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Expertos en historia critican la abundancia de símbolos franquistas en Santander

Quince profesores participantes en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre La mirada retrospectiva de la historia, encabezados por el historiador Charles Powell, del Instituto Universitario Ortega y Gasset, han firmado una declaración en la que denuncian el mantenimiento en el casco urbano de Santander de múltiples signos o emblemas del franquismo. Asimismo hacen un llamamiento a las fuerzas políticas para que adopten "una posición clara y rotunda" ante lo que consideran una rémora anómala. Santander no ha tenido un alcalde de izquierdas desde 1937.Los firmantes del documento consideran que basta un breve paseo por la capital cántabra para encontrar en monumentos, plazas y calles la evocación y la memoria del régimen anterior. A su juicio, "el recuerdo de un tiempo pasado no debe confundirse con la exaltación pública de unos personajes cuyas ideas y valores causan violencia a la mayoría de los ciudadanos". Los profesores reclaman "la adopción de medidas que contribuyan a crear un espacio urbano libre y plural abierto a todos los ciudadanos".

Numerosos generales del bando vencedor de la guerra civil dan nombre a calles y avenidas; una estatua ecuestre de Franco situada en pleno corazón de la ciudad, ante el Ayuntamiento, fue desmontada en los años ochenta por el entonces alcalde Juan Hormaechea, quien la repuso una vez terminadas las obras de construcción de un aparcamiento subterráneo. "Si yo no la puse, por qué iba a tener que quitarla", respondió en su día a los partidos de izquierda, débilmente representados en la corporación municipal. Hormaechea adujo una motivación pintoresca: "Destruirla hubiera sido como quemar la biblioteca de Alejandría o la destrucción de las ciudades incas".

Junto con la estatua de Franco, lugar elegido por la extrema derecha para algunas de sus conmemoraciones, pueden verse en Santander otros dos monumentos levantados en memoria de los vencedores de la guerra civil: en El Sardinero, un cañón del acorazado Almirante Cervera, que aterrorizó a la población civil antes de que la ciudad se rindiera a las tropas nacionales; y en la avenida de Reina Victoria, donde un monolito recuerda la entrada en la ciudad del Ejército sublevado. La reciente remodelación de esa avenida ha respetado la ubicación del monolito.

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