Los árabes piden un tribunal contra Israel
La reunión de El Cairo planea solicitar al Consejo de Seguridad que se juzgue a los militares judíos
Las fuertes condenas a Israel que ayer se escucharon en la apertura de la cumbre árabe que se celebra en El Cairo llevaban camino anoche de traducirse en la más dura declaración de los 22 miembros de la Liga Árabe desde la cumbre de Jartum en 1967, al hilo de la Guerra de los Seis Días. Si los líderes árabes aprueban el borrador con el que estaban trabajando, hoy anunciarán el fin del proceso de normalización con Israel y su intención de pedir al Consejo de Seguridad de la ONU que cree un tribunal de crímenes de guerra para juzgar a los militares israelíes.
Prácticas bárbaras
ENVIADA ESPECIAL. Las fuertes condenas a Israel que ayer se escucharon en la apertura de la cumbre árabe que se celebra en El Cairo llevaban camino anoche de traducirse en la más dura declaración de los 22 miembros de la Liga Árabe desde la cumbre de Jartum en 1967, al hilo de la Guerra de los Seis Días. Si los líderes árabes aprueban el borrador con el que estaban trabajando, hoy anunciarán el fin del proceso de normalización con Israel y su intención de pedir al Consejo de Seguridad de la ONU que cree un tribunal de crímenes de guerra para juzgar a los militares israelíes. A pesar de todo, la delegación libia abandonó el centro de conferencias porque no se consideraba la ruptura total de relaciones.
"Los líderes árabes han decidido no reanudar ninguna actividad oficial o extraoficial en el terreno multilateral y suspender [tanto] la cooperación económica regional con Israel [como] la participación en conversaciones multilaterales", según el borrador difundido por la agencia Reuters. El texto vincula además la eventual reanudación de conversaciones al "avance concreto hacia una paz justa y comprensiva en todos los frentes". La idea de la paz como objetivo había sido subrayada por la mañana en los discursos de la mayoría de los líderes, tras dejar patente su frustración por el desigual tratamiento que reciben israelíes y palestinos.
Es lo máximo que se podía esperar, muy por encima de las expectativas de los observadores. Un paso más hubiera exigido la denuncia de los tratados de paz firmados con Israel por Egipto (1978) y Jordania (1993), lo que casi equivaldría a una declaración de guerra. En la práctica, las medidas que se barajaban anoche suponen el cierre de las oficinas de bajo nivel abiertas al amparo del proceso de normalización por Túnez, Mauritania, Qatar, Omán y Marruecos (aunque estos dos últimos países ya se adelantaron a la decisión el pasado día 11). Más importante aún, es el fin del diálogo y de todo tipo de contactos.
El proyecto de declaración, que aún puede ser modificado en las discusiones que hasta el momento de la clausura celebren los líderes, presta especial atención a "las matanzas cometidas por las fuerzas de ocupación israelíes" en los territorios palestinos. "Los países árabes perseguirán bajo la ley internacional a los responsables de estas prácticas bárbaras y pedirán al Consejo de Seguridad que forme un tribunal criminal internacional con el propósito exclusivo de juzgar a los criminales de guerra israelíes que han cometido las matanzas", asegura. No se recoge la propuesta del presidente de Túnez, Zin el Abidín, y apoyada por Yemen, de enviar "una fuerza de interposición a las zonas de fricción y a los puntos de paso entre palestinos e israelíes".El tono y la gravedad de las medidas que se consideraban superan con mucho las declaraciones de solidaridad con la causa palestina de cumbres anteriores. Hay que remontarse hasta 1967, a raíz de la Guerra de los Seis Días, para encontrar una postura más dura hacia Israel. En aquella ocasión, la Liga Árabe, reunida en Jartum, sentó las bases de la política de los tres noes: no a la paz con Israel; no a las negociaciones con Israel, y no al reconocimiento del Estado judío.
A pesar de las mínimas posibilidades de que el Consejo de Seguridad acepte la demanda árabe, su solo planteamiento envía un mensaje de firmeza a la comunidad internacional y, sobre todo, a los ciudadanos árabes. El casi seguro veto de Estados Unidos en esa instancia confirmará la extendida convicción de que el mediador está al lado de una de las partes en este conflicto, tal como denunció en su intervención el príncipe Abdulá, heredero del trono saudí y jefe de la delegación de su país.
"Estados Unidos en su capacidad como patrocinador del proceso de paz tiene una especial responsabilidad en el fracaso de este proceso", declaró con inusual franqueza el dirigente de Arabia Saudí, un país considerado el principal aliado de Washington en el golfo Pérsico. "El patrocinio obliga al patrocinador a asegurar que el proceso vaya por el camino adecuado y exigir responsabilidades a quienes se salen del camino prescrito", añadió. En la mente de todos estaba el incumplimiento por parte de Israel de su compromiso de retirarse de los territorios palestinos. Abdulá reiteró que Jerusalén oriental "es una causa árabe e islámica, que no puede ser objeto de negociación o abandono".
Un tono aún más fuerte fue empleado por el presidente sirio, Bachar el Asad. "Si somos débiles, la paz no será una opción sino que nos impondrán las condiciones", concluyó tras aclarar en varias ocasiones que no estaba haciendo un llamamiento a la guerra sino a la "disuasión". Sólo Irak, representado por el vicepresidente, Izzat Ibrahim, hizo un claro llamamiento a la guerra santa.
Por su parte, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, señaló que "la elección entre una paz desequilibrada o el regreso a una atmósfera de violencia no prepara el camino para un futuro mejor".
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