LAS PRUEBAS CONTRA KISSINGER
Una investigación, avalada por documentos secretos de la CIA, revela la implicación del ex secretario de Estado norteamericano en la conspiración que concluyó en el golpe de Estado contra Allende en 1973
El 2 de diciembre de 1998, Michael Korda ofrecía una entrevista ante las cámaras en su despacho de Simon & Schuster. Era uno de los grandes magnates editoriales de Nueva York y, como tal, había editado y producido la obra de autores tan variados como Tennessee Williams, Richard Nixon y Joan Crawford. Aquel día concreto, estaba hablando sobre la vida y los pensamientos de la cantante Cher, cuyo retrato adornaba la pared a sus espaldas. De pronto sonó el teléfono y se oyó el mensaje de que llamara al doctor Henry Kissinger lo antes posible. Un hombre tan culto como Korda sabe -junto a todas las demás exigencias del mundo editorial en esta época vertiginosa- pasar en un instante de Cher a un alto estadista. La cámara siguió rodando y registró la siguiente escena en una grabación que está en mi poder.
KISSINGER NO PUEDE ABRIR EL PERIÓDICO TRANQUILO PORQUE SABE SABE LO QUE OTROS SÓLO PUEDEN SOSPECHAR
Cuando Korda le pide a su secretaria que consiga el número (759 7919, el de Kissinger Associates), dice en tono irónico, entre las risas de todos los que están en el despacho, que 'debería ser 1-800-camboya... 1-800-bomba-camboya'. Tras una pausa perfectamente medida (a ningún editor importante le gusta que le hagan esperar cuando tiene delante visitas, sobre todo visitas de un medio de comunicación), llega el 'Henry. Hola, ¿cómo estás?... Estás teniendo toda la publicidad que puedas desear en The New York Times, pero no del tipo que quieres... También me parece dudoso que el Gobierno se limite a decir que sí, harán públicos los documentos... No... no, ni hablar... no... no... Bueno, mmm, sí. Lo hemos hecho hasta hace poco, la verdad, y él se ha impuesto... Bueno, no creo que haya ninguna duda sobre ello, por muy incómodo que sea... Henry, esto es un escándalo... Sí... También la jurisdicción. Es un juez español que acude a un tribunal inglés a propósito de un jefe de Estado chileno. Así que es, es... Y España no tiene jurisdicción nacional sobre lo que sucede en Chile, en cualquier caso, así que no tiene ningún sentido... Bueno, seguramente es verdad... Si quieres. Creo que sería lo mejor, sin duda... Sí, no, creo que eso es precisamente lo que tienes que hacer, y debe ser largo y acabar con la carta de tu padre. Me parece un documento muy importante... Sí, pero creo que la carta es estupenda y fundamental para el libro. ¿Me puedes dejar leer el capítulo de Líbano durante el fin de semana?'.
Aquí termina la conversación, con alguna observación jocosa de Korda sobre la colonoscopia que le van a hacer: 'Un procedimiento totalmente repulsivo'.
Mediante la misma cámara interna, o su equivalente legal, sería posible deducir bastantes cosas sobre el mundo de Henry Kissinger a partir de ese intercambio microcósmico. La primera y más importante es ésta. Sentado en su despacho de Kissinger Associates, con sus tentáculos que se extienden, en forma de negocios y consultorías, desde Belgrado hasta Pekín, y protegido por sus incontables juntas y consejos de administración, todavía se estremece cuando se entera de la detención de un dictador. La conversación con Korda está entrecortada, pero está claro que la palabra fundamental es 'jurisdicción'. ¿De qué hablaba The New York Times aquella mañana? El 2 de diciembre de 1998, la primera página mostraba una información desde Washington de Tim Weiner, el especialista del periódico en cuestiones de seguridad nacional. Con el titular 'Estados Unidos va a hacer públicos los expedientes sobre los crímenes cometidos bajo el régimen de Pinochet', escribía:
'Estados Unidos emprende hoy el camino de un enfrentamiento político y diplomático que intentaba evitar al haber decidido que hará públicos varios documentos secretos sobre los asesinatos y torturas cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile... La decisión de dar a conocer esos documentos es la primera señal de que Estados Unidos va a cooperar en el proceso contra el general Pinochet. Funcionarios de la Administración de Clinton han declarado que, en su opinión, los beneficios que acarrea la transparencia en los casos de derechos humanos son muy superiores a los posibles riesgos, en este caso, para la seguridad nacional.
No obstante, la decisión podría destapar 'todo tipo de problemas', en palabras de un antiguo funcionario de la CIA destacado en Chile, al exponer hasta qué punto conocía Estados Unidos los crímenes de los que se acusa al Gobierno de Pinochet.
Aunque varios Gobiernos europeos han apoyado la intención de llevar al ex dictador a juicio, las autoridades de Estados Unidos han permanecido calladas, en general; un reflejo del escepticismo sobre el poder de los jueces españoles, las dudas sobre el hecho de que tribunales internacionales juzguen a antiguos dirigentes extranjeros y las preocupaciones por las posibles implicaciones para los gobernantes norteamericanos, que un día podrían verse también acusados en otros países.
El presidente Richard M. Nixon y Henry A. Kissinger, que sirvió con él como consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado, apoyaron un golpe de Estado de la derecha en Chile a comienzos de los setenta, según demuestran documentos ya hechos públicos.
Pero muchas acciones de Estados Unidos durante el golpe de 1973, y gran parte de lo que hicieron los dirigentes y los servicios de información norteamericanos en coordinación con el Gobierno de Pinochet, después de que éste llegara al poder, siguen siendo secretos, sellados por motivos de seguridad nacional. Los expedientes secretos relativos al régimen de Pinochet están en poder de la CIA, el Servicio de Información de la Defensa, el Departamento de Estado, el Pentágono, el Consejo de Seguridad Nacional, los Archivos Nacionales, las bibliotecas presidenciales de Gerald R. Ford y Jimmy Carter, y otros organismos gubernamentales.
Según consta en el Departamento de Justicia, estos expedientes contienen una historia de violaciones de los derechos humanos y terrorismo internacional:
- En 1975, funcionarios del Departamento de Estado en Chile protestaron contra la trayectoria de asesinatos y torturas del régimen de Pinochet y expresaron su disconformidad con la política exterior estadounidense a sus superiores en Washington.
- La CIA posee expedientes sobre asesinatos cometidos por el régimen y la policía secreta chilena. El servicio de información tiene asimismo constancia documental de los intentos chilenos de crear un escuadrón internacional para realizar operaciones clandestinas de extrema derecha.
- La Biblioteca Ford contiene muchos de los documentos secretos de Kissinger sobre Chile, que nunca se han dado a conocer. Kissinger, a través de su secretaria, ha rechazado hoy nuestra solicitud de entrevista.
Hay que reconocer que Kissinger comprendió lo que otra mucha gente no pudo: que, si se establecía un precedente con Pinochet, él mismo correría peligro. Estados Unidos se considera el único perseguidor y acusador de criminales de guerra y 'terroristas internacionales'; no hay nada, en su cultura política o periodística, que permita pensar que pueda dar cobijo y refugio a uno tan importante. Sin embargo, la idea había asomado, de forma indirecta, en el relato de Weiner, y Kissinger estaba preocupado cuando llamó a su editor, aquel día, para hablar de unas memorias (publicadas posteriormente con el aburrido y egocéntrico título de Years of Renewal ) que todavía estaba redactando.
Ahora bien, 'dar cobijo y refugio' es quedarse corto ante la espléndida situación de Henry Kissinger. A él acuden en busca de consejo, a 25.000 dólares (40 millones de pesetas) cada aparición, grupos de todo tipo, hombres de negocios, universitarios, políticos. Escribe una ampulosa columna que distribuye el servicio de Los Angeles Times. El primer volumen de sus memorias lo escribió parcialmente y editó Harold Evans; él y Tina Brown están entre los numerosos anfitriones que se disputan la presencia de Kissinger -tal vez habría que decir la compañía- en las reveladoras veladas neoyorquinas. En distintos periodos, ha sido asesor de los informativos de ABC y CBS; su mayor éxito diplomático ha sido seguramente el que ha logrado entre los medios de comunicación (su mayor victoria, haber conseguido que casi todo el mundo le llame doctor).
Adulado por Ted Koppel, solicitado por empresas y déspotas con problemas de 'imagen' o 'fallos de comunicación', y objeto de la atención respetuosa de los candidatos presidenciales y las personas cuya tarea es 'moldear' su visión mundial, este hombre tiene prácticamente de todo en el patético universo a cuyo servicio está la industria de la 'autoestima'. De quién, si no, escribiría Norman Podhoretz, postrado de rodillas en su alabanza de Years of Upheaval :
'Nos encontramos con un texto de altísima calidad. Es una escritura que se siente cómoda con el retrato y con el análisis abstracto; capaz de perfilar una narración con la misma habilidad con la que describe una escena; que puede alcanzar grados maravillosos de compresión al tiempo que mantiene un ritmo expansivo y fluido. Es una escritura que sabe pasar, sin tensión ni falsedad, de la solemnidad propia de un libro sobre grandes acontecimientos históricos al humor y la ironía que dicta un sentido inequívoco de la proporción humana'.
Como dijo en una ocasión uno de mis maestros morales, un crítico capaz de adular de esa forma no tiene por qué cenar solo jamás. Salvo que, en ocasiones, el objeto de tanta lisonja (y también el que la produce) siente cierto escalofrío de angustia. Se levanta de la mesa tan bien provista y se desliza al cuarto de baño. ¿Se trata, tal vez, de otra revelación sobre una cinta de Nixon recién dada a conocer? ¿Alguna noticia suelta de Indonesia, que informa de la caída o el encarcelamiento de otro amigo (y quizá la fuga de uno o dos documentos embarazosos)? La detención o el procesamiento de un torturador o un asesino, la expiración de la obligación de secreto sobre algunos oscuros documentos de gobierno en un país remoto... cualquiera de esas cosas puede estropearle el día inmediatamente. Como vemos en la grabación de Korda, Kissinger no puede abrir el periódico con la seguridad de seguir tranquilo. Porque sabe lo que otros sólo pueden sospechar o adivinar. Él lo sabe. Y es tan prisionero del conocimiento como, en cierta medida, lo somos nosotros.
Adviértase de qué forma tan simpática muestra Korda su mentalidad abierta, con la broma sobre Camboya. Al fin y al cabo, todo el mundo 'sabe' que Kissinger sembró el terror, la miseria y la muerte sobre aquel país, a la vez que cometía un gran agravio contra la Constitución de Estados Unidos. (También 'sabe' todo el mundo que otras naciones vulnerables pueden presumir de esa misma triste y odiosa distinción, y que los daños añadidos o 'colaterales' para la democracia estadounidense mantienen el ritmo). Sin embargo, el hombre regordete que asiste, vestido de esmoquin, a la fiesta de Vogue, no puede ser el mismo que ordenó y autorizó la destrucción de poblaciones civiles, el asesinato de políticos incómodos, el secuestro y la desaparición de militares, periodistas y sacerdotes que le estorbaban, ¿verdad? Pues sí. Es exactamente el mismo hombre.
Y ésa es quizá la reflexión más repugnante de todas. A Kissinger no se le invita y se le festeja por sus maneras exquisitas o su ingenio mordaz. Si está solicitado es porque su presencia proporciona el escalofrío de entrar en contacto con el poder puro y sin contemplaciones. Hay cierto nerviosismo culpable en la broma de Korda sobre los indescriptibles sufrimientos de Indochina. Y he podido ver repetidamente, cuando estoy entre el público durante un discurso de Kissinger, esa risa nerviosa e incómoda que le gusta provocar. Cuando cobra ese tributo, lo que está exhibiendo no es el elemento afrodisiaco del poder (otra de sus agudezas plagiadas), sino su pornografía.
En una famosa manifestación de su desprecio por la democracia, Kissinger observó en una ocasión que no veía por qué a determinado país se le debía permitir que 'se hiciera marxista' sólo porque 'sus habitantes son irresponsables'.
El país en cuestión era Chile, que, en el momento de su comentario, tenía la fama justificada de ser la democracia pluralista más evolucionada del hemisferio sur de América. El pluralismo se plasmaba, en la época de la guerra fría, en un electorado del que aproximadamente un tercio votaba conservador, un tercio socialista y comunista y un tercio democristiano y centrista. Ello había hecho que fuera relativamente fácil impedir que los marxistas llegaran al Gobierno y, desde 1962, la CIA se había conformado -como en Italia y otras naciones equiparables- con financiar a los elementos de confianza.
Sin embargo, en septiembre de 1970, el candidato de la izquierda obtuvo una ligera ventaja, el 36,2%, en las elecciones presidenciales. Las divisiones de la derecha y la adhesión de pequeños partidos radicales y cristianos a la izquierda daban la convicción moral de que el Congreso chileno, tras el tradicional interregno de 60 días, iba a confirmar al doctor Salvador Allende como próximo presidente. Pero el nombre de Allende era anatema para la extrema derecha chilena, varias empresas poderosas (especialmente ITT, Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank) que actuaban en Chile y Estados Unidos, y la CIA.
Este odio se transmitió rápidamente al presidente Nixon, quien tenía una deuda personal con Donald Kendall, el presidente de Pepsi Cola, que había sido su primer gran cliente cuando entró como joven abogado en el bufete neoyorquino de John Mitchell. En los 11 días siguientes a la victoria electoral de Allende hubo una serie de reuniones en Washington que sellaron en lo esencial la suerte de la democracia chilena. Después de hablar con las partes interesadas y con el director de la CIA, Richard Helms, Kissinger fue con éste al Despacho Oval. Las notas de la reunión tomadas por Helms muestran que Nixon no se anduvo con rodeos y dejó claro cuáles eran sus deseos. Allende no debía tomar posesión. 'No le preocupan los riesgos. Sin participación de la Embajada. Diez millones de dólares (180 millones de pesetas) a nuestra disposición, más si es necesario. Plena dedicación, con los mejores hombres que tenemos... Hay que hacer chirriar la economía, 48 horas para un plan de acción'.
Los documentos hechos públicos indican que Kissinger -que, hasta entonces, no había mostrado ningún conocimiento ni interés por Chile, un país al que calificaba de 'una daga dirigida contra el corazón de la Antártida'- se tomó muy en serio esta oportunidad de impresionar a su jefe. Se creó un grupo en Langley, Virginia, con el objetivo expreso de dirigir una doble política para Chile: la política diplomática, visible, y otra a espaldas del Departamento de Estado y el embajador en Chile, Edward Korry; una estrategia de desestabilización, secuestros y asesinatos, diseñada para provocar un golpe militar.
Existían obstáculos a corto y largo plazo para incubar dicha intervención, sobre todo en el breve intervalo del que disponían hasta que Allende tomara posesión. El obstáculo a largo plazo era la tradición del Ejército chileno de abstenerse de la política, una tradición que diferenciaba al país de sus vecinos. Se trataba de una cultura militar con la que no iba a ser posible acabar de un día para otro. El obstáculo a corto plazo lo encarnaba un hombre, el general René Schneider, jefe del Estado Mayor chileno y rotundamente opuesto a cualquier intervención del Ejército en el proceso electoral. Por consiguiente, en una reunión celebrada el 18 de septiembre de 1970 se decidió que el general Schneider tenía que desaparecer.
El plan era que oficiales de extrema derecha lo secuestraran y aparentaran que los autores de la operación eran elementos de izquierdas y partidarios de Allende. Se esperaba que la confusión resultante aterrorizara al Congreso chileno lo bastante como para rechazar la presidencia de Allende. En la capital de Chile, Santiago, corrió la noticia de que había una suma de 50.000 dólares (nueve millones de pesetas) a disposición de cualquier oficial emprendedor y dispuesto a hacerse cargo del trabajo. Richard Helms y su director de operaciones clandestinas, Thomas Karamessines, le dijeron a Kissinger que no eran optimistas. Los círculos militares estaban inseguros y divididos, cuando no eran leales al general Schneider y a la Constitución chilena. 'Intentamos dejarle claro a Kissinger que la posibilidad de éxito era mínima'. Kissinger les dio la orden de seguir presionando, de todas formas.
Un cargo electo en Estados Unidos se reúne con otras personas, sin conocimiento ni autorización del Congreso, para planear el secuestro de un jefe militar, defensor de la Constitución, en un país democrático con el que Estados Unidos no está en guerra y con el que mantiene cordiales relaciones diplomáticas. Es posible que las actas de las reuniones tengan un tono oficial (aunque estuvieron escondidas durante mucho tiempo), pero lo que observamos aquí no es más que un trabajo: una acción de terrorismo de Estado.
El embajador Korry ha testificado que ordenó al personal de su Embajada que no se relacionase con un grupo que se denominaba Patria y Libertad, un grupo cuasi-fascista empeñado en pasar por encima de los resultados electorales. Envió tres cablegramas a Washington en los que advertía a sus superiores que no se relacionaran tampoco con ellos. No sabía que sus propios agregados militares habían recibido la orden de entrar en contacto con el grupo y ocultarle a él ese hecho. Y cuando el presidente saliente de Chile, el demócrata cristiano Eduardo Frei, anunció que se oponía a toda intervención de Estados Unidos y que iba a votar para confirmar al presidente legalmente elegido (Allende), Kissinger recurrió precisamente ese grupo.
El 15 de octubre de 1970, le dijeron a Kissinger que había un oficial de extrema derecha, el general Roberto Viaux, que estaba vinculado a Patria y Libertad y que estaba dispuesto a aceptar el encargo secreto de Estados Unidos de eliminar al general Schneider del terreno de juego. Por aquel entonces aún se usaba el término secuestro, que todavía se oye con frecuencia. No obstante, el equipo de la Doble Vía de Kissinger autorizó el suministro de ametralladoras y granadas de gas lacrimógeno a los colaboradores de Viaux y, al parecer, nunca preguntó qué iban hacer con el general cuando estuviera en su poder.
Veamos qué relatan los documentos. Un cable de la CIA al equipo de la Doble Vía de Kissinger, enviado desde Santiago y fechado el 18 de octubre de 1970, dice (los nombres todavía permanecen ocultos por motivos de seguridad; las identidades falsas -que coloco entre corchetes- están escritas a mano por el atento servicio de redacción):
'1. se reúne clandestinamente el 17 de octubre con que le dicen que sus planes progresan mejor de lo que habían pensado. Le piden que, para el 18 de octubre por la noche, les proporcione entre ocho y diez granadas de gas lacrimógeno. De aquí a 48 horas necesitan tres ametralladoras del calibre 45 ('pistolas de engrase'), con 500 balas cada una. Comenta que él tiene tres ametralladoras, pero que son identificables porque están registradas a su nombre, así que no puede usarlas.
2. dicen que tienen que actuar porque creen estar bajo sospecha y vigilados por partidarios de Allende. Ha llegado tarde a la reunión porque ha tenido que evadir la posible vigilancia de uno o dos taxis provistos de antenas que, en su opinión, eran vehículos de la oposición empleados en su contra.
3. Pregunta si tienen contactos en las fuerzas aéreas. Responden que no, pero que les gustaría tenerlos. Por su cuenta, ha intentado conectar con uno y seguirá intentándolo hasta que lo logre. Le animará a que se reúna con lo más pronto posible. Le ha dicho a la oficina que no ha intentado ponerse en contacto con él para mantener una conversación.
4. Comentario: no puede decir quién dirige este movimiento pero tiene firmes sospechas de que es el almirante. Parece, por las acciones y las presuntas sospechas de Allende sobre ellos, que, si no actúan ya, estarán perdidos. La noche del 18 de octubre intenta obtener de ellos más información sobre el apoyo con el que creen contar.
5. La oficina prevé entregar seis granadas de gas lacrimógeno (que llegarán el 18 de octubre a mediodía, por transporte especial) para que se las entregue , en vez de que se las lleve al grupo de Viaux. Nuestra explicación es que trata con oficiales en activo. Asimismo, se irá el 18 de octubre por la noche y no será reemplazado, pero permanecerá aquí. Por eso es importante reforzar la credibilidad mediante la rápida entrega de lo solicitado. Pido la aprobación del cuartel general antes de las 15.00 horas locales del 18 de octubre sobre la decisión de entregar el gas lacrimógeno al segundo .
6. Solicito el rápido envío de tres ametralladoras estériles del calibre 45 y la munición correspondiente al apartado número 1, mediante envío especial si es necesario. Por favor, confirmen antes de las 20.00 horas locales del 18 de octubre que esto es posible, para que pueda informar convenientemente a sus contactos.
La respuesta, con el encabezado 'Inmediato, Santiago (confidencial)', tiene fecha de 18 de octubre y dice:
'Se envían subametralladoras y munición por correo regular, que saldrá de Washington a las 7.00 horas del 19 de octubre y llegará a Santiago a última hora de la noche del 20 de octubre o primera hora de la mañana del 21. Preferimos usar transporte regular para no llamar la atención'.
Otro mensaje, también dirigido a 'Santiago 562', decía lo siguiente:
'1. Dependiendo de cómo vaya la conversación el 18 de octubre por la noche, quizá deba usted presentar un informe para que podamos decidir si debe ser difundido.
2. Nuevo asunto. Si planea encabezar el golpe o tener una participación pública y activa, nos extraña que le preocupe el hecho de que sea posible atribuirle las ametralladoras. ¿Podemos tener una explicación de por qué las armas deben ser estériles? Seguiremos esforzándonos para proporcionárselas, pero, ¿no cuestiona nuestra crddibilidad ver al Ejército dirigiendo a sus tropas con armas estériles? ¿Qué propósito específico tienen esas armas? Intentaremos enviarlas tanto si nos puede dar una explicación como si no'.
Para apreciar en todo su esplendor este tráfico de cablegramas hay que leer otro mensaje, fechado el 16 de octubre. (Sin olvidar que el Congreso chileno se reunía el 24 de ese mes para confirmar al doctor Salvador Allende).
'1. La política, los objetivos y las acciones de se han examinado en altas instancias del USG en la tarde del 15 de octubre. Las conclusiones, que deben servirle de guía, son las siguientes:
2. La política establecida y continuada es que Allende sea derrocado mediante un golpe. Sería preferible que esto ocurriera antes del 24 de octubre, pero los esfuerzos para lograrlo continuarán pasada esa fecha. Seguiremos ejerciendo las máximas presiones y utilizando todos los recursos apropiados para alcanzar el objetivo. Es imperativo que estas acciones se lleven a cabo de forma clandestina y segura, para que el USG y los norteamericanos queden a resguardo . Aunque ello nos obliga a ser muy selectivos al hacer contactos militares y obliga a que dichos contactos se hagan de la forma más segura posible, no impide conexiones como la relatada en Santiago 544, que fue una obra maestra.
3. Tras un examen minucioso, se decidió que un intento de golpe por parte de Viaux, llevado a cabo sólo por él y las fuerzas de las que dispone en la actualidad, fracasaría. Por tanto, sería contraproducente para nuestros objetivos . Se decidió que envíe un mensaje a Viaux para aconsejarle que no emprenda una acción precipitada. En esencia, nuestro mensaje es: 'Hemos revisado sus planes y, basados en sus datos y los nuestros, llegamos a la conclusión de que sus planes de golpe, en este momento, no pueden triunfar. Si fracasan, podrán reducir sus posibilidades para el futuro. Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegará el día en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguirá contando con nuestro apoyo'. Le pedimos que transmita a Viaux este mensaje. Nuestros objetivos son los siguientes: (A) Darle nuestra opinión y aconsejarle que no actúe solo. (B) Seguir alentándole a que amplíe sus planes. (C) Animarle a que una sus fuerzas con las de otros que proyectan golpes, para que puedan actuar de forma coordinada antes o después del 24 de octubre. (N.B. Un transporte especial llevará seis máscaras de gas y seis botes de CS a Santiago; saldrá de Washington a las 11.00 horas del 16 de octubre).
4. Sigue habiendo gran interés por las actividades de Tirado, Canales, Valenzuela y otros, y les deseamos la mejor suerte.
5. Los párrafos anteriores son su guía de actuación. Ninguna otra directriz que pueda usted recibir de o su máximo representante en Santiago, cuando vuelva, deben apartarle de su tarea.
6. Le rogamos que revise todas sus actividades actuales y posibles para incluir propaganda, operaciones clandestinas, hacer que afloren informaciones o desinformaciones, entablar contactos personales o cualquier otra cosa que se le pueda ocurrir para permitirle avanzar hacia nuestro objetivo de forma segura'.
Para terminar, es fundamental leer el 'memorándum de conversación' de la Casa Blanca, fechado el 15 de octubre de 1970, al que el cable anterior se refiere y que resume con mayor honradez. En la reunión de 'altas instancias del USG' estuvieron, según reza el encabezado: 'Doctor Kissinger, el señor Karamessines, general Haig'. El primer párrafo de sus deliberaciones está completamente tachado y no queda ni un garabato del servicio de redacción al margen. (Dado todo lo que se ha reconocido desde entonces, esas 20 líneas debían de ser dignas de leerse.) Si comenzamos en el segundo párrafo, encontramos lo siguiente:
'2. Entonces, el señor Karamessines criticó a Viaux, la reunión de Canales con Tirado, la nueva posición de este último y, con cierto detalle, la situación general en Chile desde el punto de vista de la posibilidad de un golpe.
3. Teníamos una serie de informaciones sobre el presunto respaldo a Viaux en el Ejército chileno. Habíamos valorado las afirmaciones de Viaux con cuidado y habíamos basado nuestro análisis en datos fiables procedentes de diversas fuentes. Nuestra conclusión estaba clara: Viaux no tenía más que una posibilidad entre 20 -tal vez menos- de triunfar en un golpe.
4. Se habló de las repercusiones negativas, en Chile y a escala internacional, de un golpe fracasado. El doctor Kissinger incluyó dichas posibilidades en su lista. Sus puntos eran muy similares a los que había elaborado Karamessines.
5. Los presentes decidieron que la Agencia transmitiera un mensaje a Viaux para advertirle en contra de toda acción precipitada. En esencia, nuestro mensaje debe decir: 'Hemos revisado sus planes y, basados en sus datos y los nuestros, llegamos a la conclusión de que sus planes de golpe, en este momento, no pueden triunfar. Si fracasan, podrán reducir sus posibilidades para el futuro. Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegará el día en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguirá contando con nuestro apoyo'.
6. Tras la decisión de desactivar el golpe de Viaux, al menos por el momento, el doctor Kissinger dio a Karamessines la orden de que conserve los activos de la Agencia en Chile y trabaje de forma clandestina y segura para mantener la capacidad de actuar contra Allende en el futuro.
7. El doctor Kissinger mencionó su deseo de que nuestro apoyo al Ejército chileno en las últimas semanas permanezca en el máximo secreto. Karamessines destacó que hemos hecho todo lo posible en ese sentido, incluido el empleo de falsos oficiales de marina, reuniones en automóviles y todas las precauciones imaginables. Sin embargo, tanto nosotros como otras personas hemos tenido buen número de conversaciones recientes con gente variada. Por ejemplo, las amplias discusiones del embajador Korry con numerosas personas que instan a que haya un golpe 'no pueden volver a encubrirse'. . '.
La reunión terminó con la observación de Kissinger de que la Agencia debía seguir presionando en todos los puntos débiles de Allende: en ese momento, después del 24 de octubre, después del 5 de noviembre y en el futuro, hasta que se diera nueva orden. Karamessines afirmó que la Agencia cumpliría su deber.
Es decir, el grupo de la Doble Vía tenía, a su vez, dos rutas. La primera ruta era el grupo de ultras encabezado por el general Viaux y su segundo, el capitán Arturo Marshal. Habían intentado llevar a cabo un golpe contra los demócratas cristianos en 1969; se les había apartado del servicio y contaban con la antipatía hasta de militares conservadores. La segunda ruta era una facción aparentemente más 'respetable', encabezada por el general Camilo Valenzuela, jefe de la guarnición de la capital, cuyo nombre aparece en los cables mencionados y cuya identidad ha sido borrada en ocasiones. Varios agentes de la CIA en Chile pensaban que Viaux era un perro demasiado rabioso para confiar en él. Y las repetidas advertencias del embajador Korry también surtieron efecto.
Como demuestra el memorándum del 15 de octubre citado más arriba, Kissinger y Karamessines tuvieron dudas de último minuto sobre Viaux, al que, hasta el 13 de octubre, la oficina de la CIA le había dado 20.000 dólares en efectivo y la promesa de un seguro de vida por 250.000 dólares. La oferta contaba con la autorización directa de la Casa Blanca. Sin embargo, a escasos días de que Allende tomara posesión, y dado que Nixon repetía que 'es absolutamente esencial que la elección de Allende a la presidencia quede frustrada', la presión sobre el grupo de Valenzuela se intensificó. Como consecuencia, sobre todo tras las cálidas palabras de aliento que había recibido, el general Viaux también se sintió en la obligación de ofrecer algo y probar que se habían equivocado los que no confiaban en él.
El 19 de octubre de 1970 por la noche, el grupo de Valenzuela, con la ayuda de algunos miembros del del Viaux, y equipados con granadas lacrimógenas suministradas por la CIA, intentaron capturar al general Schneider cuando salía de una cena oficial. El intento fracasó porque se fue en un coche particular, en vez del vehículo oficial previsto. El fracaso provocó un cable muy significativo del cuartel general de la CIA, en Washington, a la oficina local, en el que se exigía actuar con urgencia porque 'el cuartel general debe responder en la mañana del 20 de octubre a las preguntas de las altas instancias'.
Se autorizaron unos pagos de 50.000 dólares al general Viaux y su principal colaborador con la condición de que llevaran a cabo otro intento. Así lo hicieron, el 20 de octubre por la noche. Pero, una vez más, fue otro fracaso. El 22 de octubre se le entregaron al grupo de Valenzuela las ametralladoras 'estériles' antes mencionadas, para que volvieran a intentarlo. Ese mismo día, por fin, el grupo del general Viaux asesinó a Schneider.
Según el veredicto emitido posteriormente por los tribunales militares chilenos, esta atrocidad contó con elementos de ambas rutas de la Doble Vía. Es decir, Valenzuela no estuvo personalmente en la escena, pero en el escuadrón de asesinos, encabezado por Viaux, estaban hombres que habían participado en los dos intentos anteriores. Viaux fue condenado por secuestro y conspiración para dar un golpe. Valenzuela fue condenado por conspiración para dar un golpe. De modo que cualquier intento de distinguir una trama de otra -salvo en hasta dónde llegaron- es un intento de fabricar una diferencia donde no la hay.
Qué importa si a Schneider lo mataron por culpa de un plan de secuestro que salió mal (dijeron, aunque sólo los asesinos, que había tenido la temeridad de resistirse) o si su asesinato era el objetivo desde el principio. El informe de la policía militar chilena describe un asesinato sin más. Según las leyes de todos los países que se rigen por el derecho (incluido Estados Unidos), el hecho de que un crimen se cometa durante un secuestro es una circunstancia agravante, no atenuante. Uno no puede decir, cuando tiene el cadáver a sus pies: 'Sólo quería secuestrarle'. Por lo menos, no puede decirlo si espera poder alegar circunstancias atenuantes.
No obstante, una variedad de 'circunstancias atenuantes' se ha convertido en la fina tapadera con la que Kissinger se ha protegido desde entonces de las acusaciones de complicidad en un delito de secuestro y asesinato, antes y después del hecho. Y esa penosa tapadera ha encontrado cobijo, incluso, en documentos escritos. El Comité de Información del Senado, al investigar el asunto, llegó a la conclusión de que, dado que las ametralladoras suministradas a Valenzuela no se habían empleado en la acción, y dado que la CIA había disuadido oficialmente al general Viaux pocos días antes del asesinato, no había 'pruebas de un plan para matar a Schneider ni de que las autoridades de Estados Unidos previeran en concreto que se iba a disparar contra Schneider durante el secuestro'.
Walter Isaacson, uno de los biógrafos de Kissinger, da por bueno un memorándum de éste a Nixon tras su reunión del 15 de octubre con Karamessines, en el que informa al presidente de que ha 'desactivado' el plan de Viaux. Asimismo se cree la afirmación de que el ataque de Viaux estaba desautorizado.
Estas excusas y lamentaciones son débiles desde el punto de vista lógico y despreciables desde el punto de vista moral. Henry Kissinger tiene una responsabilidad directa por el asesinato de Schneider, como demuestran los siguientes argumentos.
1. Brian MacMaster, uno de los 'falsos marinos' mencionados en los cables anteriores, agente de la CIA que tenía un falso pasaporte colombiano y pretendía representar intereses económicos estadounidenses en Chile, ha relatado sus esfuerzos para 'callar' con dinero a los miembros encarcelados del grupo de Viaux, después del asesinato, y antes de que pudieran implicar a la Agencia.
2. El coronel Paul M. Wimert, agregado militar en Santiago y principal oficial de enlace de la CIA con la facción de Valenzuela, ha testificado que, tras el asesinato de Schneider, se apresuró a recuperar los dos pagos de 50.000 dólares que se habían hecho a Valenzuela y su colaborador, así como las tres ametralladoras 'estériles'. Después se fue rápidamente a Viña del Mar, en la costa chilena, y arrojó las armas al océano. Su cómplice en esta acción, el jefe de la oficina de la CIA, Henry Hecksher, había asegurado a Washington días antes que Viaux o Valenzuela podrían eliminar a Schneider y, de esa forma, desencadenar un golpe.
3. Fijémonos de nuevo en el memorándum de la Casa Blanca y Kissinger, del 15 de octubre, y de qué forma tan literal se transmite a Chile. No es cierto, en absoluto, que 'desactive' a Viaux. En todo caso, le incita -a él, que es un fanático conocido y orgulloso- a redoblar sus esfuerzos. 'Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegará el día en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguirá contando con nuestro apoyo'. No son precisamente palabras de desaliento. El resto del memorándum muestra a las claras la intención de 'aconsejarle que no actúe solo', 'seguir alentándole a que amplíe sus planes' y 'animarle a que una sus fuerzas con las de otros que proyectan golpes, para que puedan actuar de forma coordinada antes o después del 24 de octubre'. Estas tres condiciones son una descripción muy precisa, por no decir profética, de lo que acabó haciendo Viaux.
4. Veamos de nuevo el cable recibido por Henry Hecksher el 20 de octubre, con referencias a las preguntas ansiosas 'de altas instancias' sobre el primero de los atentados fracasados contra Schneider. Thomas Karamessines, cuando el Comité de Información del Senado le interrogó a propósito de este mensaje, respondió que tenía la certeza de que las palabras 'altas instancias' se referían directamente a Kissinger. Así había sido en todas las comunicaciones anteriores de Washington, como se ve en un examen somero de las citas anteriores. Este punto, por sí solo, basta para refutar la afirmación de Kissinger de que había 'desactivado' la Doble Vía (y sus dos rutas) el 15 de octubre.
5. El embajador Korry expuso más tarde un argumento obvio: que Kissinger intentaba construirse una coartada documental por si el grupo de Viaux fracasaba. 'Lo que le interesaba no era Chile, sino a quién se iba a responsabilizar de cada cosa. Quería que yo cargara con las culpas. Henry no quería que se le relacionase con un fracaso, y se dedicó a acumular documentos que responsabilizasen al Departamento de Estado. Me llevó ante el presidente porque quería que yo dijese lo que tenía que decir sobre Viaux; quería que yo fuese el chivo expiatorio'.
En 1970, el concepto de 'negación de la evidencia' no estaba tan definido en Washington como lo ha estado después. Pero es evidente que Henry Kissinger deseaba dos cosas al mismo tiempo. Quería eliminar al general Schneider, por cualquier medio y empleando cualquier instrumento. (Nunca se dieron instrucciones desde Washington de que Schneider debía salir indemne; se empleó la valija diplomática para enviar unas armas mortales y se seleccionó minuciosamente a los hombres violentos que debían recibirlas). Y quería estar al margen en el caso de que el atentado fracasara o saliera a la luz. Son los motivos normales de cualquier persona que contrata o fuerza un asesinato.
Pero, para Kissinger, su necesidad del crimen era muy poco mayor que su necesidad o su capacidad de construir la negación de la evidencia. Sin esperar a que se hagan públicos sus numerosos documentos, o que un juez los reclame, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hay razones para suponer que es culpable de complicidad directa en el asesinato de un funcionario democrático en un país democrático y pacífico.
Extracto de The Trial of Kissinger (Proceso de Kissinger), de Christopher Hitchens, que será publicado en Gran Bretaña el 30 de abril por Verso.
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