Vacunas para el siglo XXI Las nuevas técnicas de inmunización pretenden frenar el auge microbiano y curar patologías no infecciosas
Las nuevas vacunas experimentales están llamadas a combatir la malaria, el sida y otras graves infecciones insensibles a las técnicas de inmunización actuales. Esta próxima generación de vacunas, basada en la manipulación genética y en otras herramientas moleculares, permitirá, además, prevenir y tratar enfermedades no infecciosas. En el punto de mira de los investigadores están ya patologías como el cáncer, el Alzheimer, la diabetes o la adicción a la cocaína. La era de la vacunación entra así en su tercer siglo de historia con el objetivo de superar los recientes fracasos y poner freno al actual resurgir de un sinfín de nuevos y viejos patógenos. Una de las claves del éxito está en dominar la tecnología del ADN y vencer los recelos que suscita su uso.
En 1796, Edward Jenner inmunizó a un niño contra la viruela al administrarle la primera vacuna. Dos siglos después ya no hay ni un solo caso de viruela en el mundo, y otras dos enfermedades -la polio y la lepra- están a punto de ser erradicadas. Millones de personas están protegidas frente a graves infecciones como el tétanos, el tifus o la difteria; pero el sida, la hepatitis C y otras infecciones mortales o muy graves carecen todavía de una vacuna eficaz para prevenirlas.El balance de estos dos siglos arroja un saldo de una treintena de vacunas conseguidas (algunas, como la de la tuberculosis, necesitan urgentemente ser mejoradas) e innumerables intentos frustrados. Los métodos tradicionales han resultado inviables para desarrollar vacunas contra algunas infecciones, bien porque no funcionan o bien porque plantean riesgos desproporcionados.
A este problema hay que sumar el resurgir de algunas infecciones, debido en parte a las crecientes resistencias a los antibióticos y al hecho de que desde los años sesenta no se haya desarrollado ninguna nueva clase de antibióticos. Y, por si no había bastante, en las últimas tres décadas han surgido o se han identificado por primera vez 30 nuevas enfermedades infecciosas, a razón de una por año, según informa la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su documento Vacunas y vacunación en el nuevo milenio: desafíos y tendencias.
Este panorama ha movido a los investigadores a agudizar el ingenio, estudiar mejor los microorganismos y el sistema inmunitario y ensayar nuevos abordajes. Como resultado, ya empieza a haber numerosas vacunas, todavía en fase experimental, contra las infecciones más escurridizas, desde el sida al herpes simple. Muchas de ellas pertenecen al grupo de las vacunas genéticas, fabricadas con genes del microrganismo patógeno.
Esta nueva técnica inmunitaria, inaugurada con animales en 1992 y que se ensayó en 1995 con enfermos de sida y un año después en personas sanas, es todavía experimental, pero se presenta como la más prometedora. Entre otras razones, porque permite diseñar fácilmente vacunas a la medida: basta con inocular el gen o genes que codifican las proteínas capaces de desencadenar la oportuna respuesta inmunitaria.
Para sus defensores, como los estadounidenses David Weiner, uno de los pioneros en este campo, y Ronald C. Kennedy, que estudia su aplicación al cáncer, el futuro de la inmunoterapia está en las vacunas genéticas. "Las vacunas de ADN conservan todos los aspectos positivos de las vacunas tradicionales a la vez que evitan sus riesgos", afirmaban en un reciente trabajo en la revista Scientific American.
Las ventajas de los genes
La diferencia radical de las vacunas genéticas respecto a las tradicionales está en que no contienen microorganismos vivos o atenuados y ni siquiera un fragmento, como es el caso de todas las vacunas actuales. Y esto es lo que las hace ventajosas, porque así se evitan los problemas de reactivación del agente patógeno, de estabilidad y de conservación (muchas necesitan mantenerse en nevera), además de ser más baratas y fáciles de producir.
Pero esta superioridad teórica debe ser demostrada. Por ahora, hay vacunas genéticas en fase de experimentación contra el sida, la tuberculosis, el rotavirus (agente infeccioso causante de diarrea infantil) y algunos tipos de cáncer, entre ellos el de mama, el de próstata o el linfoma.
La mayoría de estas vacunas apenas han superado la etapa de experimentación con animales y se encuentran en la primera fase de los ensayos clínicos (con personas sanas) para estudiar si realmente son seguras. Aunque parece que son bien toleradas, no han demostrado aún su eficacia en la prevención o el tratamiento.
Las vacunas genéticas tendrán que esperar, pero ¿cuándo estarán disponibles? Lluís Salleras, director de Salud Pública de la Generalitat de Cataluña y uno de los expertos españoles en vacunas, no se atreve a dar fechas, pero "cuando llegue la hora para algunas nuevas vacunas quizá la enfermedad esté solucionada por otra vía; por ejemplo, el sida".
"Es difícil contestar, pero lo más probable es que en la próxima década, quizá antes", responde la experta en vacunas Margaret A. Liu, que trabaja para la firma californiana Chiron y antes lo hizo para Merck, y que fue seleccionada por la revista British Medical Journal para escribir en un número especial de fin de siglo cómo serán las vacunas del futuro.
Entre otras tendencias, Liu destacaba en ese artículo que las vacunas del futuro servirán no sólo para prevenir, sino también para curar. Y admite que el límite entre las vacunas genéticas y la terapia génica es cada vez más borroso.
El reciente conocimiento de que un buen número de ensayos de terapia génica realizados en Estados Unidos ha fracasado y ocasionado la muerte de algunos enfermos confirma que la manipulación genética no está todavía dominada. "Las vacunas genéticas plantean todavía dudas importantes sobre su eficacia y seguridad", afirma el experto en medicina preventiva Ángel Gil, aunque reconoce que "el futuro será el de las vacunas de ADN".
Pero este futuro puede quedar lejos. Aunque se han acortado los plazos, el desarrollo de una vacuna puede durar 10 o 20 años. La mayoría se quedan a mitad de camino y alguna incluso cuando ya está a la venta. De las dos últimas vacunas aprobadas por la Food and Drug Administration de Estados Unidos, una de ellas (contra el rotavirus) ha habido que retirarla porque provocaba numerosas reacciones adversas.
El desarrollo de una vacuna es tan complejo que tiene un punto de aleatoriedad y misterio. Además, "cada vacuna tiene su secreto", dice Salleras. Algunas son "casi perfectas", como la del tétanos o la triple vírica del sarampión, rubéola y parotiditis, pero otras deben ser mejoradas.
Con todo, reconoce que "conseguir una protección del 100% y sin reacción es casi imposible". La inmunización se fundamenta siempre en un engaño. En las vacunas convencionales se inocula un microorganismo muerto o debilitado, o un fragmento, haciendo creer al sistema inmunitario que se trata de una invasión en toda regla, pero permitiéndole desarrollar sus defensas y estar preparado para cuando se produzca una invasión; en las genéticas, el engaño lo llevan los genes. Pero este engaño puede ser controlado y estimular una respuesta inmune que puede aprovecharse para prevenir o tratar diversas enfermedades. Es posible, por ejemplo, provocar una reacción inmunitaria contra los espermatozoides (vacuna anticonceptiva), contra las células cancerígenas o contra la proteína beta amiloide que se deposita en el cerebro y causa el Alzheimer.
Conforme se conozcan las secuencias genéticas completas de los microorganismos patógenos se podrán diseñar y probar vacunas con diferentes genes hasta dar con la composición adecuada para desencadenar una respuesta inmunitaria del organismo segura y eficaz. Algunas de las nuevas vacunas tardarán décadas, pero otras quizá no vean la luz este siglo. El tiempo dirá si hemos sobrestimado el poder de la medicina y subestimado el de los virus y bacterias.
Próximas novedades
En el horizonte de los próximos años está previsto que se introduzcan nuevas vacunas. De las cinco siguientes, las dos primeras son conjugadas: el antígeno se ha unido a otra sustancia para aumentar así la respuesta inmune:
- Meningocócica C. Previene la meningitis causada por el meningoco C. Por razones de salud pública, se ha introducido ya en el Reino Unido sin haber completado los ensayos clínicos. En España, donde el brote epidémico de hace un par de años causó una mortalidad del 10%, se introducirá en septiembre e irá directamente al calendario vacunal para los niños de 18 meses.
- Neumocócica. Está indicada para la prevención de la neumonía por neumococo en niños y personas mayores (la que hay es de uso hospitalario). Se están realizando los últimos ensayos clínicos en California y puede tardar todavía unos dos o tres años. Se incorporará a la pauta de vacunación en los mayores de 65 años.
- Hexavalente. En una única inyección se inoculan seis vacunas: difteria, tétanos, tos ferina, Haemophilus influenza B, hepatitis B y polio inyectable. Simplificará la pauta de administración y permitirá sustituir la vacuna de la polio oral (con virus inactivado) por otra más segura. Tardará unos cinco años.
- Antigripal inhalada. Su eficacia parece que será limitada y no protegerá más de seis meses, pero la ventaja de su fácil administración generalizará su uso. No estará lista hasta dentro de unos cinco a siete años.
- Antiherpética genital. Desarrollada por ingeniería genética, se está probando en 6.500 personas en todo el mundo. En marzo habrá datos de los ensayos de eficacia. Será tanto preventiva (para países con alta prevalencia de la enfermedad) como terapéutica. Tardará todavía unos 10 años.
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