Pescado sin bacterias
Los restaurantes de la Barceloneta notan un descenso de la clientela por el efecto del brote de legionelosis
Los camareros de la Barceloneta tenían ayer más dificultades que nunca para atraer clientes a sus restaurantes. Ya no bastaba con cantar las maravillas de su pescado. También tenían que dejar claro que en sus establecimientos no había ni rastro de la bacteria que ha conmocionado al barrio.Pero no todos lo consiguieron. José Luis Rodríguez, propietario del restaurante Perú, lamentaba ayer la "mala imagen" que le está quedando al barrio. "No teníamos suficiente con el mal olor que llega del Maremàgnum y ahora tenemos que cargar con esto". "Esto" es el brote de legionelosis, el tema estrella de los dos últimos días en el barrio pero que casi nadie cita por su nombre. Como si fuera una maldición.
El propietario de restaurante Perú estaba ayer más preocupado por la salud de su familia y los vecinos que por la poca gente que había en la soleada terraza de su restaurante. Sin embargo, recordaba: "Un grupo de 15 personas mayores que tenían mesa encargada me han llamado para cancelar el almuerzo. Tenían miedo". En opinión de este restaurador, el brote de legionella es una más de las lacras endémicas del barrio. "Aquí nadie invierte un duro. Desde que reformaron el paseo Marítim casi no se ha tocado nada; sólo somos conocidos por la delincuencia y los camellos".
El restaurante de José Luis no fue el único que ayer notó la falta de clientes. Otros muchos establecimientos, incluso los más emblemáticos del barrio, vieron ayer como su pescado no desaparecía del mostrador con la celeridad habitual.
El resto del vecindario de la Barceloneta continuaba ayer haciendo vida normal, aunque sin olvidarse de los que han caído enfermos. Radio Macuto funcionó a la perfección. "¿Qué sabes de fulano?", "¿cómo se encuentra mengano?", se oía una y otra vez en el mercado. Algunas tiendas se convirtieron en auténticos centros de información y eran muchas las personas que, aparentemente sin comprar nada, se acercaban a la dependienta que tenían más a mano para saber cómo estaba su vecino.
También podían escucharse las teorías más diversas sobre el foco inicial del brote infeccioso. Mientras que algunos atribuían la aparición de la legionella al mal estado de algunos depósitos de agua, otros culpaban de ello a las cañerías oxidadas y casi cententarias que atraviesan el barrio. Precisamente algunas de ellas han quedado al descubierto en las últimas semanas a causa de unas obras que se están realizando a lo largo del paseo de Joan de Borbó, justo delante de muchas terrazas y restaurantes. Parte del paseo Marítim también se encuentra patas arriba, como la plaza de la Barceloneta, a la que el Ayuntamiento le está lavando de cara.
Pero los vecinos también sospechan del hospital del Mar. "En nuestro barrio no hay grandes instalaciones de refrigeración. Las únicas que conozco son las del hospital", aseguraba un vecino que tiene dos familiares ingresados en ese centro. Para alejar esos rumores, el Ayuntamiento aseguró ayer que todos los conductos de refrigeración del edificio han sido inspeccionados a fondo.
Pero muchos vecinos dudan de las versiones oficiales y buscan en los periódicos la información que echan en falta. Las habitaciones de la octava planta del hospital del Mar, donde se encuentra el grueso de los afectados por el brote, están llenas a rebosar de periódicos. En algunas se pueden contar hasta tres cabeceras distinas. "¡Y eso que nunca lo había comprado!", admite el familiar de un enfermo.
En los restaurantes la angustia se expresa de otra manera. Algunos de los propietarios culpan a los periodistas de quererles hundir el negocio. Un camarero que ayer esperaba estoicamente que cayera algún cliente lo veía difícil. "Con este follón ya veremos quién viene este fin de semana".
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