de que, justo cuando los incidentes del 11 de septiembre estaban lesionando a las compañías aéreas, los viajes y hoteles y las ventas al por menor, los precios de las acciones experimentaran un fuerte repunte en Wall Street a final de 2001. Esta clase de mercado sobrevalorado podría acabar siendo un mercado frágil, que siga el patrón de la Bolsa de Tokio en los años noventa, en la que los precios de las acciones acabaron hundiéndose y volvieron a hundirse otra vez.

Esto me lleva a las patologías políticas de las economías avanzadas hoy. La liberalización ha sido el santo y seña en Europa, Norteamérica y el este de Asia. Dado que la desigualdad de los ingresos y la riqueza se ha extendido por todas partes, los ricos han podido presionar a los legisladores para que creen lagunas en las leyes fiscales y contables.

Enron es un caso dramático que tendrá graves repercusiones para las elecciones y la legislación. Los trabajadores de Enron se vieron tentados a invertir sus pensiones en acciones de Enron. Cuando se divulgaron las noticias sobre la contabilidad fraudulenta de Enron, los empleados no pudieron vender ninguna acción, mientras que los altos ejecutivos inundaron el mercado que se hundía con sus títulos. Al final, Enron quebró y perdió todo su valor, mientras los altos ejecutivos cosechaban cientos de millones de dólares en plusvalías.

¿Ha sido Enron una empresa excepcionalmente díscola? Desde luego que no. Las tecnológicas de reciente creación se han visto afectadas por perversiones de gobierno empresarial parecidas. Y esta enfermedad se ha ido contagiando a Europa y Asia.

Los engaños están dando mala reputación al capitalismo y la economía mixta. Como los estadounidenses han sido tan reprobadores a la hora de despellejar el 'amiguismo oriental' en el extranjero, hoy desde éste se observa con regocijo y desdén el 'amiguismo occidental' de la era Bush.

Por último, la política inestable pone en peligro el bienestar, la productividad y el progreso. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, la popularidad personal del presidente Bush se disparó. Sin embargo, como aprendió su padre durante su mandato en la Casa Blanca desde 1988 a 1992, la popularidad inmediata producida por la guerra puede ser flor de un día. Los discursos precipitados sobre un 'eje del mal', que mete en el mismo saco a Corea del Norte, Irak e Irán, pueden empujar a la población de Irán, que empezaba a alejarse del fundamentalismo musulmán extremo, a volver a ser una sociedad que odia la cultura occidental avanzada. La arrogancia puede perjudicar la posición de EE UU justo ahora en que posiblemente dependamos de la buena voluntad de pueblos menos poderosos.

El nuevo y prometedor milenio afronta en sus comienzos serios dilemas y peligros.

© 2002, Los Angeles Times Syndicate International, división de Tribune Media Services.

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