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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

La policía de Kandahar registra las casas en busca de armas y hombres de Bin Laden

La radio de la ciudad anuncia que en los próximos tres días sólo quedarán los fusiles de los soldados

Francisco Peregil

El ambiente ha cambiado en la casa de Gul Aghá, el gobernador de Kandahar. Y la sensación de seguridad, también. Ahora hay mayor nerviosismo que hace tres días, cuando aún se oían tiros. Cada vez que se oía alguna descarga a lo lejos, los hombres de Aghá sonreían y decían que se trataba de celebraciones. Sin embargo, ahora que la emisora de radio en Kandahar anuncia que en los próximos tres días no quedarán fusiles en las calles ni en las casas que no pertenezcan a los soldados o a la policía, ahora que no se oyen tiros..., ahora es cuando el propio Gul Aghá parece más tenso y preocupado.

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Esta mañana han echado de la casa del gobernador a todos los periodistas excepto a los de El PAÍS y el Atlanta Journal Constitution en menos de cinco minutos. Cables, antenas, ordenadores, mantas, cámaras..., todo empaquetado y metido en el coche en cinco minutos, en un atropello de carreras y tintineo de rifles corriendo de un lado a otro. Gul Aghá, con su cuerpo voluminoso, sin armas, pero rodeado de gente armada, iba de un lado a otro, gritando, dando órdenes, se acercaba a la cancela de la puerta de salida, regresaba, me sonreía, decía 'sorry' y se volvía a meter en casa. 'Debemos irnos', decía el intérprete mientras empaquetaba a toda prisa y revuelto los cables de los ordenadores con los plátanos. 'Los talibanes van a atacar de un momento a otro', decía.

Sin embargo, Yusuf Pastún, el portavoz y sobrino de Gul Aghá, aseguraba que nadie iba a atacar la casa. 'Lo que ha ocurrido es que algunos periodistas, a pesar de que no podían filmar a los soldados americanos que tienen su campamento al lado de la casa, se colaron y los estaban filmando. Y al final, ha habido que echarlos. Métase en su cuarto, no se preocupe, aquí están seguros'.

Pero el ambiente era demasiado tenso como para pensar en que se trataba sólo de un problema con periodistas. De repente empezaron a llegar armas envueltas en papel como si fueran inmensas barras de pan. Dos militares americanos presenciaban la escena cuchicheando con los ayudantes de Aghá. '¿Cuando usted vino a Kandahar vio a nuestros soldados [americanos] en Tactapul?', preguntaba el oficial. No, el lunes aún no se les veía en aquel pueblo. Pero ellos se están cuidando mucho de que no los filme ninguna cámara.

Ayer, en el jardín del gobernador no había el bullicio de otros días. Nada de comerciantes, ni familiares lejanos, ni amigos de amigos. 'Es que estos tres días atrás ha venido demasiada gente pidiendo. Y no queremos que pase lo que pasó con el líder de la Alianza del Norte, cuando lo mató alguien con una cámara de fotos que era una pistola', señalaba una fuente muy cercana a Gul Aghá.

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'Hay algunos problemas', añadía la misma persona. 'El principal, yo creo que es Naji Bulá, que tiene ahora demasiado apoyo. Cuando los talibanes se fueron le entregaron a él la ciudad y se metió aquí, en la casa del gobernador. Al día siguiente llegamos nosotros y lo echamos. Pero la cuestión es que ahora Naji Bulá tiene mucha gente y nosotros demasiadas preocupaciones, porque tenemos que mantener el orden en la ciudad y en la provincia. En cuanto nos hayamos asentado un poco, los echaremos. Porque Naji Bulá es demasiado amigo de los talibanes'. 'Y el segundo problema siguen siendo los talibanes y Osama Bin Laden. Hemos recibido una carta de los talibanes diciendo que van a volver. Aún está suelto y tiene mucho dinero para pagar a gente', comenta la misma fuente. 'Los talibanes son pastunes como nosotros y no podemos identificarlos fácilmente. Cualquiera de ellos puede crear problemas a nosotros y a los periodistas'.

Y los terroristas árabes de Al Qaeda siguen siendo también el gran quebradero de cabeza para el gobernador de Kandahar. El portavoz y sobrino de Gul Aghá declaró que están buscándolos uno por uno, casa por casa. 'No lo hacemos para entregárselos a los americanos, sino por nuestra propia seguridad'. 'Estamos registrando casa por casa para detenerlos'.

En ese momento de la conversación se oyen voces en el porche de la casa. Salimos y hay una pelea entre los propios hombres de Aghá. 'Nos vamos hoy mismo de aquí', decía el traductor. 'Si los talibanes se enteran de que se pelean entre ellos, mañana mismo atacan'. Sin embargo, la historia era más simple: un hombre de Aghá que había perdido a dos hermanos en la guerra pedía mil rupias paquistaníes (unas tres mil pesetas) por cada día de lucha. Aghá no estaba por la labor de dárselas. Y el soldado empezó a hablarle de forma algo irrespetuosa. Enseguida se formó un remolino de hombres. Y sólo se veía un rifle alzado sobre las cabezas que alguien sostenía para que no se disparase. El resultado fue que el soldado quedó con la cara magullada y chorreando sangre por la nariz.

En la casa del mulá Omar, ocupada ahora por el primer ministro Hamid Karzai, se formaba otro corro silencioso de unos treinta hombres. Todos alrededor de unos fajos de billetes que un hombre de Karzai distribuía. Por la tarde, habiendo dejado a sus soldados bien contentos, Karzai volaba hacia Kabul. Y Gul Aghá se quedaba como amo y señor indiscutible de la ciudad... De momento.

Mohamed Shafie (centro), combatiente de la Alianza del Norte, llora ante la tumba de su comandante en la localidad afgana de Shadibare.
Mohamed Shafie (centro), combatiente de la Alianza del Norte, llora ante la tumba de su comandante en la localidad afgana de Shadibare.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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