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Las virtudes del método MIGUEL ARTOLA

La noticia de la concesión del Premio Menéndez Pelayo a José María Jover es un acontecimiento esperado, algo que las circunstancias podían aplazar, pero que el destino haría realidad. Era inevitable que en el turno a los historiadores su nombre emergiese al final como vencedor. Las razones de este juicio son el conocimiento de su obra, y habría otras muchas de entrar en la consideración de la persona.Como todos, Jover se inició en la investigación con una tesis doctoral cuyo título era una fecha, 1635, y dejaba para el subtítulo la descripción del contenido, Historia de una polémica y semblanza de una generación. El azar puso en sus manos una quincena de escritos en respuesta al Manifiesto en que Luis XIV justificaba la guerra con España. En un género reservado, el de la historia del pensamiento, lo común es el análisis de un autor y la comparación infrecuente. Jover aprovechó la información para construir un modelo de estudio cuyas conclusiones sólo han sido superadas por los efectos que ha tenido sobre los estudiosos de entonces y de hoy del pensamiento político.

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Su primera dedicación experimentó un importante cambio cuando se interesó por la contemporaneidad, sin cambiar por ello su interés por la cultura y las relaciones internacionales que tan brillantemente había ejemplificado en su obra príncipe, Conciencia burguesa y conciencia obrera en la España contemporánea, una conferencia en el Ateneo de 1951 que fue el anuncio público del cambio de rumbo. El encargo de sustituir a Menéndez Pidal en la dirección de la Historia de España de Espasa supuso limitaciones y proporcionó oportunidades que le hicieron escribir notables estudios generales. La importancia del pensamiento como testimonio histórico era aún su terreno preferido y lo había demostrado de manera brillante en su edición de Mister Witt en el cantón, tal vez la mejor novela de Ramón J. Sender.

A su tiempo llegaron los honores, la elección para la Academia de la Historia, que le dio ocasión para ilustrar a mayor escala las virtudes del método al analizar La imagen de la I República en la España de la Restauración, en la que argumenta convincentemente la influencia histórica de los vencidos sobre el mañana.

La otra cara de su dedicación es la de las políticas estatales, conflictos y colaboraciones, reducidos malamente a categoría académica bajo el título de relaciones internacionales. Es un terreno en el que ha aprendido en la docencia y ha enseñado en los libros. Que no parece oportuno citar para que estas líneas no se confundan con una reseña de una obra en la que destaca la fidelidad a los temas y a los métodos en la medida en que el hombre es fiel al cambiar. Hoy, con ocasión del premio, nada más grato que recordar lo que ha sido Jover para los historiadores.

Miguel Artola es catedrático emérito e historiador.

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