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El murmullo inglés ARCADI ESPADA

Henry Kamen vive en Cataluña por amor. Secamente. Uno de los grandes hispanistas de nuestro tiempo, autor de una obra reciente, fundamental y polémica sobre Felipe II y paciente reconstructor de la memoria del medievo catalán, se somete, y hasta con placer, a las condiciones vigentes en España para el trabajador de la cultura: sueldos bajos, contratos precarios, infraestructuras de investigación muy limitadas. Eulàlia, a la que conoció hará unos veinte años, nunca pudo acostumbrarse al cielo inglés. "Cobro cuatro veces menos. Cada año debo esperar que me renueven el contrato. Y, evidentemente, yo aún gozo de ciertos privilegios. No hay bibliotecas. Me refiero a bibliotecas de calidad, como las que uno encuentra en Estados Unidos o en Inglaterra". Por si fuera poco, a todo ello se añade el curry, los estofados con curry. "El curry... Hay muy poca gente que haya perdido sus raíces hasta el punto de no recordar los sabores de su infancia". La memoria de Kamen es ambigua. Hasta los 13 años acumuló recuerdos de Asia: nació en Rangún, la capital de Birmania, y vivió también en la India. La razón de todo esto era el trabajo de su padre, ciudadano británico y alto ejecutivo de Shell, la empresa petrolífera. Asia duró hasta la muerte del padre. La familia volvió de inmediato a Londres y el pequeño Kamen inició otra vida. En esa vida, por cierto, y dado el carácter tradicional de la estratificación social inglesa, no dejó nunca de ser un birmano. En aquella época, los presentadores de televisión aún mantenían una monótona unidad racial. Aquello acabó, bien acabado. Pero en la vida de Kamen, de entonces provienen más pérdidas irreparables. "El otoño y las nieblas. Y el tono acústico de Inglaterra, que es un país donde no se grita. Ese murmullo, que se aprecia especialmente en los pueblos, y que tranquiliza el espíritu. Lo echo en falta. Verdaderamente". Fueron, así, los primeros recuerdos de su vida, los olores y los colores de Asia, los que facilitaron el encontronazo brutal con la España del ajo y la paella, del calor y del griterío. Brutal, pero mucho menos de lo que sería para cualquier otro british. Cabe imaginar, por ejemplo, uno de esos hombres finísimos, todo venas, ante el espectáculo de fabricación de las porras en una churrería madrileña. El hombre frente al balde hirviendo de aceite negruzco, observando al carismático churrero tocado por un nimbo de grasa. Por el contario, cuando Kamen vio aquello, la porra y el churro y el nimbo, sólo pensó "¡ah, como en la India!", y pidió de inmediato una docena. Sin embargo, a la hora del trabajo añoró siempre el murmullo inglés. Ya no el de las personas, solamente, sino el de la lluvia y el viento, esa sonsònia, para decirlo en palabra de Pla, que hacía, y tal vez haga aún, de Londres la ciudad idónea para una vida dedicada al placer intelectual. Kamen es un hispanista del interior, podría decirse. Como Gibson. Y lo contrario de Parker, su rival en la hermeneútica felipista, o de Eliot. Por cierto, sobre Eliot: "No me trato con Eliot. Hay un problema. A Eliot le dicen muy a menudo que es el mejor historiador de todos los tiempos. Se lo dicen, de veras. Yo no se lo he dicho nunca. Este accidente ha entorpecido de manera definitiva nuestra relación". Un hispanista, o cualquiera que se dedique al estudio de un país extraño, ¿ha de vivir en el país extraño? ¿Son así mejores los frutos del estudio? Kamen da la impresión de haber respondido hace mucho tiempo a esta pregunta. "Un hispanista no necesita la experiencia directa. Su manera de interpretar el mundo que ha elegido no mejora por vivir entre los herederos de ese mundo. El territorio de un hispanista es su imaginación, la construcción mental que se ha hecho...". Vacila. Está a punto de rematar el razonamiento diciendo que es mejor para alguien que ha elegido la vocación de extraño seguir siéndolo; que el hispanista, como cualquier otro de estos seres que se desplazaron, es una categoría epistemológica definida precisamente por la distancia. Pero resuelve la vacilación levantándose en busca de su último libro, una reedición actualizada de su estudio sobre la Inquisición. "España es un país pobre", murmura. ¿De ahí vienen todos los problemas? "Muchos de los problemas. La base social de un país no puede cambiarse en veinte ni en treinta ni en cincuenta años. A veces se propaga una impresión falsa de lo que realmente ha sucedido en España desde la muerte de Franco. Lo único que ha sucedido, para que nos entendamos, es que España ha dejado entrar en su suelo a las multinacionales. Pero España aún no ha podido mejorar de una manera sustancial sus recursos y la exportación de productos autóctonos -intelectuales o no- es todavía muy baja en comparación con otros países de su entorno. La otra especialidad anímica e intelectual de Kamen es Cataluña. Sus estudios han sido muy bien apreciados, incluso por el poder político. Kamen ha devuelto con creces lo que Cataluña le ha dado. No hay duda de que, Cataluña, descontada Eulàlia, aparece como claramente deudora en esa relación. El historiador suele observar el presente con sosiego casi inanimado. Es en la observación del pasado donde la pasión se enciende. Justo lo contario de lo que suele ocurrirle al hombre corriente, que concibe la historia como un campo de batalla abandonado. "La sociedad catalana es tranquila, equilibrada, estable y presenta un grado apreciable de felicidad colectiva". El tono es inmutable. "Y es así porque la gente no se toma seriamente a sus políticos". ¡Curiosa condición de la felicidad colectiva! "Pero real. La gente no les sigue en sus querellas, más o menos gremiales. La gente no toma en serio, por ejemplo, que a uno intenten castigarle por hablar su lengua y responde con una madura indiferencia. Las tensiones, lingüísticas o no, son lógicas. A mí me parece bien como principio la defensa del idioma catalán y las medidas para su protección. Pero también me parece muy bien el derecho de toda minoría a vivir de la manera que crea conveniente y con la lengua que crea conveniente. Por eso hay que tener siempre mucho cuidado en la aplicación de los principios". Envejecerá aquí. Si le van renovando el contrato. "Casi todo en mi vida ha sido feliz. Y buena parte de esa felicidad tiene que ver con este país. Así que deberemos ir pensando en comprar un pedazo de tierra para poder morir".

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