Atrincherados en la campiña británica
Atrincherados en sus fincas y dispuestos a impedir el sacrificio de animales sanos ordenado por el Gobierno británico para contener la fiebre aftosa, grupos cada vez más numerosos de granjeros entonaron ayer un simbólico 'no pasarán' en Cumbria -al noroeste de Inglaterra- y en las regiones escocesas de Dumfries y Galloway, cercadas por la infección y donde empezará en breve la matanza de un total de unos 300.000 corderos y cerdos. El Ministerio de Agricultura ha pedido 'cordura y colaboración' a todos los afectados, y la policía ha advertido de que está dispuesta a usar la fuerza para ejecutar las órdenes oficiales. Lejos de amedrentarse ante estas declaraciones, un propietario ha sido ya desarmado por los agentes por unas presuntas amenazas vertidas contra los mensajeros de Londres que debían preparar las piras para sus rebaños.
Los agentes han declinado revelar la identidad del granjero en cuestión, pero ha hecho saber que confiscarán todas las armas usadas para atemorizar a veterinarios o enviados del Ministerio de Agricultura. El problema es que la propia Unión de Granjeros estaba dividida anoche entre su apoyo al Gobierno y a sus miembros. Mientras el presidente general, Ben Gill, ha secundado al Ministerio de Agricultura en su intento de erradicar la enfermedad a base de matar animales hoy sanos que bien podrían estar incubándola, la rama de Cumbria ha hecho causa común con los granjeros. Con unas 500 fincas incluidas en las listas de posibles bajas, muchos de los propietarios están dispuestos a casi todo para salvar a su ganado.
Farmers for Action, un grupo de presión rural, sostiene que el sacrificio de animales sanos provocará una auténtica revuelta si los dueños no tienen pronto noticias de Londres sobre el monto de las compensaciones que recibirán. 'Que nadie crea que estoy solo en mis dudas. Mis ovejas no están enfermas y no veo razón alguna para dejarlas morir. Los expertos podrían hacer un seguimiento, comprobar si desarrollan la fiebre, pero no matarlas de esta manera. Ni hablar. No les dejaré pasar', decía ayer David Stobart a las puertas de su propiedad en Cumbria. Uno de sus colegas, Gordon Jackson, participaba de la misma opinión. 'Muchos de mis corderos acaban de nacer y en menos de un día deben morir. Si no tienen la fiebre, es absurdo', señaló. Para ellos y el resto de los granjeros incluidos en el radio de tres kilómetros de las zonas infectadas, tuvo Nick Brown, titular de Agricultura, las mismas palabras. 'Es el momento de colaborar, no de riñas inútiles. Nadie cree que sacrificar cabezas sanas de ganado sea agradable. Pero es necesario si queremos frenar esta enfermedad de una vez', afirmó. Según sus portavoces, unos 225.000 animales han perecido ya o están a punto de morir en todo el territorio nacional, que ayer sumaba 264 focos infecciosos.
En un intento de darle a los afectados cierta perspectiva sobre el sombrío futuro de sus rebaños, las mismas fuentes recordaron que el Reino Unido cuenta en estos momentos con algo más de 60 millones de animales de granja entre ovejas (44 millones), cerdos (7 millones) y reses (11 millones). 'Hay que recordar, por otro lado, que cada semana 500.000 animales suelen ser sacrificados para entrar en la cadena alimentaria', señalaron. Parte del enfado de los granjeros se debe a que Nick Brown no aclaró bien el miércoles que las vacas no entraban en la matanza de ganado sano. 'Fui ambiguo, y me disculpo por ello', admitió ayer, después de aclarar que sólo ovejas y cerdos caerán en cuanto esté todo listo. El futuro de las cabras dependerá de la decisión tomada por los veterinarios en cada caso.
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