La dificultad de llamarse clementina en EE UU
El sector citrícola intenta evitar el cierre de ese mercado
Una ruina amenaza al sector citrícola español. El veto decretado por Estados Unidos (EE UU) hace más de 20 días hace tambalear no sólo el futuro de las ventas a ese país sino las expectativas de expansión de mercados reticentes y cuya apertura pasa por la consolidación de la presencia en el mercado norteamericano. El sector citrícola se concentra ahora en intentar resolver una situación que considera arbitraria e injustificada. La información que ha goteado desde Estados Unidos ha convencido hasta a los más prudentes de que el país norteamericano utiliza un argumento fitosanitario para orquestar una barrera comercial en la cual, por el momento, la negociación política y diplomática no parece que haya conseguido abrir fisuras. Por eso, hasta la propia Administración valenciana, criticada por su actitud, esta semana anunció posibles denuncias en los organismos de comercio internacionales.
EE UU es el segundo productor de cítricos, por detrás de Brasil. A pesar de ello, España es el primer exportador de esta fruta en fresco y la clementina, en concreto, encuentra poca competencia en el mercado norteamericano. El sector no tiene dudas de que la presión de los lobbies citrícolas locales es el motor de la crisis. Los productores estadounidenses han visto cómo la cifra de clementinas que entra en su mercado ha pasado de las 1.000 toneladas de la campaña 89/90 a las 83.531 que se enviaron en la de 2000/2001. Además, este año las previsiones eran tan optimistas que se esperaba llegar a las 100.000 toneladas. Hasta que la prohibición se decretó sin plazos, la cifra de exportación de esta campaña era de 60.800 toneladas.
EE UU no es uno de los principales destinos de los cítricos españoles, pero el cierre definitivo de esa frontera puede retraer nuevos mercados y desencadenar una caída de precios en los destinos clásicos. En la última campaña, las exportaciones a EE UU representaron el 7,8% de las ventas a países terceros y el 3% del total exportador, de 2.800.000 toneladas.
Mientras EE UU calla, el sector está convencido de que la actual campaña de exportación a ese país ha terminado y busca fórmulas para minimizar las pérdidas. Por un lado, los exportadores han desviado los ocho barcos de clementinas que se dirigían a EE UU a países como Rusia, Polonia y Canadá. Además, están negociando una ayuda directa con la Consejería de Agricultura que cubra una parte de los costes añadidos que ha supuesto este cambio de planes, y que podría rondar los 2.000 millones de pesetas. Por otro, el principal temor en una parte del sector productor es que esa situación sea aprovechada por algunos comerciantes para renegociar los precios acordados a pie de campo.
El sector se unió este viernes en una manifestación contra el veto que reunió a miles de personas y en la que participaron todas las familias del sector (productores, cooperativas, comercio e industria). La manifestación, convocada por la Unió de Llauradors-Coag y la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA), no estuvo exenta de tensiones previas. Las organizaciones agrarias recordaron un día antes el compromiso adquirido por Intercitrus de paralizar la actividad en el campo y criticaron la escasa implicación de cooperativas y comerciantes, principales afectados. La manifestación fue secundada, pero la actividad en el sector continuó.
En la protesta, el vicepresidente de la Cooperativa Torreblanca, Manuel Juan, recordaba que esta crisis es 'una ruina' porque en su caso, la mayor parte de la fruta se envía a EE UU. Esta cooperativa, con alrededor de 400 socios, tiene 500.000 kilos de clementinas en uno de los barcos errantes. La crisis genera otros quebraderos de cabeza. Según Vicent Goterris, socio de la cooperativa Cenal de Vila-real, el veto provoca otros problemas como los de almacenado: los envases que se fabrican para enviar clementinas a este país se amontonan en los almacenes. En conjunto, calcula que esta situación puede suponer la pérdida de alrededor de 1.000 empleos sólo en Castellón. En cualquier caso, afirmó: 'Tenemos que apostar por él [el mercado norteamericano] porque da prestigio, cueste lo que cueste'.
Durante la manifestación, dos productores de Valencia recordaban que la preocupación de algunos agricultores es si el comercio les 'recortará o no el precio de la fruta'. Sin embargo, Joaquín Ballester, gerente de Martinavarro, una de las 6 o 7 empresas más afectadas por el bloqueo a los barcos, aseguró que la firma 'no va a revisar los precios que acordaron con los agricultores con los que trabajan'. 'Por supuesto les pagaremos lo que nos comprometimos', garantizó. Ballester valoró un mercado en el cual dijo que van a intentar 'por todos los medios continuar', aunque necesitan 'garantías'. Martinavarro es una de las alrededor de 45 empresas afectadas por la crisis de unas 65 firmas que exportan en España cítricos a EE UU.
La convidada de piedra de esta crisis es la ceratitis capitata, conocida como mosca del Mediterráneo y para muchos, la última actriz virtual de la factoría de Hollywood. La supuesta detección de larvas de mosca en frutas procedentes de España es rebatida por el sector, que recuerda que el estricto protocolo de exportación, con inspecciones en origen y destino y cuarentena de frío, hace prácticamente imposible la supervivencia de larvas vivas en la fruta. Sin embargo, entre las críticas se pide más dinero para luchar contra la mosca del Mediterráneo. La Consejería de Agricultura destinará el año próximo 350 millones de pesetas a este fin. Una cifra a todas luces insuficiente. El sector citrícola aporta cada año 200.000 millones de pesetas a la producción agraria valenciana (un 45%) y pide más inversión contra una plaga que es el principal problema del sector.
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