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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

e-spionaje

Si las nuevas tecnologías facilitan la comunicación, también favorecen un espionaje de nuevo cuño. Hace tiempo que EE UU lo comprendió. La CIA y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) dedican hoy su mayor esfuerzo, satélites incluidos, al espionaje electrónico, que les permite no sólo ver mejor el terreno, sino interceptar conversaciones telefónicas, faxes, correos electrónicos y otros envíos de datos. Aunque en parte fuese necesario en la lucha contra el crimen, este nuevo espionaje debería someterse a reglas para, al menos desde las democracias, no atentar contra el derecho a la intimidad o a la protección de datos, ángulo por el que el Parlamento Europeo ha entrado a debatir la cuestión. Los informes encargados por la Eurocámara han servido para poner de relieve la existencia de un dispositivo, denominado Echelon, por el cual EE UU y otros países anglosajones (Reino Unido en primer lugar, más Canadá, Australia y Nueva Zelanda) intercambian información, no sólo de seguridad, sino crecientemente también económica y empresarial.El espía que surgió del frío para vigilar al enemigo, desaparecido éste, ha dejado paso a unos ojos electrónicos que buscan saber lo que hace el competidor. Echelon existía desde hace años; pero se ha reconvertido. Cabe recordar que en 1995 Francia expulsó a cinco agentes estadounidenses por espionaje económico. Es un tipo de espionaje del que no se libran las propias empresas, cuya capacidad de control de la intimidad de sus empleados y clientes también debe ser fuente de preocupación.

Aunque no sirva de justificación, sino de constatación, todos los países que pueden se dedican a este tipo de espionaje y uso de las nuevas tecnologías. ¿No fue capaz Rusia de engañar al dirigente checheno Dzhojar Dudaiev para, mientras hablaba por un teléfono móvil con Moscú, alcanzarlo con un misil en abril de 1996? Sin embargo, las capacidades de espionaje electrónico de EE UU -país que domina Internet y que más se resiste a permitir una codificación efectiva de los mensajes que viajan por las redes- fueron muy útiles a la OTAN durante la guerra por Kosovo. Ahora bien, reflejo de la complicidad anglosajona, durante el conflicto fueron las constantes quejas de franceses y alemanes respecto a la poca información que, en comparación con la que llegaba a Londres, les suministró EE UU. Echelon pone de relieve no sólo la escala universal del nuevo espionaje, sino también una grave desconfianza entre los que se suponen aliados en la OTAN. Y lleva a la perentoria necesidad para Europa de suplir sus carencias y dependencias en este terreno de la información.

En todo caso, el Parlamento Europeo ha apuntado la necesidad de que las economías -y, hay que añadir, los ciudadanos- se protejan con medidas legales y sistemas efectivos frente a este nuevo intrusismo, ya no sólo estatal, sino también empresarial; una versión nuevo siglo del Gran Hermano de Orwell. Aunque a veces se averíe. Pues los ordenadores de la poderosa NSA quedaron paralizados durante 72 horas en enero pasado debido a un fallo informático.

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