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'Estoy aterrado de volver al trabajo'

El endurecimiento de los criterios para conceder pensiones por sida obliga a un severo reciclaje laboral a los enfermos

Recibir el alta después de una enfermedad suele ser una buena noticia. Aunque no siempre es así. 'Mi familia está encantada, porque consideran que trabajo es sinónimo de salud, pero yo estoy aterrado de volver al trabajo', afirma Julián, un analista informático de 40 años. 'Lo que más me asusta es tener gente a mi cargo a la que tendré que dar de comer', insiste.

Y es que Julián ha estado dos años de baja por una meningitis asociada al sida que padece desde 1985. 'No me considero capaz de currar en lo que estaba currando. Todo se me olvida. Me he vuelto muy despistado', afirma. 'Además, temo que el estrés haga bajar mis defensas', añade. El tribunal médico ha obligado a su empresa a readmitir a Julián. 'Ni siquiera me dieron la opción de cobrar el paro y reciclarme para un trabajo menos exigente', se queja.

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El médico que revisó su caso en agosto no tuvo nada de esto en cuenta. La consulta, según Julián, fue como sigue: 'Sólo se fijaron en que no había tenido ingresos hospitalarios, en mi carga viral [la cantidad de virus en la sangre] y en que las defensas se habían recuperado bastante. Y, sobre todo, en mi buen aspecto. Tenía muy buena cara, pero eso es por la cirugía estética, porque tenía una terrible lipodistrofia (uno de los efectos secundarios de los medicamentos, que deja las extremidades y la cara chupadas y acumula la grasa en el abdomen o en el cuello).

El médico calificó el estado de Julián de A1, que es el de los infectados sin síntomas. 'Antes, tenía un C3 [el más grave]', cuenta. 'Y pasar de C3 a A1 es imposible, según el Centro de Control de las Enfermedades de Atlanta (EE UU), que fija los baremos'.

Fernando González Culler, de la Mesa Estatal de las Minusvalías, confirma este aspecto. Y recalca: 'Peor es la situación de quienes cobran una pensión no contributiva [unas 42.000 pesetas al mes]. Están retirando muchas, y dejando a la gente en la calle'.

Unos 11.000 de los 29.000 enfermos de sida que viven en España disponen de pensiones. Pero 'todas se van a revisar', afirma González Culler. La culpa la tienen un real decreto de marzo de 2000 que endurece las condiciones para que estas personas cobren su prestación y los tratamientos antivirales, que, aunque no curan, disminuyen los efectos de la enfermedad.

La única esperanza de los enfermos es que los criterios para conceder la minusvalía 'se suavicen'. Este cambio se anunció en marzo pasado, 'pero todavía no se ha hecho nada', según Paqui Martín, de Universida. Mientras tanto, muchos piensan en cómo van a conseguir un trabajo con sus antecedentes médicos.

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