El crimen y el paraíso del ordenador
Dentro de cincuenta años, dice Jacques Attali en su Diccionario del siglo XXI, habrá -si siguen las cosas como ahora- dos mil millones de seres hambrientos, 500.000 niños muriendo de hambre cada día, cuatro mil millones sin acceso a la educación. Y a la vez, 150 individuos cuyos ingresos anuales serán superiores a los de la mitad del resto de los seres humanos. Por el momento, el valor que reúnen los multimillonarios en dólares (unas 400 personas) es igual a toda la deuda de los países del Sur, es decir, 1,2 trillones de dólares, el valor patrimonial de la mitad más pobre de la población mundial. Un solo mexicano posee una fortuna de 6.600 millones de dólares, lo que significa algo más que los bienes de los 17 millones de mexicanos más pobres.
Contando con estas cifras, el Informe sobre Desarrollo Humano que acaba de publicar la ONU a propósito de las discriminaciones que propicia el acceso o no a Internet, son un simple complemento. En el Informe de las Naciones Unidas se dice que el 20% más rico de la población mundial acapara el 93,3% de los accesos a Internet, frente al 20% más pobre que apenas cuenta con el 0,2% de las líneas. Y nada augura que la proporción relativa vaya a cambiar, según la ONU.
Contra la idea de que Internet era la red de redes de la nueva democracia global se impone la evidencia de que sólo un bajo porcentaje de los habitantes cuenta con ordenador y no se diga ya de los que carecen todavía de teléfono para conectarse. ¿Camina el siglo XXI hacia una escisión radical de la humanidad entre un club de seres superpotentes y una creciente masa de desamparados? ¿Estamos en vísperas de la revolución de las élites que anunció en 1995 Christopher Lasch?
Junto a las capas sociales más favorecidas, otros de los grandes beneficiarios de la rapidez de Internet son, además, las bandas organizadas que mueven 225 billones de pesetas al año, con lo cual ¿acabará el planeta en pleno poder del hampa y un club de posibles cómplices?
Otros siglos a punto de llegar han recibido pronósticos optimistas. El final del siglo XIX esperó del XX un horizonte de mejoras y progresos, científicos y sociales, pero el siglo XXI, que está bañado de incertidumbres, se acerca con un aura de pavor. El miedo ecológico, el temor a nuevas enfermedades desconocidas, la miseria de miles de millones de habitantes, el auge de las mafias.
Apenas un libro traducido, en mitad de otras obras que propagan la inquietud, ofrece un cargamento de buenos augurios. Visiones, de Michio Kaku, es un tratado de divulgación sobre las próximas aportaciones de la ciencia y la tecnología referidas a tres disciplinas que cada vez se entrelazan más: la informática, la física cuántica y la biología molecular.
Hay que leer el libro para apreciar de qué modo tan espontáneo y sutil los tres campos se aunan y fertilizan hasta permitir manipular a voluntad, segun Kaku, la materia, la vida y la inteligencia. ¿Un nuevo pavor? Este japonés que ha dedicado 10 años a entrevistar científicos de punta, se muestra en general tan optimista con nuestro destino que, por ejemplo, cuando se refiere a los próximos ordenadores habla de una fase llamada de desaparición para dentro de unos cincuenta años.
Un tiempo en que, al parecer, nos daremos tan poca cuenta de que usamos un ordenador, como hoy nos sucede con la electricidad o incluso con el papel. En esa fase, cree Kaku, la informática será un bien por completo al alcance de todo el mundo y actuará como verdadera integradora de toda la especie. ¿Falso? ¿Inocente? ¿Paradisíaco?
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