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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Genoma público

DESCIFRAR EL genoma humano, el mapa de los casi 100.000 genes que caracterizan nuestra especie, se ha convertido en uno de los mayores retos de la ciencia mundial. Desvelarlo en su totalidad, aparte del valor simbólico que supone tener en nuestras manos el manual de instrucciones que rige el desarrollo de los humanos desde el óvulo fecundado hasta la muerte, implicará un paso de gigante en la medicina y en la tan buscada comprensión de nuestra naturaleza.Todo ello convierte al genoma humano en un patrimonio universal. Nada más lógico que considerarlo un bien público, cuyo acceso ha de ser libre y gratuito. Lo contrario significaría transformar en mercadería nuestra propia esencia. Ésa es la causa del escalofrío que ha producido el anuncio hecho por una empresa privada estadounidense de que logrará descifrar el genoma este mismo año, es decir, tres antes que el consorcio público financiado básicamente por EE UU y el Reino Unido, y que al mismo tiempo se resistía a compartir estos datos para no dar ventajas a la competencia.

Aunque el anuncio inicial ha sido matizado luego, difícilmente pueden los Gobiernos permitir que una empresa pueda patentar la cartografía básica del genoma humano. La declaración conjunta del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el primer ministro británico, Tony Blair, que conmina a que los resultados de estas investigaciones se hagan públicos, representa una advertencia en toda regla para frenar algunas ambiciones comerciales desmedidas e impulsa un nuevo modo de entender la investigación básica, más atenta a la idea de ciencia universal y pública que al afán de reducir la salud a una cuestión de mera rentabilidad.

La principal empresa biotecnológica de EE UU, Celera Genomics, que hasta hace menos de una semana mantenía izado el pabellón de los beneficios, ha respondido que dará libre acceso a sus hallazgos en la secuenciación del genoma. Un reconocimiento que no implica el abandono de las patentes genéticas. Pero ya no del genoma, sino de los métodos para obtener resultados útiles de esa base genética pública. Algo similar a lo que ya ocurre con el inmenso campo de las moléculas en la industria farmacéutica, y que la propia declaración de Clinton y Blair reconoce como un acicate para el desarrollo científico.

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