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El terremoto electoral del siglo

El pasado 12 de marzo, Cataluña vivió algo parecido a un terremoto electoral. Los expertos piden tiempo para evaluar las repercusiones del seísmo, pero los efectos empiezan a ser visibles: la sacudida ha resquebrajado algunos de los principios que han servido para interpretar el comportamiento electoral de los catalanes en casi todos los periodos democráticos del siglo XX. Básicamente, dos reglas de oro han quedado en entredicho: la que afirmaba que la izquierda siempre se impone en unas generales en Cataluña y la que consideraba que el centro derecha de corte españolista estaba condenado a desempeñar un papel subordinado, cuando no anecdótico, frente al catalanismo moderado.El ascenso del PP, con casi el 23% de los votos, ha roto el techo que en su día obtuvo UCD. Este avance ha tenido mucho que ver con que esta vez los catalanes se hayan comportado en las urnas de una forma más similar a la del resto de España. En Cataluña, el centro derecha se ha impuesto con claridad a la izquierda por primera vez desde 1923 y la derecha españolista ya no ve imposible el sorpasso frente al catalanismo moderado.PASA A LA PÁGINA 6

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Jaque a la Cataluña de izquierdas y catalanista

VIENE DE LA PÁGINA 1 El 19 de mayo de 1901, la irrupción de la Lliga Regionalista y de los republicanos en Barcelona asestó un golpe mortal al anquilosado sistema de partidos de la Restauración. Desde esa fecha, la ciudad de Barcelona quedó libre de tupinades, de encasillados y del turno pacífico entre las dos familias políticas dinásticas, la liberal y la conservadora, y paulatinamente esa característica fue trasladándose al resto de Cataluña.

Aquella sacudida no sólo liquidó el viejo sistema de la Restauración, sino que se llevó por delante a las opciones de derecha españolista. En Barcelona, y en menor medida en el resto de Cataluña, la derecha pasó a ser casi un monopolio del nacionalismo catalán.

Han tenido que pasar casi 100 años del gran éxito de la Lliga y su candidatura de los cuatro presidentes -Bartomeu Robert, Albert Rusiñol, Lluís Domènech i Montaner y Sebastià Torres- para que la derecha no catalanista, vinculada a un partido de ámbito nacional, haya superado el 20% de los votos en unas elecciones generales en Cataluña. Lo consiguió el Partido Popular (PP) el pasado 12 de marzo, lo que le permitió dar un nuevo paso en su lento proceso de normalización en Cataluña.

Su avance fue especialmente relevante en la ciudad de Barcelona, donde el PP es ya uno de los tres grandes partidos, en pie de igualdad con el PSC y CiU. Los conservadores alcanzaron el 26,4% de los votos y se quedaron a sólo el 0,8% de Convergència i Unió (CiU), la formación catalanista que en las dos últimas décadas ha tenido la hegemonía indiscutida del centro derecha en Cataluña. Hace sólo 14 años, la diferencia entre ambos partidos en Barcelona fue de 19 puntos.

El gran agujero negro que la derecha españolista tiene en Cataluña y que el ministro portavoz y candidato del PP, Josep Piqué, ha tratado de matizar data de 1901, con la victoria de la Lliga. Con todas las dificultades que se quiera y aprovechando a fondo los resortes del caciquismo, las opciones de derecha -que incluían a las distintas familias liberales y conservadoras- fueron ampliamente mayoritarias en el Parlamento español hasta que las Cortes fueron disueltas, en 1923, por el golpe de Miguel Primo de Rivera. En 1910, los partidos dinásticos sumaban el 82% de los diputados de la Cámara baja, y 10 años después, en 1920, su influencia seguía intacta: reunían el 83% de los diputados, según los datos recogidos por Juan Linz en El sistema de partidos en España.

En Cataluña, en cambio, su influencia era mucho menor porque el centro derecha era un coto casi privado de la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Lliga y Francesc Cambó. En 1920, sólo el 27% de las actas de Cataluña correspondieron a los representantes de los partidos dinásticos, agrupados en la Unión Monárquica Nacional, según relatan Albert Balcells, Joan B. Culla y Conxita Mir en Les eleccions generals a Catalunya de 1901 a 1923.

Si en esta época el fracaso de la derecha de obediencia española en Cataluña es claro, todavía lo es más si se tienen en cuenta exclusivamente los resultados de la ciudad de Barcelona, donde los mecanismos clásicos del caciquismo fueron prácticamente inoperantes a partir de 1901. Entre 1903 y 1923 no hubo ni un solo representante de los partidos dinásticos hegemónicos en Madrid que obtuviera acta de diputado por la ciudad de Barcelona.

El dominio que la Lliga tuvo en el campo del centro derecha en Barcelona fue total y los intentos de articular una derecha vinculada a Madrid acabaron en fracaso. La Coalición de Derechas cosechó únicamente el 11% de los sufragios en Barcelona en las generales de 1910 y la Unión Monárquica Nacional, el intento más sólido de levantar una alternativa españolista a la Lliga en el primer tercio de siglo, nunca superó el 17% en la ciudad.

Durante la Segunda República, la CEDA renunció a implantarse en Cataluña y estableció con la Lliga -que en 1933 pasó a llamarse Lliga Catalana- un sistema de colaboración equivalente al que el PP mantiene actualmente con la Unión del Pueblo Navarro (UPN): la CEDA se dio por bien representada a través de la Lliga y renunció a fundar una agrupación regional; de esta forma, el catalanismo reforzó su monopolio sobre el centro derecha. La CEDA sólo rompió su protocolo tras las convulsiones de octubre de 1934 y fundó el grupúsculo Acción Popular Catalana, que sin embargo se insertó en el Front Català d'Ordre, liderado por la Lliga.

El centro derecha españolista únicamente superó al catalanismo entre 1977 y 1979 a través de Centristes de Catalunya-Unión de Centro Democrático, pero esta formación era suficientemente heterogénea como para matizar su adscripción a la derecha clásica. Además, se trataba de un periodo excepcional, tras casi 40 años de dictadura franquista y con un sistema de partidos todavía en construcción. Cuando éste se estabilizó, en 1982, el catalanismo -esta vez a través de CiU- recuperó holgadamente su hegemonía en el centro derecha de Cataluña.

No obstante, a diferencia de los periodos históricos anteriores, la derecha vinculada a un partido de ámbito nacional no sólo no ha desaparecido, sino que a las puertas del siglo XXI ya no ve imposible el sorpasso respecto a CiU. Desde su refundación, en 1989, el PP no ha dejado de ganar terreno en las generales y el 12 de marzo superó ampliamente el techo de UCD al acariciar el 23% de los votos en Cataluña.

Pero el 12 de marzo no sólo aceleró la recomposición del espacio político del centro derecha, sino que los comicios alteraron otro principio que había servido para todo el siglo: el que sostenía que en las elecciones generales Cataluña vota mayoritariamente a las opciones de izquierda.

Por primera vez desde 1923, el centro derecha se impuso con comodidad en las urnas al conjunto de las opciones de izquierda que en alguna ocasión han obtenido representación parlamentaria: la suma de CiU y el PP aventajó en 8,3 puntos a la suma de los sufragios recogidos por el PSC, ERC e IC-V.

En el primer tercio de siglo, Cataluña siempre se había orientado más a la izquierda que el resto de España y se convirtió en el principal feudo de los republicanos. La tendencia se mantuvo en la Segunda República, incluso en las elecciones del 19 de noviembre de 1933, las que dieron el triunfo a la derechista CEDA. En Cataluña, la izquierda obtuvo menos escaños, pero más votos que la derecha: según el Atlas electoral de Catalunya durant la Segona República, de Mercè Vilanova, la izquierda alcanzó en aquellos comicios el 57,2%, mientras que la derecha se quedó en el 42,7%. A ello contribuyó, aunque no decisivamente, la estrategia de la Lliga de votar a algún candidato de izquierdas para que superara el 40% y se evitara así la segunda vuelta.

En 1977 y 1979, tras casi 40 años de franquismo, Cataluña volvió a tener un comportamiento diferenciado y se orientó de nuevo a la izquierda. En el resto de España se impuso UCD, pero en Cataluña el bloque de izquierdas superó con claridad al de derechas, que a su vez contenía elementos más progresistas -como Convergència Democràtica y Unió Democràtica- que en el resto de España. La fuerza específica que en Cataluña tenía el comunista Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) hizo que esta comunidad llegara a ser considerada una de las más rojas de Europa occidental.

La excepción catalana quedó en entredicho el pasado 12 de marzo. En 1993, el centro derecha ya había superado a la izquierda en Cataluña por el estrecho margen de 1,5 puntos, pero hay que remontarse al periodo de la Restauración para encontrar una diferencia en favor de las opciones conservadoras tan rotunda -de 8,3 puntos- como la que se ha dado en los últimos comicios del siglo XX.

Tras estas elecciones, la supuesta clave roja en Cataluña ya no funciona ni siquiera en el otrora llamado cinturón rojo del área metropolitana de Barcelona. Una de sus comarcas emblemáticas, el Baix Llobregat, sigue siendo un feudo del PSC, pero el PP ha crecido espectacularmante. En los últimos comicios quintuplicó el apoyo logrado por Iniciativa per Catalunya-Verds, la formación nacida del PSUC. En 1977 la proporción había sido de 19 a 1... a favor del PSUC.

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