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60ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Pennac se despide de Malaussène en 'Los frutos de la pasión'

Las aventuras de Benjamin Malaussène empezaron en 1985 con Au bonheur des ogres (La felicidad de los ogros). Desde entonces, son millones los lectores que han seguido las andanzas de su extraordinario protagonista, chivo expiatorio profesional, contratado por unos grandes almacenes para que los clientes defraudados puedan descargar en él toda su indignación, enfado o ira, pero también de su tribu, de los familiares y amigos con los que vive en Belleville, uno de los últimos barrios populares de París. Con Aux fruits de la passion (Los frutos de la pasión, editorial Mondadori), Pennac pone punto final a la serie de los Malaussène. Al menos de momento.

'Este libro nace de una idea: Benjamin Malaussène se ha vuelto paranoico, se siente amenazado, calcula lo que le sucederá, no para de hacer previsiones catastróficas sobre sí mismo. Está pagando la presión de lo vivido en los libros anteriores. Luego, lo cierto es que a él no le sucede nada y eso es aún peor', dice Pennac. Según él, tintinólogo confeso, Los frutos de la pasión es el equivalente de Las joyas de la Castafiore dentro de los álbumes de Tintín. De todas sus historietas, ésa es la única que transcurre íntegramente en un mismo lugar y en la que el supuesto robo sobre el que se construye la pequeña intriga se revela, al final, que no es tal. En Los frutos de la pasión hay otra idea importante: la de encontrarnos con Thérèse enamorada. 'Es una novedad'.

Vivir 'a posteriori'

La novela arranca con una frase que es una máxima: 'Deberíamos vivir a posteriori'. Para Pennac, el arranque es importante 'porque da el tono del relato'. Y eso es importante para una serie de novelas que retoman esos personajes. 'Desde un punto de vista técnico te sientes atrapado, no sabes si tienes que volver a presentar tus criaturas o puedes dar por descontado que el lector ya las conoce. El editor español, al publicar un pequeño diccionario con todos los protagonistas de la serie, resuelve el problema'.

Pennac confiesa que tiene ganas 'de cambiar de tono'. 'Para un escritor, el tema es un pretexto'. Lo suyo son las frases, las palabras. 'Hay que confiar en las palabras. Cuando las buscas, te sientes como un submarinista que sale de pesca: flotando y en libertad'. Ahora ha acabado dos relatos cortos y ya sabe lo que le espera: 'Una parte de tu público lector te dice que te repites, mientras la otra parte afirma que le gustaba más lo que hacías antes. La cuestión es conservar las ganas de escribir'.

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