Resucita la Acrópolis de América
Se aceleran los trabajos de restauración de la misión californiana de San Juan Capistrano
San Juan Capistrano es "la Acrópolis de América", declaró hace unos años el entonces gobernador de California, Pete Wilson. Gerald Miller, que dirige desde hace seis años la restauración de la vieja misión española, acaba de decir lo mismo a The New York Times: "Capistrano es la ruina más importante del país". Este verano, los trabajos han entrado en su fase decisiva con la restauración de la cúpula y la aportación de dinero público para las obras. California ha entregado un millón de dólares para resucitar el esplendor de la misión que fundara fray Junípero Serra en 1776.
California lleva ya décadas construyendo sus principales edificios públicos y sus suntuosas mansiones privadas en lo que se denomina "estilo español". El Estado norteamericano más poblado y rico no quiere vivir sólo del presente y el futuro, también busca raíces culturales. Y las más visibles y hermosas son las 21 misiones franciscanas levantadas por fray Junípero Serra. Situada entre San Diego y Los Angeles, San Juan Capistrano es la más romántica de las misiones californianas. Su atractivo es tan grande que, en el condado de Orange, solo Disneyland le supera en número de visitantes. Cada año, medio millón de personas se acercan a visitar la misión, o mejor dicho, sus ruinas.
De no haber sido por la solidez con la que la construyeron albañiles de la tribu india de San Juanemo, dirigidos por el maestro mexicano Isidro Aguilar, San Juan Capistrano habría perecido por completo en el gran terremoto de 1812.
Cayeron muchos techos y muros, pero, como dice con orgullo retrospectivo Miller, "los españoles venidos de México y los nativos californianos que levantaron San Juan Capistrano eran excelentes profesionales". También eran delicados decoradores y uno de los equipos de Miller trabaja ahora con rayos infrarrojos en la restauración de los motivos florales locales con que fue adornada la cúpula principal de la iglesia.
Unos 10 millones de dólares costará la restauración completa de la misión. La mayor parte de ese dinero procede de fondos particulares recogidos por la Sociedad para la Preservación de la Misión San Juan Capistrano. "Los californianos", dice un portavoz de la sociedad, "hemos heredado un tesoro, que ha sobrevivido a los cambios de soberanía entre España, México y EE UU, varias revoluciones, incontables ataques de piratas y terroríficos terremotos. Nuestra obligación es transmitirles mejorada esa herencia a nuestros hijos".
California fue española hasta 1821. Tres décadas después, EE UU ya se la había arrebatado a México. Entretanto, las ruinas de San Juan Capistrano habían sido vendidas en 1845 a un particular, Juan Foster, que instaló allí su hogar. El presidente Abraham Lincoln, en 1865, devolvió la misión a la iglesia católica.
En las décadas que siguieron creció la leyenda de la misión. Mientras sus restos se llenaban de malezas y se convertían en refugio de vagabundos, Helen Hunt Jackson la convirtió en un mito con su novela Ramona, publicada en 1880.
La California actual reproduce hasta la saciedad lo que llama "el estilo español". Pero es más reticente a aceptar los aspectos lingüísticos y sociales de su componente fundacional hispano. De ahí los referendos para prohibir la enseñanza en español o cortar la asistencia social a los inmigrantes.
Pero la reconquista humana y cultural del EE UU hispano ya está en marcha. Kevin Starr, bibliotecario mayor del Estado de California, ha declarado al The New York Times: "A medida que nos volvemos a convertir en un país hispano o latino, muchos californianos están empezando a apreciar el componente español de nuestra historia. Las misiones ya no sólo tienen un poderoso atractivo histórico, sino que son un emblema de nuestro futuro".
La llamada capilla de fray Junípero Serra de San Juan Capistrano, que resistió bastante bien al terremoto de 1812, está considerada el más viejo edificio en pie de California. Los otros edificios de la misión vuelven ahora a resucitar, bajo la dirección técnica del arquitecto John Loomis y el ingeniero Nels Roselund. Como diría Carlos Fuentes, "la aventura quijotesca no ha terminado todavía en el Nuevo Mundo".
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