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NEUROFISIOLOGÍA Dormir bien alarga la vida Más del 25% de los adultos padece problemas relacionados con el sueño

El sueño es un estado fisiológico en el que el ser humano pasa una tercera parte de su vida. Sus mecanismos de regulación y sus alteraciones, que afectan en mayor o menor grado al 25% de los mayores de 30 años, siguen siendo escasamente conocidos pero se sabe que dormir bien alarga la vida, según indicaron expertos de todo el mundo reunidos en la Fundación Ramón Areces de Madrid en el simposio Neurobiología y patología del sueño.

Los expertos afirmaron que recientes investigaciones establecen una clara relación entre la cantidad y calidad de horas de sueño y la esperanza de vida. Algunos estudios epidemiológicos han revelado que, al cabo de cinco años, la mortalidad era superior en las personas que dormían muy pocas horas en relación con las que dormían muchas horas. Las consecuencias se agravaban si la calidad del sueño no era buena, es decir, si no era suficientemente restaurador. "Realmente, todavía no sabemos encontrar una explicación a este hecho. Tal vez las personas que dormían poco, mucho o mal tenían otras enfermedades de base que les condujeron a la muerte", objetó Thomas Wehr, del Instituto Nacional de la Salud de Bethesda (Estados Unidos).Wehr, que ha desarrollado varios estudios sobre el sueño, afirmó que el hombre actual duerme mucho menos que sus antepasados y "la principal causa es la existencia de la luz artificial, que obliga a que permanezcamos despiertos muchas más horas de las que nos dictarían los ritmos circadianos regidos sólo por la luz solar".

A juicio de este especialista, tanto la luz ambiental como la artificial se han convertido en factores determinantes en la aparición de ciertas alteraciones del sueño, y en concreto del insomnio, que es la más frecuente. Wehr subrayó que los tratamientos con melatonina, una hormona segregada por la glándula pineal, están dando resultados prometedores en algunos trastornos del sueño.

Qué es el sueño, por qué dormimos y cuáles son los mecanismos celulares y moleculares que se producen en el sistema nervioso central para que se dé ese fenómeno necesario y periódico que es el ciclo sueño-vigilia son preguntas cuya respuesta no se conoce bien, según los especialistas reunidos en la Fundación Ramón Areces.

El cerebro no se para

"Sabemos que el sueño está regido por el sistema nervioso central y organizado por una serie de redes neuronales muy complejas. Cuando sepamos cómo se produce el sueño, empezaremos a conocer por qué se presentan sus alteraciones y podremos tratarlas mejor", admitió Fernando Reinoso, profesor de la Universidad Autómoma de Madrid.

Hasta bien entrado el siglo XX se pensaba que durante el sueño el cerebro cesaba en su actividad de conciencia. Hoy se sabe que no es así. Lo que hace es cambiar de modo muy significativo el tipo de actividad de conciencia, según Allan Hobson, profesor de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). En opinión de Hobson, durante el sueño "se produce una activación de la corteza cerebral sin llegar al estado de vigilia, y para que esto pueda darse tienen que producirse determinados cambios neuroquímicos".

Hobson también observó que los cambios de la función cerebral durante el sueño afectan a otros sistemas del organismo, principalmente a los aparatos respiratorio y cardiovascular, que se pueden ver alterados patológicamente. De hecho, según recordó, la mayor mortalidad por enfermedad cardiovascular se produce a altas horas de la madrugada, "probablemente porque en algunos procesos patológicos, esos momentos del sueño son los que presentan una mayor vulnerabilidad."

Hobson subrayó que la necesidad de dormir está íntimamente relacionada con el hecho de ser mamíferos, en cuanto que durante el sueño se normaliza la función termorreguladora, que de no producirse conduciría a la muerte. "Y también durante esta etapa", añadió, "se desarrollan las funciones de consolidación, programación y organización de los procesos relacionados con la memoria".

Los expertos coincidieron en señalar que "no existe un número ideal de horas de sueño para todas las personas". Así, mientras que unas personas necesitan dormir sólo "de cuatro a cinco horas, otras precisan hasta más de diez" para sentirse descansadas durante el día.

Tranquilidad, regularidad y establecimiento de hábitos fijos son normas esenciales para conciliar el sueño sin problemas, indicó Diego García Borreguero, jefe de la unidad del sueño de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, quien agregó que la tolerancia al insomnio es menor, ya que "todas las personas que consultan ahora se preocupan mucho más que antes cuando no pueden dormir bien". García Borreguero avanzó que el estilo de vida actual, "sobre todo el de las grandes ciudades, dominado por las prisas, el estrés, los ruidos y ciertas condiciones lumínicas", no favorecen la posibilidad de un sueño reparador.

"No se conocen bien", dijo, "los efectos a largo plazo de la supresión del sueño. En algunos estudios realizados durante dos semanas a sujetos jóvenes, en los que se suprimía su tiempo de sueño en un 30% o 40%, se observó que se producían ciertas alteraciones hormonales, que posiblemente podrían inducir más tarde problemas de hipertensión y diabetes".

Un estudio de la Comisión de los Institutos Americanos de Salud Pública ha evidenciado que algunas de las mayores catástrofes por fallos humanos, entre ellas el accidente nuclear de Chernóbil, se han producido por problemas de sueño.

El 37% de escolares sufre trastornos

Los trastornos del sueño no son sólo cosa de adultos: el 37% de los escolares más pequeños (los que van a la guardería y a los cuatro primeros cursos de primaria) padece al menos un problema relacionado con el dormir, de acuerdo con un estudio realizado con 494 niños y publicado en el número de febrero de la revista Developmental and Behavioral Pediatrics.

Entre los trastornos del sueño que se mencionan en este estudio figuran la resistencia a irse a la cama, la dificultad en conciliar el sueño o permanecer dormido, la enuresis nocturna (mojar la cama), el sonambulismo, la somnolencia diurna y algunos problemas respiratorios, como el roncar.

El estudio, dirigido por Judith Owens, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Brown (Estados Unidos), ha sido realizado recogiendo datos no sólo de los propios niños y de sus padres, sino también de los profesores, que son quienes mejor suelen observar a los niños en distintos ambientes y bajo diferentes niveles de estimulación.

La información de los críos es también importante, según los investigadores, que han notado discrepancias entre los datos de padres e hijos. Los niños reconocen mayores niveles de algunos problemas que lo que manifiestan sus padres, como la dificultad para dormirse o el despertarse durante la noche, que son los dos problemas más habituales entre los niños de guardería, según este trabajo.

Owens sostiene que los resultados del estudio muestran un error muy frecuente entre los pediatras: que los niños pequeños duermen bien y que el sueño no les plantea ningún problema de rendimiento escolar.

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