_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ignacio Aldecoa, el tiempo inmóvil

Un amigo me dijo un día: "¿Te das cuenta de que Ignacio no envejece nunca?". Lo dijo con melancolía, contemplando una hermosa fotografía de Carles Fontseré, con un fondo de rascacielos neoyorquinos. Una foto en la que Ignacio sonríe frente a mi mesa de trabajo. "Día a día, nosotros envejecemos. Él no". Y era cierto. Ignacio se ha quedado detenido en el tiempo del retrato con su sonrisa joven, su mirada joven, las manos en los bolsillos, la frente alzada a un viento de esperanzas y promesas.En un poema juvenil, Ignacio nos advertía:

"La angustia de los ácidos retratos, / membrillos en el polvo de los años, / vierte por la consola un débil rayo / de momentos robados.

Una vida nos brinda su noticia / en unos ojos secos contenida / y el arco estrangulado de la risa / su alma arrugada fija".

Más información
Aldecoa recibe el homenaje de su ciudad natal en el 30º aniversario de su muerte

Hoy se cumplen 30 años desde aquel día en que la juventud de Ignacio se detuvo para siempre. En nuestro país y en el mundo entero han cambiado muchas cosas en estos 30 años. Pero la obra de Ignacio Aldecoa permanece intacta, con la misma belleza y lozanía, con el mismo vigor que el día que fue escrita. Y en muchos aspectos, con mayor valor porque a sus méritos literarios se ha añadido uno más: el testimonio que se deriva de sus personajes y de las situaciones por las que atraviesan.

Ignacio mira a su alrededor y, dotado de una sensibilidad literaria estremecedora, transcribe para nosotros la amargura y la soledad, la desesperación y la rabia de un ser humano que se ve arrojado a la existencia y condenado a vivirla sin remedio. Como todo auténtico escritor, Aldecoa percibe y penetra profundamente la inevitable melancolía del hombre destinado sin remedio a la muerte. Más allá de la situación social que elige para sus personajes, por encima del tiempo que al escritor y a esos personajes les ha tocado vivir, late la otra verdad, la intemporal, la pregunta que acongoja al Homo sapiens desde que balbucea sus primeros descubrimientos lúcidos: ¿por qué y para qué estoy sobre la Tierra?

Por eso es también reveladora su respuesta cuando, meses antes de morir, le preguntan a Ignacio en una entrevista: "¿Contra qué escribirías?" Y él contesta: "Contra la injusticia. Contra lo que escribo". E inmediatamente pasa sobre el momento social que está viviendo para añadir: "Pero mi preocupación es más amplia: la brevedad de la existencia, la humanidad, la medida del hombre frente a la naturaleza".

Han pasado 30 años. Personalmente, los he vivido inmersa en la misma fascinación que la personalidad de Ignacio me producía durante el tiempo que vivimos juntos. He vivido estos 30 años apoyada en el recuerdo de Ignacio y he alimentado este recuerdo con los recuerdos de los otros, los de su sangre y sus amigos, sus compañeros, todos los que le conocieron.

Esta ligazón, esta presencia permanente del hombre que fue Ignacio Aldecoa en la nostalgia, la evocación y la soledad de los que le amamos durará mientras duren nuestras vidas. Pero cuando los depositarios de los recuerdos directos nos hayamos ido, quedará su obra y siempre habrá un hombre que al leerla descrifre su mensaje de solidaridad y esperanza. Esta comunicación milagrosa es la forma más sofisticada de relación interpersonal. Ésa es la grandeza de la literatura.

Han transcurrido 30 años. "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". El tiempo sí ha pasado sobre nuestros cuerpos, nuestros movimientos, nuestros gestos. El tiempo desgasta y lima y destruye. Sólo la sonrisa de Ignacio Aldecoa permanece en su retrato, inmóvil en el tiempo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_