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60ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Luis Mateo Díez trata de convertir en un territorio imaginario el misterio cotidiano de 'su' Plaza Mayor

Este hombre no para. Premios, académico reciente ('Académico Palanca, dice mi hijo'), funcionario del Ayuntamiento de Madrid, y, ahora, nuevo libro en la calle. En edición de lujo, con fotos de Amaia de Diego, y en rústica sólo con sus textos, se ha presentado ya Balcón de piedra (Ollero & Ramos), las visiones de la Plaza Mayor madrileña y la última obra de la prolífica segunda juventud de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1937).

Son textos cortos, de uno o dos folios casi todos, casi estampas esenciales y desnudas de cosas, casos, anécdotas, naufragios, asesinatos, robos, vuelos, luces, sensaciones e impresiones sucedidos en la Plaza Mayor, el espacio que ven los ojos de Mateo desde hace casi 30 años (llegó allí en abril de 1974) cuando levanta la vista de la mesa en su despacho del Ayuntamiento en la histórica Casa de la Panadería.

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'Un libro de Ollero, del editor, más que mío, porque fue él quien me requirió para reunir los escritos que sabía había hecho desde hace mucho tiempo en torno a la plaza, en tributo a esa plaza mágica, íntima y llena, misteriosa en todo caso, cuya piedra es más fuerte que cualquier intento de convertirla en territorio imaginario', explica el autor.

Un libro-derrota, asume Mateo, porque, aunque enseñe 'un mundo interior, ese clima especial que tiene la plaza, miradas mías, ensayos, personajes de ficción, otros reales como Andy Warhol o Susan Sontag, semblanzas de amigos y ensoñaciones, a pesar de todo eso la piedra está por encima de la palabra, el conducto de la realidad de ese espacio urbano tan contundente supera cualquier intento de literaturizarlo'.

Pero un libro-espejo, también, reflexiona el académico, porque la plaza es 'una suerte de gran teatro del mundo', un punto de atraccción muy peculiar, 'primero por ser el centro de la ciudad; segundo, por el espectáculo humano variopinto y pintoresco que acontece en él cada día; tercero, por ser la caja de resonancia del destino de la ciudad, de sus cambios, de los cruces de propios y ajenos, de rutina y surrealismo, de amaneceres vacíos, hermosos, inquietos, en los que el cambio de estaciones diferencia la luz y los sentimientos de inquietud'.

El libro de un voyeur, asimismo, 'de un voyeur sentado en el escenario de su trabajo, que no es capaz de ver los interiores de las casas de la gente, extremadamente íntimas, pues la plaza es un marco barroco que siempre ha servido para que se asome el poder a los balcones de piedra, y declare inauguradas las fiestas, o abra los Autos de Fe, o ejecute a los condenados, o la convierta en espectáculo....'.

No es un libro erudito, por tanto, más bien al revés, pues contiene, dice Mateo, 'algunos de los textos más misteriosos y depurados que he escrito en mi vida', y además algunas sorpresas de estirpe surrealista-inolvidable, sacadas del misterio de la rutina, 'como el día en que un dromedario, mojado por la lluvia de un invierno, paseaba junto a una jaima lamentablemente mojado', o aquel otro día triste en que un grupo de elefantes caminaban por la piedra y, de repente, alzaron todos las patas a la vez y empezaron a hacer sus necesidades'.

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