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Tribuna
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Pinochet y los realistas

Aznar no ha obrado por convicciones, sino por oportunismo político

Josep Ramoneda

El relato del horror que interpretó el fiscal Alan Jones en la vista por la extradición de Pinochet pone las cosas en su sitio. El cumplimiento de los procedimientos jurídicos es garantía insoslayable, pero la cuestión principal son las atrocidades cometidas. Entre presiones diplomáticas y triquiñuelas judiciales se corría el riesgo de que el mal quedara perfectamente banalizado. Jones ha impuesto el principio de realidad. Quienes piensan que Pinochet no debería ser juzgado no pueden hacer abstracción de la crueldad de los delitos que se le imputan. Porque de lo contrario los que utilizan argumentos de realismo político para devolver a Pinochet a Chile caen, como siempre que un instrumento se convierte en doctrina, en el peor de los idealismos: la desvirtuación de la realidad.El caso Pinochet está sirviendo para que nos conozcamos mejor. Para el Gobierno es una papeleta. Todos sabemos que buena parte de la derecha española estuvo a favor del golpe de Estado de Pinochet. Basta leer la prensa de la época y hacer un poco de memoria de las cosas que se decían a media voz. No es ninguna presunción abusiva suponer que la mayoría de los partidarios del golpe de Pinochet está entre el electorado del Partido Popular. Aznar ha amalgamado a todas las derechas -éste ha sido uno de sus méritos reconocidos-, sin que ninguna de ellas se haya desmarcado. Por tanto, es legítimo pensar que los pinochetistas también están dentro. Aznar ha hecho lo de tantas veces: no obrar por convicciones, sino por oportunismo político. El Gobierno no tiene opinión sobre un caso de tanta envergadura, porque se escuda bajo el argumento de la independencia de la justicia. Convierte la demanda de extradición en un trámite para dar un perfil políticamente incoloro a su acción, al tiempo que manda al fiscal general a hacer el trabajo sucio: boicotear la extradición. Y despliega una diplomacia de doble lenguaje que irrita a los gobernantes chilenos.

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El doble lenguaje adquiere carácter vergonzante cuando echa las culpas a los socialistas de no querer consensuar una solución que devuelva a Pinochet a Chile. Además de no mojarse, Aznar quiere que el PSOE pague el gasto. ¿Cinismo o ignorancia de la historia reciente? A pesar de los argumentos de Felipe González, el PSOE no puede tener otra posición que apoyar la extradición. El golpe de Estado de Pinochet fue una herida profunda que todavía sangra en el imaginario de la izquierda española. Y el PSOE tiene en la izquierda sus raíces y su clientela. En política, no todo se reduce a pesar y medir las relaciones de fuerza, también hay cuestiones de sensibilidad. ¿Cómo va a obviarlas el PSOE para echarle una mano a Aznar cuando está atrapado por su oportunismo?

De entre los argumentos que se han utilizado contra la actuación del juez Garzón hay dos que me parecen mezquinos: el soberanismo y los complejos derivados de las cuentas pendientes de nuestra transición.

El procesamiento de Pinochet introduce en las relaciones internacionales la idea universal de justicia, cercenada por la soberanía de los Estados. La soberanía nacional no es un valor ilimitado. Y cada vez lo será menos. Hay delitos que no tienen patria, aunque casi siempre se cometan en nombre de la patria. Son delitos que atañen directamente a la dignidad del hombre y que, por tanto, conciernen a la humanidad entera. Por ejemplo, los de Pinochet. Actuar contra ellos es reconocer el carácter universal de la justicia por encima de coartadas soberanistas o multiculturalistas. Si Chile no era capaz de juzgar al dictador, es irreprochable que quien legalmente pueda hacerlo lo haga. Entrar en el argumento soberanista es llevar la batalla al terreno ideológico que Pinochet quiere. Si pretendió legitimar el terror en nombre de la patria, ahora quiere justificar su exculpación en nombre de la patria.

Se dice que los españoles no tienen derecho a hacer con Pinochet lo que no fueron capaces de hacer con Franco y los franquistas. Pinochet pagaría cierto complejo de inferioridad derivado de nuestra incapacidad por derrocar a Franco. La impotencia de entonces es precisamente una razón para ayudar a los chilenos a conseguir lo que en España no se logró. Porque nunca es buena noticia que los dictadores y sus acólitos salgan impunes de sus fechorías. Es un incentivo para la crueldad.

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