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Vinoble, el paraíso del dios Baco

El aroma que destila el Alcázar de Jerez durante estos días ha atraído, casi por hipnosis, a los mejores catadores y enólogos del mundo. La culpa es de Vinoble 2000, el II Salón Internacional de los Vinos Nobles, que reúne bajo un mismo techo a los caldos más exquisitos y raros de 12 países de todo el planeta. Los paladares más exigentes en el campo de la viticultura tienen una agradable tarea, la de analizar y degustar los 750 vinos que han llegado procedentes de 322 bodegas y 98 regiones productoras.Las tradicionales catas, los denominados laboratorios del gusto, y los seminarios encuentran, además, un marco inmejorable para la celebración del evento: el remozado conjunto monumental del Alcázar de Jerez, del siglo XII, que deja empapar sus paredes, los baños árabes, el patio de armas, el palacio de Villavicencio y la torre del homenaje de la nobleza de estos productos.

Para el comisario de la muestra, Carlos Delgado, "hoy Vinoble es un referente imprescindible en el mundo enológico y vinícola. Como Vinexpo para otras categorías, lo es Vinoble para los vinos generosos, licorosos y dulces especiales".

Alrededor de 130 periodistas acreditados siguen atentamente el desarrollo del salón, donde se pueden encontrar rarezas como los Tokaj-Hegyala, de Hungría. Estos vinos tienen la particularidad de criarse en las faldas de unos antiguos volcanes cuya lava es una excelente tierra de cultivo para las vides. Las extrañas condiciones de su crianza hacen pasar a la uva por una "podredumbre noble" que concentra sus aromas y su azúcar y que dan como resultado el admirado caldo húngaro.

Entre los representantes alemanes aparece otra de las joyas de la muestra, los vinos de hielo. El proceso de elaboración de estos caldos tiene su origen en las uvas heladas que se recogen en pleno invierno germano. Chipre aporta a Vinoble uno de los productos más antiguos, el Commandaria, eElaborado con uvas pasificadas. Francia, Italia, Portugal e, incluso, Australia también han querido estar presentes en Jerez.

Los australianos, en concreto, presentan en esta edición los vinos del estado de Nueva Gales del Sur, su más antiguo asentamiento vitícola, cuyos orígenes se remontan a 1778.

El país anfitrión, España, es también el que acapara un mayor número de expositores. A los celebres jereces y vinos navarros, catalanes o de Montilla-Moriles hay que sumar, entre otros, los llegados desde las viñas de las Islas Canarias. Destacan los procedentes de La Palma, donde las vides crecen en las escarpadas laderas que se forman en los barrancos y desniveles de hasta 1.200 metros sobre el nivel del mar que dibujan el paisaje de la isla.

Vinoble 2000 reserva sus tesoros a los profesionales del sector hasta el viernes. La jornada del sábado se abrirá las puertas al publico en general, previo pago de una entrada de 1.500 pesetas. Será la última oportunidad antes de la próxima edición, en 2002, de disfrutar de este verdadero placer para los sentidos.

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