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56ª MOSTRA DE VENECIA

La sombra de Kubrick deja en el festival la vitalidad de la división de opiniones

Nicole Kidman, Tom Cruise y un ejército de seguidores acompaña a "Eyes wide shut"

ENVIADO ESPECIALEl Lido veneciano se convirtió anoche en la caja de resonancia del inminente estreno en Europa de Eyes wide shut. Tras las cinco proyecciones del filme se oyeron sobre él opiniones de todos los signos y colores, disparidad que, en la insulsa formalidad actual del cine, es indicio inesperado de vitalidad. Pero el gran Stanley Kubrick, que desencadenó esa rica y reconfortante confrontación, fue sólo una sombra apagada por la guapa presencia de los protagonistas de la película, Tom Cruise y Nicole Kidman, que se han convertido en sus únicos dueños.

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Todo giró ayer aquí alrededor de la fugaz "escala técnica" que el célebre matrimonio de estrellas hizo en las instalaciones que la Bienal de Venecia pone en marcha en la isla balneario del Lido. Ella llevaba tres días disfrazada de anónima turista australiana en la inaccesible prisión de lujo del hotel Cipriani. Ni un roce con los informadores y los fotógrafos, protegida por un ejército de gorilas y por la tupida e infranqueable red de ejecutivos funcionarios de relaciones públicas de todo tipo, hasta un total de 120, que Hollywood ha movilizado para promocionar Eyes wide shut durante el itinerario de su desembarco en goteo por toda Europa.La bella Kidman sólo se dejó (o la dejaron) ver ayer por la mañana, después de la llegada al aeropuerto de Marco Polo de Tom Cruise, su marido inseparable en la ficción de Eyes wide shut y, por lo visto, algo menos inseparable en la vida, ya que sólo les han permitido mostrarse muy juntos y con pinta de atortolados, probablemente para prolongar en su imagen a ras de suelo lo que sugiere el desenlace en las nubes la ficción, cuyo protagonismo absoluto, por encima del de Stanley Kubrick, iniciaron ayer aquí.

Victoria de Kidman

Su matrimonial conferencia de prensa fue tan multitudinaria como veloz. Dio la impresión de que había prisas por hacerles volar a París, donde tendrá lugar dentro de un par de días el segundo de este tramposo y estudiado baño de multitudes. Pero si aquí abajo hay empeño en ofrecernos la imagen de un matrimonio en perfecto estado de tú a tú, en Eyes wide shut, la película ambiciosa y compleja que quieren convertir en escaparate y en su coartada de "cine intelectual", las cosas parecen estar lejos de ser así, ya que en la pantalla se perciben pronunciados desequilibrios entre las actuaciones de ambos, cuyo cotejo, por desgracia para Cruise, da una victoria por fuera de combate a favor de Kidman.

Ella logra una libre, exacta, inteligentísima y seductora lección interpretativa, mientras él ofrece síntomas de dificultades graves para sostener el tipo metido dentro del pellejo de un personaje que no domina y que, debido a ello, le obliga a mecanizar sus gestos, a subrayarlos y en ocasiones a enfatizarlos, para lograr hacerlos visibles, perceptibles y vivibles por el espectador al mismo tiempo que él los vive o, más exactamente en este caso, que finge vivirlos.

Nicole Kidman sale de las manos de Kubrick convertida en una actriz eminente, mientras Tom Cruise se muestra tan pelele y tan en las manos, tan sobredirigido por Kubrick, que su ejercicio interpretativo, ciertamente nada fácil y de los que requieren mucho talento y mucha experiencia, se asemeja a un esfuerzo sostenido, persistente a lo largo de casi tres horas del filme, por ocultar su incapacidad para componerlo suelto, libremente.

Viendo la película se entiende que Kubrick, una vez terminada y montada, llamara a Cruise para repetir, durante otros dos meses de rodaje, casi la totalidad de su interpretación. Algo debió arreglar, pero no todo. El balance de este encuentro-choque entre Kidman y Cruise se prestaba ya sobre el papel a la disparidad de opiniones.

Los comentarios a voces de los corrillos de cinéfilos que, como siempre, se formaron ayer en el Lido tras las proyecciones confirman el augurio. Hay respuestas de todos los tipos a la capacidad sugeridora, y a veces provocadora, de esta singular, y singularmente arrítmica y desequilibrada, última aventura de Kubrick en la pantalla.

Artificiosa construcción

Desde la afirmación entusiasta a la negación irritada, pasando por el "sí, pero no" y el "no, pero sí" o incluso por el puro y simple desconcierto del "no me he enterado de nada" y el prepotente "me he enterado de todo y no me dice nada", todas las esquinas del acuerdo y el desacuerdo salieron a relucir.

Y esto, que puede ser (y, a juicio de este cronista, es) una pista de la artificiosidad de la construcción de Eyes wide shut y de las insalvables contradicciones interiores de su enrevesada composición, en el marco de un festival se convierte en un estimulante juego de pin pón con ideas y criterios, en vez de otro juego más con los consabidos y estomagantes "me gusta" o "no me gusta" propios de la trivialidad erótica del glamour, la gran peste del cine actual, cada día más convertido en una sucursal de la lógica del escaparate y la pasarela.

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