Desde la finca La Montesa
Palacios Remondo es un ejemplo excelente del triunfo de la nueva viticultura desde una bodega familiar
En estos tiempos en los que el prestigio de las bodegas comienza en la tierra, no hay firma que se precie que no cuente con unas viñas en la mejor ladera de la sierra imprescindible, a la altitud idónea y en la orientación óptima. Tal es el caso de una de las firmas emblemáticas de la denominada Rioja Baja: las Bodegas Palacios Remondo.
Esta firma se han situado en estos últimos años en la vanguardia de los vinos de su denominación de origen. Todo ello, a pesar del peso de una tradición de 350 años, tal y como refleja el descubrimiento en la década de los treinta de seis botellas envueltas en escrituras testamentarias fechadas en 1651.
El aficionado no puede confirmar las excelencias del suelo y de los cultivos de la finca La Montesa, que recoge la práctica totalidad de los viñedos de Herencia Remondo. Pero sí puede certificar las magnitudes y belleza de la propiedad. Desde un pequeña loma, antesala de la sierra de Yerga, que domina todo el llano hasta Alfaro, se presenta un mar de viñas que en los mejores días para el contraste, los del fin del otoño, ofrecen un panorama idóneo del viñedo de Rioja.
Respeto a las variedades
Cada variedad muestra su color (desde el todavía verde hasta el rojo más intenso), que justifica gráficamente la atención diferenciada que se debe dar a cada plantación. Desde el tempranillo a la viura, pasando por las imprescindibles garnacha y graciano en los vinos de Herencia Remondo, todas las viñas reciben un tratamiento meticuloso, con el respeto máximo por la tierra y la planta. Prueba de ello es la distribución de cada variedad: la garnacha en el llano, más soleado y con menos pluviometría; el tempranillo en lo más alto, en busca de la madurez tardía y aromática.
La finca es el orgullo de esta bodega familiar que impulsó el padre José Palacios Remondo a partir de 1948. Son unas 100 hectáreas, todas ellas agrupadas en una larga pendiente con orientación norte-sur, con los suelos que son hoy día el deleite de los bodegueros de Rioja: arcillosos-calcáreos, con poca materia orgánica.
Hasta aquí, la naturaleza. Pero sin el componente humano, el zumo de la uva se quedaría en un mosto fermentado quizás imprescindible en épocas de escasez total. Afortunadamente, entre los nueve hijos de José Palacios se mantuvo el gusto por la vinicultura, completado con estudios de enología en la tradición francesa y en las nuevas vanguardias de Sudáfrica o Australia.
Ahí está el trabajo de Álvaro, revolucionando el Priorato, y de Rafa y Chelo, al frente de la bodega familiar, con un entusiasmo de quien ha conseguido vivir de lo que más le gusta.
El tramo final de la historia está en la elaboración de los caldos. A la habitual selección de uva de las mejores bodegas, Palacios Remondo une las últimas tecnologías en la bodega y la meticulosidad en la elaboración de quien es también un buen sumiller. Este paladar exigente les ha llevado, por ejemplo, a romper con la tradición del vino de Rioja Baja, tan poco valorado hasta hace unos años.
Ahí habría que situar el blanco Placet o el tinto 2 Viñedos. Pero además, también ofrecen vinos más asequibles, como el tradicional Herencia Remondo, que confirma que se pueden ofrecer caldos de calidad para todos los bolsillos.
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