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Estados Unidos inicia una tímida y limitada apertura hacia Cuba

El Congreso aprobará dentro de dos semanas una ley para aliviar el embargo comercial

Cuando el Congreso de EE UU apruebe, dentro de dos semanas, la ley que supuestamente aliviará el embargo comercial hacia Cuba, serán los políticos radicalmente anticastristas los que apoyen un texto tan engañoso que ni siquiera contará con el voto favorable de quienes lo propusieron en primera instancia. Ni el caso del niño balsero ni la nueva legislación han logrado relajar las posturas de los partidarios del embargo o los que abogan por su destrucción progresiva.

Los efectos políticos pueden llegar a medio plazo cuando el lobby cubanoamericano en Washington se resienta por el daño sufrido en su cuartel general de Miami tras la batalla por Elián, de la que ellos son los claros perdedores.La nueva ley que permite la venta de alimentos y medicinas de EEUU a Cuba tiene tantas trampas políticas que quienes la propusieron ahora la repudian. Aunque abre el comercio a esos productos, prohíbe la financiación de la compra a través de entidades públicas o privadas estadounidenses o mediante el intercambio comercial.

Christopher Dodd, uno de los senadores demócratas que esperaban recibir una ley más abierta, asegura que la nueva legislación "da algo con una mano y lo quita con la otra: prácticamente hace imposible la venta de alimentos y medicinas", dice Dodd. En cambio, la congresista republicana Ileana Ross-Lehtinen (que ha estado con los familiares de Elián González en Miami casi a diario en los últimos meses) estaba encantada con la nueva legislación "porque hace que la venta de alimentos y medicinas sea lo más difícil posible".

En realidad, la razón por la que esta ley cuenta con el apoyo de los conservadores republicanos hay que buscarla en la letra pequeña. Por un lado, la legislación arrebata al presidente su potestad sobre el levantamiento del embargo; por otro, convierte en ley algo que hasta ahora no tenía ese rango: la prohibición del turismo estadounidense en Cuba. Aun así, los senadores más inmovilistas, como Trent Lott o el ultraconservador Jesse Helms, aún tratarán de frenar la propuesta para que nadie la perciba como un mínimo cambio de rumbo.

El presidente, Bill Clinton, consciente de su escaso margen de tiempo para cambiar una política con Cuba que dejará prácticamente como se la encontró, ya ha anticipado su voluntad de rubricar la nueva ley y sus pocas esperanzas de mejorar la relación "si no hay esfuerzos democratizadores claros por parte del Gobierno de La Habana". Y sus posibles sucesores en la Casa Blanca tampoco anticipan grandes cambios: George W. Bush, que no se había leído la ley, recordó que sigue oponiéndose "al levantamiento de las sanciones" porque no confía en que Fidel Castro "permita que los alimentos lleguen a su pueblo"; Al Gore permaneció en su posición intermedia al mostrarse partidario "de la apertura hacia el pueblo cubano sin ayudar al Gobierno de Castro".

Comportamiento extremista

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Más complicado será saber el efecto del caso Elián en la política de EE UU hacia Cuba. Si el grupo de presión más poderoso en Washington es el cubanoamericano, los efectos de su comportamiento extremista de los últimos meses pueden acabar rebajando su poder.

La Fundación Nacional Cubano-Americana, que imprimió miles de carteles con la cara del niño cuando casi acababa de salir del agua, pagará con una reorganización interna el precio de una apuesta perdida. Además, esta institución acaudalada no logra conseguir que su nuevo líder, Jorge Mas, obtenga el respeto y la autoridad que su padre disfrutaba en Washington. Para remediarlo han escogido a un experto en Cuba (estadounidense, no cubano) para dirigir sus oficinas en la capital.

La doble lectura del caso Elián, para los expertos, favorece un futuro menos intransigente entre los dos países. La mayoría piensa que el viaje del niño balsero ha recordado al americano medio que el embargo es un fracaso que repercute en la vida de los cubanos.

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