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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presidencia y ocasión

La agenda de la presidencia española del Consejo de la UE, que arrancó ayer en Madrid con la sesión de trabajo del Gobierno con la Comisión Europea, tiene que hacer frente, nada más comenzar, a dos imprevistos: la crisis argentina y las fisuras del Gobierno italiano, que han llevado a Berlusconi a asumir provisionalmente la cartera de Exteriores. Son asuntos que sobrecargan la agenda, pero seis meses pasan volando y una buena presidencia debe cazar las ocasiones al vuelo. Aznar se mostró ayer dispuesto a ayudar a Argentina desde la UE. Reforzar la cooperación con Mercosur es una forma de apuntalar desde fuera esta organización regional suramericana. Argentina no era un tema previsto con antelación en una agenda de por sí complicada por el calendario electoral de varios países europeos y por la creciente desconfianza ante la evolución de la economía, sólo aliviada por el éxito de la puesta en circulación del euro.

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La presidencia española debe avanzar en numerosos temas pendientes, desde reformas estructurales hasta el cierre de capítulos básicos, como el agrícola, en las negociaciones de ampliación. Tras el semestre español viene un país euroescéptico como Dinamarca, seguido de Grecia. Seguramente sería oportuno que la Convención que a partir de marzo ha de preparar nuevas reformas institucionales de la UE se pregunte sobre la viabilidad del sistema de presidencia rotatoria en una Unión de 25 o más países miembros.

El 11-S ha venido a favorecer el impulso de la cooperación europea contra el crimen organizado, y en primer lugar contra el terrorismo, que Aznar ha situado como la 'prioridad de las prioridades', aunque la aceleración que desea el Gobierno para la entrada en vigor de la euroorden de captura y entrega -pactada en principio para 2004- dependerá en buena medida de Berlusconi, reticente ante esta norma.

Aznar se guardó mucho de intromisión alguna en los asuntos internos de Italia. No tropezará en la misma piedra, y menos desde la presidencia de la Unión, aunque cabe recordar que fue uno de los impulsores de las sanciones diplomáticas contra Austria cuando el partido de Haider entró en el Gobierno. Aquéllos eran tiempos del viaje al centro del PP. Las sanciones fueron un error que hubo que rectificar después en detrimento de la credibilidad de la Unión. Pero ni la Alianza Nacional de Fini ni la Liga Norte de Bossi tienen una actitud demasiado distinta a la de Haider respecto a los extranjeros o sobre la UE. De lo que cabe poca duda es de que Berlusconi no puede compaginar, ni por seis meses, la cartera de Exteriores con la presidencia del Gobierno. Ya ha tenido que aplazar una reunión previamente concertada con Piqué y otra con los ministros de Francia, Alemania y Reino Unido. Urge que nombre a un jefe de la diplomacia. Y tendrá que acertar en el nombramiento, pues será percibido como medida de su compromiso con un proceso de integración europea que en estos meses ha de entrar en una crucial fase definitoria.

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