V. S. Naipaul recibe hoy el Nobel por la riqueza y variedad de su aventura literaria
La ceremonia de entrega celebra el centenario de la creación del prestigioso galardón
Hoy, en el Concert Hall de Estocolmo, se entregan los Premios Nobel 2001. La tradicional relevancia del acto es esta vez mayor, pues los prestigiosos galardones cumplen su centenario. Tanto Estocolmo como Oslo, donde se entrega el Premio Nobel de la Paz, llevan ya unos días de plena ebullición. Muchos de los premiados en anteriores ocasiones han llegado desde los más variados lugares para sumarse a la celebración. La polémica la ha desencadenado V. S. Naipaul, que recibe el Nobel de Literatura y que ha dado muestras de radicalidad de sus opiniones.
Son 14 premiados en seis categorías. Kofi Annan, que ha conseguido el de la Paz, lo recoge en Oslo; los demás lo hacen en Estocolmo. En la lista están George A. Akerlof, A. Michael Spence y Joseph E. Stiglitz, en Economía; William S. Knowles, Ryoji Noyori y K. Barry Sharpless, en Química; Eric A. Cornell, Wolfgang Ketterle y Carl E. Wieman, en Física, y Leland H. Hartwell, R. Timothy Hunt y Paul M. Nurse, en Medicina. Todos acompañan a Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Trinidad, 1932), un premio Nobel de Literatura que no se distingue por ser muy amable con la prensa.
El escritor, en su discurso ante la Academia Sueca, se refirió a los dos mundos que alimentan su literatura. También son dos los perfiles que ofrece en este momento el escritor. Está, de un lado, el hombre soberbio y altivo, que expresa rotundamente sus opiniones y cuyos modales no se ajustan a los manuales de buenas formas. De otro lado, está el caballero que escribe y que se ha entregado a la literatura de una manera total hasta el punto de afirmar que él no es más que 'la suma de mis libros'.
La radicalidad de las opiniones de Naipaul sobre el islam ha llamado particularmente la atención, y más cuando se buscan habitualmente las connotaciones políticas de los que reciben el Nobel. Los dos libros en los que ha recreado sus viajes por Indonesia, Pakistán, Irán y Malaisia son Entre los conversos (1981) y Al límite de la fe (1998, que Debate publicará en 2002). Son inmersiones en países no árabes que se han convertido al islam.
El prestigioso crítico literario Edward Said fue particularmente duro cuando reseñó el segundo de los títulos. Los argumentos de Naipaul, venía a decir, son muy simples. Considera que la gente de estos países conversos 'han perdido su propio pasado y no han ganado gran cosa de su nueva religión, salvo más confusión, mayor infelicidad, más (para los lectores occidentales) cómica incompetencia'. Y sentencia: 'Esta ridícula tesis sugiere por extensión que sólo los nativos de Roma pueden ser buenos católicos romanos'.
Más allá, en cualquier caso, de la mirada de Naipaul sobre el islam, está la variedad y riqueza de su aventura literaria, que corren el riesgo de pasar a un segundo plano ante la beligerancia de sus posiciones. En ese sentido, hay sobre todo un libro, El enigma de la llegada (Debate), que acaso sirva para comprender la envergadura de sus desafíos literarios. Es un texto de tono autobiográfico que se desborda constantemente hacia la pura narración, en cuanto aparecen retratados los personajes que rodean al autor en los distintos momentos que va recreando de su vida.
'Y después descubriría que ser escritor no era (al contrario de lo que me imaginaba) un estado -en el que se lograba competencia, o triunfos, o fama o satisfacción-, un estado al que se accedía y en el que se permanecía', escribe Naipaul en una de sus páginas. Y, unas líneas más adelante, se refiere en estos términos a la obra que acaba de terminar: 'El tiempo siempre me apartaba de ella. Y, con el paso del tiempo, me sentía burlado por lo que ya había hecho; parecía pertenecer a una época de vigor, terminada para siempre. Volvía a aparecer el vacío, el desasosiego, y una vez más, tan sólo con mis recursos internos, tenía que empezar otro libro, entregarme de nuevo a ese arrollador proceso'.
'Siempre intento no escribir el mismo libro', decía Naipaul en una entrevista reciente a propósito de su última novela, Toda una media vida. Ese afán por no repetirse y esa idea, en la que defiende que ser escritor no es un estado que se conquista de una vez para siempre, sino un proceso arrollador que se inicia al empezar cada nuevo proyecto, confirman la ambición de su obra.
Naipaul se embarcó en 1950 hacia Inglaterra para convertirse en escritor. El enigma de la llegada disecciona el complejo itinerario por el que tuvo que pasar hasta encontrar su propia voz. 'Desprenderme de los nervios de ser extranjero en Inglaterra'. Esa frase, tomada también de El enigma de la llegada, es reveladora de una de las tensiones que alimentan su obra. La de ser, finalmente, extranjero en todas partes. El paisaje de su infancia está marcado por la procedencia de su familia, que llegó de la India para establecerse en una isla del Caribe. Él se fue a Inglaterra a los 18 años; cuando regresó a Trinidad ya no se reconocía en ese mundo. Sus 23 libros son muy diferentes entre sí, en España, la editorial Debate está recuperando muchos de sus títulos. Además del ya citado, ha publicado El sanador místico, Un camino en el mundo, India, Una casa para el señor Biswas y La pérdida de El Dorado, y ofrecerá proximamente Toda una media vida (su última novela), Miguel Street y Cartas entre padre e hijo y, más adelante, Leer y escribir. Crónica personal.
Naipaul ha escrito sobre la miseria y degradación del Tercer Mundo. Sobre la India y sobre el islam. Algunas de sus novelas tienen un fuerte acento cómico. Otras son de carácter histórico. Ha sido muy crítico con las ideologías, las religiones y los movimientos de emancipación.
Una mirada múltiple
El crítico mexicano Gustavo Sainz contó en la reciente Feria del Libro de Guadalajara que Naipaul le habló una vez de cómo trabajan los arqueólogos. Dividen el yacimiento en cuatro partes y dejan una sin tocar, para que los que vengan después puedan trabajar con métodos más sofisticados. Luego excavan unos cuantos centímetros. Entonces, un fotógrafo capta imágenes, un dibujante lo plasma y otro más escribe detalladamente sobre lo que ve. Ese proceso, de 'retratar' desde perspectivas distintas, se repite una y otra vez conforme se va avanzando al excavar.
Y ésa era, dijo Gustavo Sainz, la idea de Naipaul de la literatura. La de ir profundizando cada vez más en los distintos estratos del hombre y del mundo. Y la de contar, a cada paso y desde procedimientos distintos, lo que se iba encontrando. Es, en fin, lo que V. S. Naipaul ha venido haciendo en sus distintos libros.
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