El mercado de las vitaminas se controló durante nueve años en reuniones secretas
Altos ejecutivos de las empresas fabricantes se citaban en hoteles lujosos una vez al año
Al más puro estilo Corleone, los altos ejecutivos de las compañías fabricantes de vitaminas celebraban una discreta cumbre anual en la que engrasaban su conspiración monopolista. El encuentro solía celebrarse en Suiza, Alemania y Francia, en los hoteles de mayor lujo o en las imponentes residencias privadas de alguno de los participantes.Las reuniones cumplían las normas básicas que dicta la prudencia cuando lo que se hace es cometer un delito: había órdenes estrictas de destrucción de documentos y consejos para evitar sospechas. Las citas nunca se celebraban en territorio de EE UU porque este país parecía el más sensible a las sospechas. Pero al final ha sido el Departamento de Justicia norteamericano el que ha acabado con la mayor maquinación empresarial para el reparto y el control de un mercado.
La cumbre anual se celebraba desde 1990 y servía para que los directivos regionales y los responsables de distribución unificaran sus informaciones sobre la situación del mercado de vitaminas. Con los datos encima de la mesa, los fabricantes allí reunidos aprovechaban su dominio íntegro del mercado para manipularlo y para repartirlo. Se dosificaban los productos si aumentaba la demanda, se invadía el mercado con los más rentables y, sobre todo, se fijaban los precios para las compañías compradoras que luego repercutían en el consumidor. Dado que las vitaminas son un componente habitual de productos como la leche o el pan, la fiscal general de EE UU, Janet Reno, se amparaba en la lógica para afirmar que "los americanos, en los últimos 10 años, han pagado precios inflados artificialmente para productos que han comido y bebido".
Además de fijar los precios se repartían las ofertas. Los conspiradores analizaban los concursos que se abrían en cualquier lugar del mundo. Cuando, por ejemplo, una compañía de cereales subastaba el contrato para la compra de vitaminas, los fabricantes acordaban cuál de ellos debía ganar ese concurso, y el resto enviaba ofertas inferiores o no se presentaba. Su dominio del mercado les permitía repartir los contratos de forma equitativa en función del tamaño de cada empresa.
En sus manos estaba el control de más del 70% del mercado de vitaminas, pero sobre todo eran los únicos fabricantes de las más solicitadas: las vitaminas A, B2, B5, C y E. Al menos 50 compañías consumidoras de vitaminas (principalmente fabricantes de alimentos para animales) habían puesto a trabajar a sus abogados porque sospechaban que algo extraño pasaba con los precios. El volumen del fiasco no era para menos: en pocos años se ha sisado casi un billón de pesetas en sobreprecios sólo en los productos vendidos en EE UU.
Era tal la organización interna de esta confabulación vitamínica de las compañías que los investigadores han podido componer un organigrama como si de una sola empresa se tratase.
Las asambleas generales de la conspiración se completaban con reuniones trimestrales de seguimiento que, según la investigación, servían para "intercambiar información sobre el volumen de ventas" y asegurarse de que los precios se ajustaban a lo pactado por los jefes.
Igual que ocurre en los carteles de la droga, las empresas estaban sometidas a lo estipulado: si se descubría que alguno de los fabricantes implicados había vendido más de lo que se le permitía, se le obligaba a comprar existencias sobrantes de las otras compañías para equilibrar la balanza de acuerdo con el compromiso.
Las prácticas mafiosas se completaban con el tradicional código de silencio, aunque puede haber algo más grave: el Departamento de Justicia ha dejado la puerta abierta a una investigación de posibles amenazas. Algunos documentos relatan cómo miembros de esta conspiración pueden haber obligado a fábricas pequeñas a salirse del mercado.
Inmunidad
Y todo acabó como acaban estas tramas: cuando uno de los presentes empezó a colaborar con la justicia a cambio de su inmunidad. La compañía farmacéutica francesa Rhône-Poulenc facilitó los documentos que debía haber destruido. "Nos dieron lo que buscábamos", en palabras de uno de los investigadores de la división antimonopolio de EE UU. Rhône-Poulenc ha sido aceptada en un programa de protección de testigos que blinda judicialmente a las empresas si desvelan un delito antes de que la justicia conozca su implicación en la fechoría.
[El gigante químico y framaceútico suizo Novartis ha sido multado con 1.240.000.000 de pesetas por las autoridades norteamericans de la competencia por publicidad engañosa de su medicamento Doans, informa Europa Press.]
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