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Las mil caras de Dios asoman en Santiago

Xosé Hermida

Un guerrero de expresión feroz o un hombre de apacible sonrisa. Un toro enfurecido o un gato de mirada ladina. Un cuerpo doliente y ensangrentado o un busto femenino de formas sensuales. Una rectilínea forma geométrica o un grotesco híbrido entre humano y animal. La experiencia de lo trascendente ha inspirado en la humanidad las más dispares representaciones artísticas, incluida la no representación, la pura ausencia, ilustrada por la imagen del trono vacío, uno de los modos antiguos de mostrar a Dios. Contemplar las mil formas distintas con que el hombre ha imaginado a la divinidad es un modo de adentrarse en la historia de las religiones y ha servido de motivo para la exposición Los rostros de Dios, abierta hasta el 30 de noviembre en el monasterio de San Martiño Pinario, en Santiago de Compostela.La cuestión de las imágenes y los símbolos es tan crucial en la religión que a lo largo de la historia ha llegado a provocar conflictos encarnizados, como las guerras de los iconoclastas en el Imperio bizantino. Y es que los conceptos símbolo y religión están emparentados incluso semánticamente: símbolo viene de symbalein, que significa reunir dos cosas diferentes, y religión, de re-ligar. La experiencia religiosa es una experiencia simbólica, que intenta explicar el misterio del universo y restituir el nexo del hombre con su origen perdido u olvidado, con lo no visible, con lo trascendente.

El símbolo -y por añadidura el arte- está en el corazón mismo de las prácticas religiosas de la humanidad.

Hay religiones que proscriben la representación de Dios, pero incluso en éstas se confeccionan iconos para evocar la imagen del Ser Supremo. Cada uno de esos símbolos encierra alguno de los atributos que el hombre le confiere a Dios: los de legislador ciego e implacable, los de padre bondadoso, los de fuente de toda belleza e inteligencia, los de portador de un misterio indescifrable...

El propósito de la exposición es resumir esa miríada de formas con que se ha imaginado a Dios a lo largo de la historia y la geografía humanas. Se trata de una pretensión "enciclopédica", como admiten los organizadores, y ya que el presupuesto y el espacio disponibles eran limitados, hubo que sintetizar en la medida de lo posible. Finalmente, se escogieron 185 piezas que abarcan las principales religiones y culturas, vigentes o ya desaparecidas. Aunque al frente de la organización figura como comisario un sacerdote católico, el canónigo archivero de la catedral de Santiago, José María Díaz, la muestra proclama su espíritu ecuménico y se presenta como "un foro imaginario para el diálogo interreligioso".

La exposición se abre con una referencia al templo como espacio privilegiado para la comunión del hombre con Dios. El museo del Louvre cedió dos inscripciones mesopotámicas en piedra que contienen una lista de templos y de ofrendas a los dioses. Hay también piezas de recintos sagrados babilónicos, romanos, meroíticos -una cultura que se desarrolló en Sudán a partir del siglo VII antes de Cristo- y aztecas. A continuación, el visitante se encuentra con un gran bloque dedicado a las religiones ya extinguidas: estelas conmemorativas de Irán y Siria, una cabeza de toro mesopotámica, divinidades zoomorfas de Egipto o un vaso ritual inca con forma de cabeza de jaguar.

Las representaciones más antiguas de lo divino utilizaban elementos de la naturaleza o animales que, con el transcurrir del tiempo y sobre todo a partir de la Grecia clásica, dejan paso al antropomorfismo, que ocupa la siguiente parte de la exposición, con piezas de origen asirio, egipcio, de las culturas prerromanas de la península Ibérica o de las propias Grecia y Roma. Hay un espacio dedicado al sincretismo de principios del primer milenio que incluye una exuberante máscara de Dionisos.

La parte dedicada a las tres religiones del libro -judaísmo, islamismo y cristianismo- tuvo que resolver el problema planteado por la prohibición de representar la imagen de Dios que mantienen las dos primeras. Los organizadores recurrieron a maquetas -del templo de Jerusalén o del Arca de la Alianza-, objetos para el culto como pilas bautismales y de abluciones o ejemplares de sus respectivos libros sagrados.

En el bloque dedicado al cristianismo la propia arquitectura del monasterio de San Martiño Pinario se integra en la exposición. Los visitantes circulan por una pasarela desde la que se contempla la iglesia del cenobio con su magnífico retablo barroco, obra de Casas, autor también de la fachada de la catedral compostelana. Entre las piezas exhibidas en este apartado están, entre otras, el Cristo de Zurbarán y la Santa Faz de El Greco. Las grandes religiones orientales y los cultos animistas de África y Oceanía cierran la exposición.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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