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Los giros de Ruckauf a diestra y siniestra

El nuevo ministro de Exteriores argentino se ha acomodado siempre a la sombra del caudillo de turno

Partidarios, críticos y opositores coinciden en que la carrera política del nuevo ministro de Esteriores argentino, Carlos Ruckauf, de 57 años, puede explicarse en gran parte como uno de tantos 'milagros peronistas'. No obstante, se debe aceptar también una importante dosis de misterio. Su mérito, al parecer, ha sido siempre el de acomodarse a la sombra del líder o del caudillo de turno. Era Ruckauf un desconocido abogado laboralista, asesor de Lorenzo Loro Miguel, el capo de la Asociación Obrera Metalúrgica y de las entonces poderosas '62 organizaciones' gremiales peronistas, el brazo político del sindicalismo. De allí saltó Ruckauf al Ministerio de Trabajo del Gobierno que heredó María Estela Martínez, Isabel, la viuda de Perón, movido desde las sombras por el temible Brujo, José López Rega, el ex policía que inició la represión ilegal cuando montó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Ruckauf tenía entonces 30 años y ya sonreía a todos, como ahora.

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Atravesó Ruckauf la dictadura sin correr demasiados riesgos. Con el retorno de la democracia, en 1983, retomó la militancia en la capital federal. Su discurso se volcaba de izquierda a derecha, según soplara el viento político.

Fue, sucesivamente, cafierista, cuando Antonio Cafiero resultó elegido gobernador de Buenos Aires, y menemista, tras el inesperado triunfo de Carlos Menem en la pugna interna del peronismo. Ese apoyo lo devolvió Menem en su momento a Ruckauf con la Embajada de Argentina en Italia. A su regreso, Menem le eligió como candidato a vicepresidente en la fórmula que ganó la reelección en 1995. Ruckauf ya era vicepresidente. No tenía territorio propio, ni fieles, ni aparato dentro del partido, pero estaba allí.

Cuando resultaba obvia la decadencia del segundo Gobierno de Menem, su vicepresidente Ruckauf se sumo a las filas del candidato a sucederlo, Eduardo Duhalde, y se volvió un crítico severo del menemismo. Los tripulantes del barco que acaba de abandonar le castigaron con el desprecio y le calificaron de 'traidor'. Fijó entonces Ruckauf su residencia en la provincia y, con el apoyo del duhaldismo, llegó a gobernador de Buenos Aires. Prometió, entre otras cosa, 'meter bala a los delincuentes'. La policía bonaerense a su cargo fue desde entonces acusada de torturas y asesinatos a menores de 30 años. La inseguridad se convirtió en la primera preocupación de los ciudadanos, junto al paro. En los últimos dos años la crisis se agravó bajo su administración. El gobernador descargó siempre la responsabilidad en el Gobierno nacional, que presidía Fernando de la Rúa, y en su modelo económico.

Ruckauf estaba ya lanzado a una campaña electoral anticipada y era precandidato peronista a las generales de 2003, cuando el estallido social detonó en sus manos. Los saqueos y el terror que provocaba la sensación de descontrol amenazaban con arrastrarle también a él. Las sucesivas rondas de presidentes provisionales e interinos dieron oportunidad a que su jefe, aliado y protector, cayera al fin en el sillón presidencial.

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Ahora, la mano de Duhalde rescató de nuevo a Ruckauf del turbulento caos político. Le permitió abandonar con una buena excusa la gobernación de la provincia de Buenos Aires y le situó en el cómodo despacho del Ministerio de Relaciones Exteriores, desde donde prometía ayer 'eliminar los cargos políticos y ajustar la cancillería a las necesidades económicas'.

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