Siete aspirantes a un sillón
El peronismo se enfrenta a las elecciones presidenciales roto en una lucha intestina de ambiciones personales
Sin pasar por las urnas, el peronismo recupera el poder en Argentina apenas dos años después de su abultada derrota en las elecciones presidenciales de octubre de 1999 que dieron la Presidencia a Fernando de la Rúa. Se cumple de nuevo el maleficio que pesa sobre los radicales, que cuando llegan al Gobierno no logran concluir el mandato. Ya ocurrió en 1989 con Raúl Alfonsín, que se retiró seis meses antes, y en 1966 con Arturo Illía, que fue derrocado por el general Juan Carlos Onganía con la connivencia de los peronistas. Pero esta vez, el Partido Justicialista (PJ) llega al poder más dividido que nunca y con la responsabilidad de sacar al país de una crisis de proporciones monumentales.
El poder peronista se reparte entre los gobernadores y los caudillos de siempre
Los corresponsales de prensa destinados en Buenos Aires suelen decir que entender Argentina es tan difícil como entender el peronismo. Y que cuanto más tiempo llevan en el país mayor es la dificultad para discernir su entramado político. ¿Qué es el peronismo? Hay definiciones para todos los gustos -un partido, un movimiento, un sentimiento- ¿Es de derechas o de izquierdas? Imposible dar una respuesta certera. Su base social es indiscutiblemente popular, con las principales organizaciones sindicales bajo su órbita. Pero el discurso populista de sus líderes no siempre ha beneficiado a los más desfavorecidos.
Como principal actor de la política argentina del último siglo, el PJ se caracterizó como una fuerza compacta con pocas fisuras internas y que siempre estuvo gobernada por un patrón incuestionable. Hoy, las disensiones internas y las ambiciones personales de muchos de sus dirigentes han transformado al partido en una especie de Reino de Taifas. El poder se reparte entre los gobernadores de las distintas provincias, grandes y pequeñas, y los caudillos de siempre. Hasta tal punto llega la división interna que la decisión adoptada la tarde del viernes por el cónclave de gobernadores de designar a Rodolfo Rodríguez Saá no tuvo en cuenta a los líderes de los dos principales órganos de dirección del Partido Justicialista (PJ), Carlos Menem, presidente del comité ejecutivo, y Eduardo Duhalde, presidente del congreso, quienes por motivos distintos no apoyan la convocatoria de elecciones anticipadas.
El partido que gobernará Argentina con toda seguridad hasta el 2003 y pretende hacerlo por muchos años más presenta en estos momentos un mínimo de ocho hombres con aspiraciones de llegar a la Casa Rosada. Rodríguez Saá habría preferido cumplir los dos años de mandato que le quedaban a Fernando de la Rúa, pero ha aceptado pilotar la transición hasta marzo con la intención de presentar su candidatura en el 2003. Ramón Puerta, el presidente más breve, prefirió una Presidencia interina de 48 horas para quedar en libertad para concurrir a los comicios de aquí a dos años. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, es uno de los grandes defensores de las elecciones anticipadas a las que piensa concurrir. Contribuyó todo lo que pudo al desalojo del poder de De la Rúa. José Manuel de la Sota, gobernador de Córdoba, se perfila como el principal rival de Ruckauf. Impulsó la ley de lemas como fórmula para evitar las elecciones internas y defiende la tesis de que un presidente que no haya salido de las urnas carecerá del poder político suficiente para afrontar la crisis. Carlos Reutemann, gobernador de Santa Fe, no ha manifestado sus intenciones, como es habitual en él, pero su nombre siempre está en todas las apuestas electorales. Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz, está en campaña desde hace tiempo por lo que nadie duda que presentará su candidatura para el 2003.
Carlos Menem no podrá ser candidato, según la Constitución, porque no se ha cumplido un mandato entero desde que abandonó la Casa Rosada. Él mismo se encargó ayer de excluirse por esa razón. Eduardo Duhalde, senador por la provincia de Buenos Aires, es un eterno aspirante a la Presidencia y no puede descartarse su candidatura. Momentáneamente dice apoyar, sin gran entusiasmo, la opción de Ruckauf.
No hay una sola cara nueva entre estos ocho precandidatos, profesionales de la política, que han mostrado sus mejores capacidades en el cabildeo. Su ambición no tiene límites, lo que ha quedado demostrado desde la clara victoria del justicialismo en las elecciones parlamentarias parciales del 14 de octubre. Alentados por la profundización de la crisis socio-económica y los errores del Gobierno de De la Rúa, los peronistas decidieron pasar a la ofensiva para colocar al presidente en un callejón sin salida.
La primera señal la dieron el mes pasado cuando votaron a uno de los suyos (Ramón Puerta) como presidente del Senado, con lo que se rompía la tradición de que el titular de la Cámara Alta es del mismo partido que el presidente de la República. La elección de Puerta tenía su importancia formal, ya que al estar vacante la vicepresidencia de la Nación, le corresponde al presidente del Senado la máxima jefatura del país cuando el primer mandatario viaja al exterior. Fue un acto que el Gobierno interpretó como una declaración de guerra. El 7 de diciembre, el diario La Nación publicaba en portada una noticia titulada Analizan en el justicialismo un escenario sin De la Rúa. Cuando todavía no habían empezado los saqueos a supermercados, portavoces del Gobierno acusaban a connotados dirigentes del PJ, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, de alentar la caída del presidente.
En la segunda quincena de diciembre los acontecimientos se precipitaron y desbordaron por completo al Gobierno. El justicialismo pudo tratar de salvar al presidente, aceptando la invitación de entrar en un Gabinete de coalición en el que tendría carta blanca. Pero los principales caudillos del PJ ya habían firmado el certificado de defunción política de De la Rúa, lo que dejaba la institucionalidad de Argentina seriamente maltrecha. Desde la dimisión del presidente, las decisiones más trascendentales de las últimas horas han sido adoptadas al margen del Parlamento, aunque formalmente se ha convocado a la Asamblea Legislativa (pleno del Congreso). El nombre del presidente transitorio fue decidido por los gobernadores peronistas sin consultar a nadie.
Las primeras medidas concretas que anuncia el PJ apuntaran a los planes de ayuda para los más necesitados, que incluirá el reparto de alimentos. A dos meses de las elecciones, necesitan el voto de los más pobres.
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