"No podemos volver a una vida normal"
Qazim, un chico de 15 años, advierte a gritos a Sadete, una mujer de 46 años y madre viuda con seis hijos, de que tenga cuidadado con las minas en la aldea de Shkoz. "No veo nada", responde Sadete. "Sí, pero las ponen para que no se vean", replica el adolescente. Sadete resume con certeza su situación ante su casa, que parece un cascarón vacío de contenido: "Estamos en el punto cero. No tenemos nada, ni mantas, ni platos para comer. No dejaron nada". En su desesperación, Sadete asegura: "Esto no tiene sentido. Nos hemos empobrecido por completo. No tenemos nada y no podemos volver a una vida normal".
Sadete encontró en su casa una alfombra que no quemaron, ni robaron, pero dice: "No tengo ni ganas de limpiarla. Casi prefería que lo hubiesen quemado todo".
No obstante, a la pregunta de si ha merecido la pena la casa destrozada a cambio de la salida de los serbios, Sadete responde: "Sí mereció la pena, aunque la casa esté destruida".
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