Las raíces hispanas

Walt Whitman ya lo dijo en 1883: "La noción de que Estados Unidos ha sido modelado exclusivamente por los británicos es un gran error". El gran poeta norteamericano, que se dirigía a los habitantes de Santa Fe, la capital de Nuevo México, añadió que el carácter norteamericano es "una fusión de elementos, a la que España aporta algunas de sus partes más importantes". Más de un siglo después de esos comentarios, EE UU sigue renqueando a la hora de reconocer que, desde Florida a California, pasando por Tejas y Nuevo México, un tercio de su territorio perteneció durante tres siglos a España. Y que los colonos españoles fundaron ciudades, levantaron iglesias e imprimieron libros en el sur y el oeste de EEUU mucho antes de que los primeros "peregrinos" británicos pusieran sus pies en las regiones del noreste.

En esa inmensa porción de territorio, que Washington compró a España o arrebató militarmente a México en el siglo XIX, se enraizó una cultura que sincretizó con gran belleza elementos hispanos e indios. Las misiones franciscanas de California, el palacio de los Gobernadores de Santa Fe o el castillo de San Marcos (Florida) son algunos de los monumentos que levantan acta de la vejez y perdurabilidad de la huella hispana.

Aquellos conquistadores y colonos españoles cometieron tropelías con los nativos, pero nunca practicaron una política sistemática de exterminio, como lo prueba la supervivencia de los indios pueblo de Nuevo México. Como escribió el historiador norteamericano Michael Kammen, España estableció en sus colonias norteamericanas "un pluralismo social y racial institucionalizado por leyes y costumbres", que contrastó con el "tribalismo y la exclusión" de los anglosajones.