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Menos grados de protesta que en Seattle

Javier Sampedro

No está claro si quien organizó en pleno enero la reunión sobre bioseguridad de Montreal lo hizo aposta, pero si lo que pretendía era evitar una inflamada protesta callejera al incómodo estilo de Seattle, debe admitirse que su estrategia ha dado un resultado francamente brillante. Durante la jornada de ayer y a las puertas del edificio de la Organización Internacional de la Aviación Civil, sede del encuentro, una docena de espartanos activistas envueltos en bufandas hasta las cejas, repartían octavillas antitransgénicas en los pocos ratos libres que les dejaban las más vitales tareas de mirar el reloj, consultar el termómetro y sacudirse la nieve de las pestañas. Protesta, haberla, hayla, pero a muchos menos grados que en Seattle.Los opositores a la modificación genética, a cambio, tienen voz en el foro. Un grupo de 24 ONG -Greenpeace, entre ellas- hizo ayer suya una de las máximas más compactas de Seattle -"no heredamos la tierra de nuestros padres; se la hemos tomado prestada a nuestros hijos"- para hacer público su manifiesto a favor del Protocolo de Bioseguridad.

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Según estos activistas, el grupo de Miami sólo está interesado en proteger las cuantiosas inversiones que sus industrias han hecho en la tecnología de transgénicos, y los demás países no deben consentir que esa minoría vuelva a bloquear, como ya hizo en Cartagena (Colombia), en febrero pasado, la firma de un protocolo que, según ellos, resultará crucial para impedir un desastre ecológico mundial de consecuencias imprevisibles.

Estas ONG consideran irrenunciable obligar a los países productores de alimentos genéticamente modificados a que cumplan tres condiciones previas a la exportación de sus mercancías: que notifiquen siempre cuáles de sus cargamentos contienen transgénicos; que faciliten una información exacta y completa sobre su contenido, y que les sea requerido un permiso explícito por parte de los países importadores.

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