La caída del euro refuerza a los partidarios de más reformas en la UE
Los intereses nacionales dificultan la liberalización de la economía
La caída del euro y el hundimiento de las bolsas mundiales ha aumentado la presión para que el Consejo Europeo de Estocolmo apruebe nuevas medidas que impulsen las reformas estructurales de la economía. Reunidos con el asesoramiento, sino vigilancia, de los ministros de Economía y Finanzas (Ecofin), los jefes de Estado o de Gobierno se ven más que nunca abocados al acuerdo para evitar que un paso en falso provoque una reacción aún más negativa de los mercados financieros. Pese a ello, los intereses nacionales siguen impidiendo ese acuerdo en varios asuntos capitales.
Contenciosos centenarios como Gibraltar, el miedo alemán a que Francfort pierda terreno ante Londres como plaza financiera, el empeño francés en favor de un servicio público fuerte en materia energética o la prioridad española de defender el uso del castellano son algunos de los obstáculos con que tropiezan los socios de la Unión Europea para cumplir los objetivos de liberalización que se fijaron hace un año en Lisboa, durante la llamada Cumbre de la Nueva Economía.
Mientras la nueva economía se desploma en la bolsa y la nueva moneda europea vuelve a salir malparada frente al dólar, los viejos problemas amenazan con paralizar otra vez a los Quince. El panorama eufórico de la economía mundial ha cambiado de manera radical en apenas dos meses, reforzando a quienes exigen más reformas estructurales. 'El euro está cayendo porque la crisis financiera de Japón y el hundimiento de las bolsas ha reforzado el papel del dólar como moneda refugio. No hay todavía confianza en el euro. Por eso es tan importante que los Quince lancen en Estocolmo un mensaje muy claro a favor de las reformas', reflexionaba ayer una fuente comunitaria.
Población envejecida
El Consejo Europeo debe afrontar, por ejemplo, el problema del envejecimiento de la población e impulsar iniciativas que aseguren a largo plazo los sistemas de pensiones. Desde medidas fiscales para prolongar la vida activa de los europeos hasta promover la cooperación a escala comunitaria para garantizar el sistema.
Uno de los puntos básicos en la mesa del Consejo es el refrendo de las recomendaciones planteadas por la Comisión Europea para marcar las líneas directrices que debe seguir la economía europea. Son recetas no por conocidas menos importantes, como acelerar la reducción de los déficit públicos o impulsar sin ambages la coordinación de las políticas económicas en la zona euro.
Pero el símbolo de las reformas es la propuesta Lamfalussy para crear un sistema de legislación por vía rápida que impulse la integración de los mercados financieros. Anoche estaban reunidos los ministros del Ecofin en busca del acuerdo. La Comisión Europea ha sumado apoyos en defensa de su tesis de que ese sistema, que prevé que los reglamentos financieros se aprueben en un plazo de tres meses, no recorte sus actuales poderes. Pero Alemania bloqueaba el acuerdo porque teme que se acabará beneficiando a la City de Londres frente a Francfort.
Temores nacionales afloran también en otras latitudes. España defiende el uso del castellano y dificulta un acuerdo para que haya una patente única comunitaria. Francia entorpece la apertura de los mercados energéticos porque quiere amarrar el derecho a tener un servicio público que impida crisis como las que se viven estos meses en California. Y Madrid y Londres se enfrentan por el aeropuerto de Gibraltar y retrasan el acuerdo para unificar el uso y control del espacio aéreo y acabar con la actual saturación.
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