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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un tipo único

La propuesta del PSOE de configurar un impuesto sobre la renta (IRPF) con un tipo impositivo único, fiando la progresividad del tributo a las correcciones que se apliquen en la base y en la cuota de cada contribuyente, está levantando una respuesta política intensa. Rodrigo Rato se ha apresurado a acusar al PSOE de 'romper el modelo fiscal de la democracia', fundado en escalas progresivas de tributación, y los sindicatos, sobre todo CC OO, apuntan a la regresividad fiscal del modelo socialista. Otras instituciones, como la patronal CEOE, apoyan la tendencia a la simplificación del impuesto, pero apuestan por la prudencia y se guardan su opinión definitiva para el momento en que se conozca en todos sus detalles el IRPF que aplicaría el PSOE en caso de gobernar.

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La prudencia justifica sobradamente las reservas de la patronal. Resulta prematuro emitir un juicio definitivo sobre las ventajas o problemas que se deriven del IRPF propuesto por los socialistas mientras no se conozcan detalles tan importantes como cuál sería el tipo único aplicable -que debería coincidir, aproximadamente, con el tipo efectivo medio actual del IRPF-, cuál el mínimo exento de declaración, a cuánto ascendería el mínimo reconocido para subsistir que se descuenta hoy de la base imponible y que el PSOE quiere restar de la cuota o qué deducciones serían eliminadas o qué segmentos de renta resultarían perjudicados y cuáles beneficiados. Todos éstos son datos esenciales para determinar el alcance del cambio tributario que propone la oposición. Antes de conocerlos, sólo se puede hacer una valoración de los objetivos políticos que se adivinan tras el modelo de gravamen único, que, por cierto, no se aplica en ningún país fiscalmente avanzado.

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Es evidente que el PSOE pretende competir con el PP por el voto de un amplio sector de la clase media, que tiene ingresos medios o altos y se sintió agraviado por la progresividad de los impuestos aplicada hasta 1999. Los socialistas quieren plantear esta competencia manteniendo al mismo tiempo un descenso de la presión fiscal sobre las rentas más bajas. También es evidente que con la pretendida unificación o aproximación de tipos -el del IRPF y el de sociedades- pretenden evitar que los beneficiarios de las rentas más altas renuncien a artimañas como la muy conocida de constituir empresas para tributar por el tipo de sociedades (más bajo que el de renta), a cambio probablemente de reducir las cantidades que deben pagar en relación con el modelo actual de IRPF.

El mensaje del PSOE es que en esta ocasión no le pillará desprevenido el debate fiscal y que ha aprendido la lección de las elecciones de 1996, cuando fue claramente vencido por el PP en este ámbito. Pero que en esta ocasión haya madrugado no garantiza el éxito. La apariencia de regresividad fiscal que se trasluce del modelo de tarifa única y lo temprano de la propuesta pueden constituirse en barreras políticas infranqueables para desarrollar y aplicar este modelo. Las protestas y críticas en el seno del PSOE a cuenta del IRPF de tipo único confirman estos temores.

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