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EL CAMINO DE LA PAZ Los refugiados

Miles de albanokosovares desbordan a la fuerza internacional en su desordenado regreso

Miles de refugiados kosovares en Albania -se contabilizaron más de 15.000 hasta el mediodía de ayer- subieron a sus tractores, coches o cualquier tipo de vehículo, desbordaron a las organizaciones humanitarias y se lanzaron a la carretera en un desordenado regreso. Vuelven a la región de Kosovo en torno a la localidad de Prizren, abandonada por las tropas serbias y bajo el control de la fuerza internacional de paz (Kfor) y de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Los controles en la frontera son mínimos y la mayoría encuentra sus casas destrozadas.

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Minutos antes del mediodía de ayer, el prefecto del puesto fronterizo de Morina, del lado albanés, cruzó despavorido al lado kosovar para hablar con los responsables: el jefe de una compañía de las fuerzas alemanas de la Kfor y el comandante del ELK, Bujar Bajraktari. La urgencia del responsable de la frontera albanesa estaba justificada. Trataba de que abrieran los 20 kilómetros de carretera en dirección a Prizren por los dos carriles "para evitar que se forme un atasco que llegue hasta Grecia". Las colas de la caravana de albanokosovares, que regresan a su patria tras semanas de espera en Albania, alcanzaban los 30 kilómetros y llegaban más allá de la ciudad albanesa de Kukes.

Encima de los tractores se arracimaban los niños, expresión palpable de la bomba demográfica con la que los kosovares esperan echar para siempre a los serbios de Kosovo. Familias enteras con más de una docena de miembros se entremezclaban en tractores y coches, cargados hasta los topes con productos de primera necesidad y alimentos. Lo que les espera es, en gran parte, tierra calcinada, casas destruidas, asaltadas, saqueadas, y campos minados.

La gran mayoría de los refugiados que llegaban ayer venían provistos con banderas de los Emiratos Árabes Unidos, que ayudan a sus hermanos musulmanes de Kosovo en esta hora difícil. En medio de la caravana marchaban también algunos blindados con militares de ese país.

En el puesto fronterizo, al entrar en Kosovo, las formalidades para los retornados se reducen a tomar nota del nombre, fecha y lugar de nacimiento, punto de destino y número de personas transportadas

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Bujar Bajraktari, en uniforme, observa el desarrollo de la operación. El mando alemán de la Kfor ha destacado una compañía para controlar la frontera. El ELK asegura su presencia con el comandante uniformado al lado de un teniente alemán, Patrick Weigang, de 27 años. Los dos se entienden en alemán. El comandante vivió varios años en Donaueschingen, una ciudad al sur de Alemania donde dicen que nace el Danubio.

El comandante del ELK asegura que está allí para controlar: "Naturalmente, para eso hemos luchado". Añade que sólo acepta órdenes de sus mandos. El teniente alemán explica que utilizan al ELK para el trabajo administrativo. Los tres que toman nota de los refugiados que regresan a Kosovo son miembros del ELK, pero vestían de paisano.

Los 20 kilómetros de carretera entre Prizren y la frontera con Albania eran ayer un maremágnum de idas y venidas. De Prizren viajan muchos en busca de sus familiares, pero en ocasiones vuelven sin haberlos encontrado. Los albanokosovares regresan a Prizren. Al mismo tiempo, ni los serbios más acérrimos defensores de la identidad serbia de Kosovo se quedan. El obispo de Prizren, Artemio, una figura de la iglesia ortodoxa y dirigente del Movimiento de Resistencia Serbia de Kosovo, abandonó ayer la ciudad.

En la aldea de Shkoz, al borde de la carretera, viven 40 familias albanokosovares que abandonaron el lugar en dirección a Albania el 28 de marzo, a los cuatro días del comienzo de los bombardeos de la OTAN. Llegaron policías serbios, que les amenazaron con lanzar granadas, y toda la aldea dejó sus casas. Ayer estaban los primeros de vuelta, sin hacer caso a las recomendaciones de no regresar hasta que se sepa con certeza si los lugares no están minados. Las casas se mantienen en pie. No aparece ninguna arrasada, pero por dentro no queda nada, saqueadas por completo. Todo está destrozado. Los serbios acamparon allí algún tiempo. Se ve que tendieron una especie de cobertizo en una calleja, para protegerse del sol. Por el suelo se pueden ver fotos de carné de un policía serbio. Para colmo, dejaron pintarrajeado sobre un tractor allí abandonado el emblema serbio con las cuatro eses en signos cirílicos, abreviatura del eslogan "Sólo la unidad salvará a los serbios".

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