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Amnistía Internacional desafía a la globalización

La organización incluye la denuncia de las desigualdades económicas en la lucha por los derechos humanos

Yolanda Monge

Existirá un antes y un después de Dakar. La organización mundial de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional (AI) celebra a puerta cerrada desde el pasado viernes, y hasta el próximo sábado, su 25ª reunión del Consejo Internacional en Senegal. Y de ella saldrá algo más que el traspaso de la secretaría general a la primera mujer al frente de la organización. De cara a la historia, entre el secretario general saliente, Pierre Sané, y la recién llegada, Irene Khan, mediará algo más que un apretón de manos y la entrega de una vela envuelta en alambre de espino que representa el logotipo del grupo. Entre el senagalés y la bangladesí habrá un cambio de paso para la organización.

La tercera parte de los habitantes en países en desarrollo son esclavos de una pobreza tan ingente que les priva de sus derechos básicos a una vida digna
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En Dakar, Amnistía puede dar un vuelco en siete días a cuarenta años de mandato. En Dakar, Amnistía le planta cara a la globalización. El mayor grupo de defensa de los derechos humanos del mundo ha elaborado y desarrollado durante los pasados cuatro años una serie de resoluciones por las cuales debería incorporar a su ideario la defensa de los derechos sociales y económicos, además de la ya habitual de los derechos civiles y políticos. 'En la mente de los que redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, la liberación del ser humano del temor y la miseria fueron ideas inseparables', asegura Sané en el último informe de AI.

Por supuesto, las consecuencias de tal cambio de mandato no serán pequeñas. Si los cientos de delegados de AI llegados de todas las partes del mundo deciden aprobar tal cambio con sus votos, inevitablemente se producirá un efecto arrastre hacia otras organizaciones. De hecho, Amnistía no está sola en el intento. Desde 1993, el Centro para los Derechos Sociales y Económicos, con sede en Nueva York, reclama que se considere una violación del derecho humanitario internacional la desigualdad económica. Del mismo modo, Oxfam, la organización líder en la cooperación al desarrollo dentro del Reino Unido, basa su plan estratégico para los próximos tres años en la creencia del 'derecho a un desarrollo sostenido, el derecho a participar en sociedad y hacer así posibles cambios en las vidas de las personas'. Tampoco se quedan atrás las agencias de Naciones Unidas. La OMS lleva reclamando a la comunidad internacional desde 1998 que la salud se reconozca como un derecho humano.

Pero hasta el momento, la agenda de las organizaciones de derechos humanos se había dirigido con toda la pasión a la defensa de los derechos civiles y políticos, pasando por alto el hecho de que la tercera parte de los habitantes en países en desarrollo son esclavos de una pobreza tan ingente que les priva de sus derechos fundamentales a una vida digna.

Cerca de 1.300 millones de personas viven con un dólar al día. Y la pobreza no se reduce a la insuficiencia de ingresos. La falta de servicios básicos como agua potable y atención médica hace que la esperanza de vida de casi la tercera parte de los habitantes de los países menos desarrollados del mundo sea sólo de 40 años. El analfabetismo restringe el acceso de la gente pobre al conociminto, a una opinión informada y a la participación política.

Las campañas de las organizaciones de los derechos humanos sólo habían mostrado interés en las condiciones sociales y económicas de las personas cuando lograban reforzar su cruzada política. En este sentido, la consideración del premio Nobel de Economía Amartya Sen enfatiza tal postura: 'En la terrible historia de las hambrunas en el mundo, ninguna de ellas ha ocurrido nunca en una democracia que tuviera una relativa prensa libre'. Pero la mayor democracia del mundo no garantiza, por sí sola, a sus ciudadanos, que poseen plenos derechos civiles y políticos, una vida digna. En India existen Estados con índices de mortalidad infantil de cerca de un doscientos por mil. En la democracia más poblada del mundo se conjuga prensa libre con un 80% de población femenina analfabeta. En India existen indicadores de privación que superan con creces a los de cualquier país del África subsahariana que jamás han disfrutado de un sistema democrático. Pero el ejemplo es India, como podía serlo Botsuana. Otra democracia con una razonable libertad de prensa e instituciones civiles que gozan de buena salud, pero que ve cómo su población muere de sida. La profilaxis de la democracia no cura contra la pandemia que está devastando África.

Así, la prisión de la pobreza física y mental puede aislar y ser tan cruel como cualquier gulag político y, sin embargo, durante el pasado medio siglo el debate sobre los derechos humanos prácticamente se centró en la ideología. Mientras algunos gobiernos hacían, y hacen, hincapié en los derechos civiles y políticos, otros alegaban, y alegan, que sin progreso en el desarrollo no pueden darse las condiciones necesarias para gozar de los derechos civiles y políticos.

Las diferencias fueron insalvables durante la guerra fría. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobaba el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pese a que con el bloqueo de Berlín había comenzado en junio la guerra fría, las cuatro potencias que derrotaron al nazismo apoyaron un acto de esta trascendencia.

A la influencia europea y estadounidense se debió que los primeros 21 artículos se centrasen en los derechos civiles y políticos de la persona -la libertad de pensamiento, conciencia y religión, opinión y expresión, derecho a la propiedad...-, según la tradición liberal y democrática occidental. Y a la Unión Soviética el que se reconociesen los derechos económicos y sociales -el derecho al trabajo, a la seguridad social, a la remuneración digna y satisfactoria, al descanso y al ocio, a un nivel de vida que asegure la salud-. Eran tiempos de la guerra fría y ambos bandos se echaron a la cara el que unos vulnerasen éstos y los otros aquéllos.

Pero en el año 2001, los nuevos retos en materia de derechos humanos derivados de la globalización han alentado a Amnistía a asumir nuevas áreas de trabajo, como los derechos socioeconómicos. En palabras del presidente saliente de la organización, Pierre Sané, 'en un mundo en el que la globalización está socavando muchos Estados y convirtiendo la pobreza en una de las cuestiones prioritarias en materia de derechos humanos, el reto de Amnistía es seguir respondiendo a las necesidades del mundo actual'. 'Esto significa ampliar nuestro objetivo para proteger no sólo los derechos civiles y políticos, sino todos los derechos humanos', afirma Sané.

Para Amnistía, la globalización ha ido acompañada de la deuda y la pobreza. Más de 80 países tenían en el año 2000 una renta per cápita inferior a la de 1990. La liberalización, la privatización y el desmantelamiento de los servicios de asistencia social han llevado a un incremento de las desigualdades en muchos países. En muchas zonas del mundo ha aumentado la corrupción, y la inseguridad personal, social y política se ha extendido. La consecuencia previsible y casi inevitable de este aumento de la pobreza ha sido una escalada paralela de las violaciones de todos los derechos humanos. El muro de Berlín puede haberse venido abajo, pero los muros de la pobreza, la intolerancia y la hipocresía aún siguen en pie.

Dos niños transportan ladrillos en una fábrica de Chandigam (India).
Dos niños transportan ladrillos en una fábrica de Chandigam (India).REUTERS

Una mujer para la nueva etapa

El pasado viernes, Irene Khan, de 44 años, asumió oficialmente sus funciones como secretaria general de la organización internacional de derechos humanos Amnistía Internacional (AI). 'Se trata de un momento simbólico para Amnistía Internacional que todos podemos compartir antes de centrarnos en cuál será el camino futuro, es decir, las dificultades a las que se enfrentan los derechos humanos en el siglo XXI y nuestra función para superarlas', manifestó la bangladesí al asumir su nuevo puesto durante la 25º reunión del Consejo Internacional de la organización en Dakar. Irene Khan se incorpora a AI tras abandonar el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en el que trabajó durante 21 años. 'Las violaciones de los derechos humanos no se cometen contra 'el otro bando', sino contra una madre, una hermana, un hermano, un hijo. Nuestro reto es movilizar a millones de personas en todo el mundo en solidaridad con las víctimas para que conozcan sus nombres, sus rostros y su historia', dijo.La reunión del Consejo Internacional de AI se celebra cada dos años para decidir los planes de futuro de la organización. Khan sucede en el cargo al senegalés Pierre Sané, es la primera mujer que ocupa la secretaría general, la primera persona del continente asiático al frente del cargo y la séptima que desempeña esta función en los 40 años de historia de la organización.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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