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Atrapados en el 'corralito'

La falta de liquidez ha puesto en graves dificultades a muchos argentinos que ven impotentes cómo su dinero no sale del banco

Argentina ha entrado en un peligroso círculo en el que está atrapado un gran número de ciudadanos que ha visto pulverizados los ahorros de toda la vida o estafados sus plazos fijos. La trampa ha sido bautizada popularmente como corralito, la palabra que está en boca de todos los argentinos -la usan hasta los ministros- para definir la inmovilización de los depósitos bancarios; es decir, el dinero que se tiene pero no puede usarse porque está encerrado en un corralito.

Los testimonios recogidos en las últimas 48 horas muestran el estado de ánimo que imperaba en Buenos Aires antes del cacerolazo de la madrugada de ayer. 'Las medidas bancarias me han afectado mucho, porque yo me moví siempre con efectivo. De repente viene el jardinero y no le puedo pagar porque no tengo efectivo. En una familia numerosa como la mía sacar 250 pesos a la semana es absurdo', explica Adriana Paravicini, de 49 años, ama de casa con seis hijos y que vive en el barrio de Manzanares, en la provincia de Buenos Aires. 'Ahora he tenido que obligar a cada persona que trabaja en mi casa a que se abra una cuenta en un banco que no te cobra. Además les dije que voy a pagar todo a fin de mes'. 'Siento que me han quitado libertad. Sin fondos, no pude hacer regalos de Navidad, porque tampoco tengo tarjeta de crédito. Fui a sacarla el 3 de diciembre, hoy estamos a día 28 y todavía estoy esperando que se resuelva todo esto'.

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Marina Franco, de 52 años, propietaria de un supermercado del barrio de Fátima, dice que, ante la falta de efectivo, no le queda otra alternativa que fiar muchas compras. 'Es la clásica libreta de almacenero. Además, vas al banco y no hay chequeras. Por ejemplo, antes de que pasara todo esto pedí una tarjeta Visa. Supuestamente me la iban a dar la semana que pasó todo el desastre; ahora tengo la Visa acreditada, pero no tengo aparato para poder usarla. No hay máquinas'. 'Mucha gente que iba al supermercado se volcó a venir acá porque le anotas y en el supermercado no. Ayer fui al mayorista y subió todo. Antes vendía el azúcar a 60 centavos y ahora soy yo quien lo paga a 60 centavos'.

Roberto Bietti, empleado de la inmobiliaria Paulet, ubicada en Barrio Norte, de Buenos Aires, recuerda que inmediatamente después de la entrada en vigor de las restricciones bancarias aumentó la compra de propiedades 'porque la gente tenía cautivos los fondos con depósitos a plazo fijo y cartilla de ahorros', con lo que, en lugar de tener el dinero inmovilizado, disponían de un apartamento. 'Ahora, ese apartamento tiene que tener ciertas condiciones como que el dueño al que le vas a comprar tiene que tener deuda (hipoteca, impuesto inmobiliario), de tal forma que al vendedor le sirva que le compres con ese cheque, porque si no tendría el cheque en el corralito, y lo que quieren todos es salir del corralito'.

'A partir de las medidas, mis alumnos empezaron a pagarme con cheque, y antes yo recibía todo en efectivo. También enseño en colegios, y ahora me pasaron a pagar con cheques, cuando antes me pagaban en efectivo. Iba al banco y directamente cobraba. No tenía caja de ahorro ni cuenta corriente, porque no lo necesitaba. Tuve que abrirme una cuenta de ahorro y una cuenta corriente, pero deposito más de un cheque y sólo puedo sacar 250 pesos por semana -unas 47.000 pesetas-', dice Ximena Fernández Arlt, de 31 años, profesora de francés. 'Ayer fui al banco a hacer un depósito a las tres menos cinco de la tarde. Estaba abarrotado, pero lo que me impresionó fue que escuché en la cola que para abrir una cartilla de ahorros había gente ahí que estaba desde las diez de la mañana para hacer un trámite tan sencillo. No hay infraestructura'.

Héctor Pericoli, encargado de relaciones institucionales de American Airlines, relata las dificultades para hacer transferencias a la casa matriz, debido a las restricciones bancarias. 'Todas las compañías extranjeras -no solamente de aviación, sino cualquiera multinacional- giramos fondos en concepto de ventas y un porcentaje queda acá para los pagos locales (al personal, los derechos de vuelos, permiso de tránsito aéreo, combustible). Ahora no se puede hacer. El problema no afecta sólo a las compañías aéreas, sino también a los operadores'. La consecuencia es que 'todo el sistema está parado, hasta que no se cambie esta política. Hoy día nosotros no podemos transferir nada, con el riesgo de que, si se produce una devaluación, ¿qué hacemos? Si a nosotros nos pagan en pesos y tenemos que transferir en dólares, ¿quién absorbe la diferencia? Nosotros. Es una pérdida sustancial para nosotros y para todos los que están en la misma situación'.

El deterioro de la situación económica ha empujado a algunos sectores a incorporarse a un sistema económico paralelo en funcionamiento desde que comenzó la recesión, en los últimos años del Gobierno de Carlos Menem. Se trata de la Red Globalizada de Trueque, que nació en 1995 en Bernal (provincia de Buenos Aires). Luis Sonsino, encargado del nodo Joven en el barrio de Flores, recuerda que la red de trueque 'surgió por la combinación de dos factores: la existencia de gente con capacidad de producir y por las necesidades de la gente. No hay moneda, imprimimos una moneda social, el crédito, que se distribuye entre los socios. Uno ingresa como un prosumidor, porque es productor y consumidor al mismo tiempo. No se puede consumir sin producir'.

No hay límites para las permutas. 'Hay zonas en que el trueque está tan desarrollado que se ha trocado lotes, autos, casa prefabricadas, dentista, plomero, abogado, regalos de Navidad, empanadas, artesanías...'. La red está en todo el país, pero muy pocos pueden vivir de este sistema paralelo. 'Es una economía mixta, complementaria. Pero se logra que una persona que gana 200 o 300 pesos pueda tener una calidad de vida, con creatividad y voluntad, por 900 pesos, y ahí la diferencia. Porque conseguir pesos es una cosa y conseguir crédito, otra'. Heloisa Primavera, del grupo impulsor de la Red de Trueque Solidario, asegura que un 70% de los que acuden a la red lo hacen por necesidad, un 20% por curiosidad y un 10% por militancia, 'atraídos por la oleada nueva de la rebeldía que se refiere a la idea de que el sistema capitalista no nos va a ganar'. Hay dos posiciones básicas dentro de la Red: los fundadores que quieren que el crédito (la moneda social que ellos usan) valga en toda América Latina. Tiene un gran riesgo: la falsificación. La segunda línea está más preocupada por una construcción de una democracia participativa.

Una mujer observa el escaparate de un negocio de ropa en Buenos Aires que liquida existencias por cierre.
Una mujer observa el escaparate de un negocio de ropa en Buenos Aires que liquida existencias por cierre.ASSOCIATED PRESS

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