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Ametller Origen proyecta un macroinvernadero en Mont-Roig del Camp mientras trata de desencallar su parque agrario

La compañía tiene paralizadas las obras de su proyecto de agricultura convencional, pero invertirá 50 millones en desarrollar agricultura hidropónica

Un local de Ametller Origen.
Un local de Ametller Origen.AMETLLER ORIGEN (AMETLLER ORIGEN)
Josep Catà Figuls

Con la proliferación de sus 146 tiendas, el grupo Ametller Origen, especializado en productos frescos en fruta, verdura y hortaliza, no está solo cambiando el mapa de los supermercados en Cataluña. También pretende ser un agente de cambio para el sector agrícola catalán. Las tiendas del grupo se abastecen, en un 60%, de productos que compran a otros agricultores o empresas, pero el resto viene de producción propia, y para ello han ido aumentando su tamaño de forma considerable. Desde que los hermanos Jordi y Josep Ametller fundaron esta empresa hace casi 25 años, el grupo ha pasado de tener 20 hectáreas de cultivo a las 1.800 hectáreas actuales, llenando con su economía de escala los huecos que a menudo quedan por la falta de sucesión empresarial en el ámbito de la agricultura. El gran proyecto de Ametller Origen en esta estrategia, un gran parque agrario en Gelida (Alt Penedès) para el que la compañía recibió 4,2 millones de euros de fondos europeos, está paralizado 10 años después de que se presentara la primera propuesta, encallado en trámites administrativos. Mientras trata de sacarlo adelante, el grupo ha decidido iniciar otro proyecto ambicioso: invertirá 50 millones de euros en construir un centro de innovación agroalimentaria en Mont-Roig del Camp, donde desarrollará agricultura hidropónica —es decir, sin necesidad de usar el suelo— en grandes invernaderos para tener ciclos de cultivo más largos y donde la tecnología tendrá un papel fundamental.

Ametller Origen, que tiene 4.700 trabajadores, ha experimentado un crecimiento considerable en este cuarto de siglo de vida. El grupo consta de 18 empresas (la que gestiona las tiendas, la que gestiona la fábrica de productos elaborados, la que gestiona la logística y otras empresas productoras que tiene repartidas por España, entre otras), está presente en Cataluña y Andorra con sus 146 tiendas, todas propias, y prevé continuar abriendo establecimientos al mismo ritmo que hasta ahora. El año pasado, el grupo batió su récord de facturación con unas ventas globales de 681 millones de euros, un incremento del 23% con respecto al año anterior, que esperan replicar en este ejercicio.

La empresa no da detalles sobre el resultado neto de 2024, pero explica que obtiene cada año beneficios y que los reinvierte. En 2023, según las cuentas depositadas en el registro mercantil, estos beneficios fueron de 12,3 millones de euros. En ese ejercicio, su ratio de endeudamiento (la relación entre el pasivo del grupo y su patrimonio neto) fue del 2,2 —por encima del valor ideal, que está entre un 0,4 y un 0,6—, con una deuda a corto plazo que ascendía a 10,8 millones. Esta posición de apalancamiento se sostiene por el ritmo de crecimiento de los últimos años, y las proyecciones para los siguientes, lo que anima a la empresa a seguir invirtiendo para crecer.

Para alimentar este crecimiento, el grupo se abastece de productos tanto propios como de terceros, lo que le ha granjeado algunas críticas porque algunos de los productos no son de proximidad pese a la imagen que proyecta la compañía. “Estamos creciendo, y esto forma parte del crecimiento”, argumentó el martes el consejero delegado, Josep Ametller, en un encuentro con medios de comunicación. La estrategia del grupo no es acabar produciendo por si mismos todo lo que se vende en las tiendas, sino seguir nutriéndose de productos de diversos orígenes, pero el plan es ir ganando músculo productivo propio a medida que también van expandiéndose las tiendas.

En este sentido se enmarcan los dos grandes proyectos que Ametller Origen tiene en marcha. El primero es el del Agroparc de Gelida, un proyecto que empezó a idearse hace diez años para tener una gran extensión de más de 250 hectáreas donde se llevará a cabo agricultura convencional e intensiva, y donde el grupo quiere ubicar su sede y su nueva fábrica, que sustituirá la que ahora tiene en Olèrdola (Alt Penedès). Con una inversión de 180 millones de euros, está previsto que las obras, que han estado paralizadas por trámites administrativos, empiecen antes del verano. El proyecto ha recibido el rechazo de grupos ecologistas, que han tratado de impedirlo presentando recursos ante la justicia.

Agricultura sin suelo

El otro gran proyecto es el que la compañía presenta este miércoles en Mont-Roig del Camp, con 50 millones de euros de inversión, “la mayor en el sector hortícola catalán”, asegura la empresa. El objetivo, además de aumentar la producción propia, es introducir en Cataluña las técnicas innovadoras para cultivar durante más meses al año, y para aprovechar terrenos donde el suelo no es apto para la agricultura convencional. “En 25 años la población ha crecido un 30%, y por lo tanto el consumo de tomates también. Pero la producción de esta fruta se ha desplomado un 71% en este periodo”, explicó Joan Simó, director de Innovación y Sostenibilidad del grupo, quien también recordó que la superficie hortícola, en este lapso de tiempo, ha pasado de más de 20.700 hectáreas a solo 8.000, un retroceso del 57% que acompaña al descenso del 32% en el número de explotaciones agrícolas.

Por todo ello, Ametller Origen ha decidido fomentar una solución alternativa. En lugar de usar suelo cultivable, ha comprado en Mont-Roig una serie de terrenos, un total de 115 hectáreas (por un millón de euros en total) que estaban muy deteriorados y que son poco productivos. Pero ahí instalará 50 hectáreas de invernaderos tecnificados donde en lugar de cultivar en el suelo se cultivará en sacos y bandejas, “dando a la planta exactamente lo que necesita, y controlando mucho mejor las plagas”, explicó Simó. Este tipo de agricultura, llamada hidropónica, permite ser mucho más eficiente y obtener un rendimiento de 10 veces más que en la convencional con un uso mucho menor en agua. “En Cataluña la media de producción de tomates es de cuatro kilos por metro cuadrado, y con la hidropónica se llega a unos 60 u 80 kilos. Nosotros haremos menos porque buscamos el mejor sabor”, añadió Simó.

En el macroinvernadero, que se prevé que empiece a estar operativo en 2027, la mitad del agua para regar las lechugas, los tomates y otros alimentos provendrá de la lluvia recolectada. Y para la otra mitad, el grupo está en conversaciones para utilizar parte del agua de una depuradora cercana, y están estudiando instalar también una planta desalinizadora, para lo que esperan poder contar con la colaboración pública. El inicio del proyecto, que ha sido declarado como estratégico por la Generalitat, se financiará con fondos propios y luego con financiación de entidades de crédito. Toda la producción estará digitalizada, en el mismo terreno se instalará el almacén para evitar el transporte y las emisiones contaminantes, y la previsión es tener a unos 500 trabajadores, para lo que también habrá un centro de formación. “El gran reto es encontrar a gente local que quiera trabajar en la agricultura, por eso tendremos las mejores condiciones laborales. Y nuestra intención es ser muy potentes en el ámbito del conocimiento para que esto sea un cambio de paradigma en la agricultura”, explicó Ametller. Preguntado por si teme un nuevo rechazo por parte de grupos ecologistas o de defensa del paisaje —la planta cercana de fabricación de componentes de baterías de Lotte ya tiene un recurso interpuesto—, Ametller afirma que se están haciendo las cosas bien. “No dejaremos de hacer las cosas por miedo, y si hay que tardar tardaremos, pero no defalliremos”.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.
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