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El plan que nadie se atreve a rechazar

La iniciativa de Arabia Saudí representa la primera oportunidad real de paz entre israelíes y palestinos en 17 meses

Es un clavo ardiendo, pero, como no hay otro, nadie, ni tan siquiera Ariel Sharon, desea negarle una oportunidad. Surgida de una conversación entre el príncipe heredero Abdalá Ben Adelaziz y el periodista Thomas Friedman, la propuesta de paz saudí para Oriente Próximo da sus primeros pasos entre el aliento sincero de muchos y la profunda cautela de todos. Su contenido no es nuevo, es otra expresión de la fórmula de intercambio de paz por territorios establecida ya en las resoluciones 242 y 338 de Naciones Unidas, aceptada en la Conferencia de Paz de Madrid de 1991 y ensayada en los años del fenecido proceso de Oslo. Su gran novedad es que procede de Arabia Saudí, el país árabe más rico, socio estrecho de Washington hasta el 11-S y solar de los santos lugares. Y ofrece a Israel lo que siempre exigió: la paz y el reconocimiento de todo el mundo árabe.

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La situación es tan grave tras 17 meses de Intifada palestina y feroz represión por parte del Gobierno de Sharon que los dos españoles designados por la UE para mediar en Oriente Próximo, Javier Solana y Miguel Ángel Moratinos, no paran de viajar y telefonear para intentar construir algo a partir de la idea saudí. La oferta ni siquiera es oficial, puesto que Riad piensa anunciarla en la cumbre de la Liga Árabe que se celebrará a finales de mes en Beirut.

Su contenido es éste, sin más detalles: los árabes ofrecen a Israel paz, reconocimiento diplomático y plenas relaciones a cambio de que el Estado judío regrese a las fronteras anteriores a la guerra que ganó en seis días en 1967. Los palestinos podrían así construir su Estado en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.

'No es un gesto de relaciones públicas, Arabia Saudí está decidida a que su idea tome vuelo y a que sea asumida por todos los árabes', dice Moratinos. 'Es una oferta política y no un plan de negociación detallado, pero puede servir como plataforma para resolver el conflicto', agrega.

El gesto saudí ha llegado en un momento en que Israel comienza a interrogarse sobre la eficacia de la belicosa política de Sharon, y por eso ha sido bien recibido. 'Puede ser el paso más positivo en las relaciones entre árabes e israelíes en años', afirma Shai Feldman, director del Centro de la Universidad de Jafa para Estudios Estratégicos. Y en una carta abierta a Sharon, Amnon Dankner, director del popular diario Ma'ariv, escribe: 'Usted ha fracasado diplomática y militarmente. Ahora quizá pueda acertar si aborda positivamente la iniciativa saudí'. La pelota está en el campo israelí. Al Estado judío se le ofrece lo que viene reclamando desde su nacimiento: la aceptación completa y definitiva de su derecho a existir en paz por parte de los árabes, la normalización de su existencia en el conjunto de las naciones. Lo que Riad propone es que todos los árabes sigan la senda del histórico viaje del egipcio Anuar el Sadat a Jerusalén en 1977.

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Pero es probable que Israel envíe el balón fuera del campo a la menor oportunidad. ¿Por qué aceptaría esa renuncia total a sus conquistas cuando incluso en sus momentos de mayor voluntad negociadora se reservó el derecho a mantener Jerusalén bajo su control y sus colonias en Cisjordania y Gaza? ¿Qué tipo de cambio espectacular debería hacer Sharon para aceptar esa propuesta cuando tiene cercado a Arafat en Ramala y cada día envía tanques, aviones y excavadoras a machacar posiciones militares y civiles palestinas?

Y, sin embargo, el presidente israelí, Moshé Katsav, una figura honorífica, se ha declarado dispuesto a hablar con los saudíes. Y Sharon le ha dicho a Solana que la idea de Riad es 'interesante', aunque ha insistido en que no desmantelará la menor colonia judía en Gaza y Cisjordania. 'Es la primera vez desde hace muchos meses que vemos una luz esperanzadora, una oportunidad real', dice Solana. 'No es tanto una oferta a Sharon como al conjunto de la sociedad israelí', subraya Moratinos.

Es una luz débil, mucho más débil que la que se abrió en la Conferencia de Madrid y brilló en los años que duró el proceso de Oslo. 'Pero', dice Moratinos, 'puede abrir una nueva dinámica que termine con la infernal y sangrienta espiral de la violencia'. Y tiene razón Arafat cuando afirma que 'todo depende de Bush hijo': la única posibilidad de que pueda encarrilarse algo a partir de esta iniciativa es que Washington le dé 'un empujón muy fuerte y muy rápido'.

Eso no es seguro. El Gobierno de Bush arrancó, en enero de 2000, declarando que no pensaba malgastar esfuerzos en el proceso de paz de Oriente Próximo. Luego, tras el 11-S, Washington tuvo un momento en que parecía haber comprendido que jamás se reconciliará con el mundo árabe y musulmán si no abandona su doble rasero en Oriente Próximo, y Bush se pronunció a favor de un Estado palestino viable. Poco duró ese instante de lucidez, porque, a instancias de Sharon, Washington se instaló en una posición de extrema dureza con Arafat. Y ahora es notorio que la Casa Blanca engrasa su maquinaria política y militar para una operación contra Irak. Estamos, pues, ante una de esas oportunidades históricas en que la UE debería abandonar su timidez y hablar con voz propia y fuerte.g

Tierra de hiel y miel

Oriente Próximo es tanto tierra de hiel como de miel, zona de horror y de milagros, por lo que una sorpresa es posible. Lo que el príncipe saudí asegura es que los árabes están dispuestos a concederle a Israel el derecho a la vida. ¿Es seguro que todo el mundo árabe adoptará en Beirut la oferta saudí? La respuesta es negativa. Egipto, Marruecos y otros países moderados ya la apoyan, pero Siria quiere la devolución incondicional del Golán e Irak aspira a salir de la leprosería en que EE UU le tiene encerrado. El comportamiento de la Libia de Gaddafi es, como siempre, imprevisible; aunque ayer mismo amenazó con retirarse de la Liga Árabe. Pero si Washington anima a Israel a negociar, incluso el milagro de la unanimidad árabe sería posible, augura Abdalá.

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