Más de 800.000 desplazados de Bosnia no han podido regresar aún a sus casas
La nueva crisis frena la vuelta de los refugiados a los cuatro años del fin de la guerra
El retorno de los refugiados a sus hogares con garantías de seguridad es una de las condiciones impuestas por la OTAN para detener el conflicto de Kosovo. Una exigencia tan justa como difícil es la tarea de llevarla a cabo, a tenor de la experiencia de Bosnia. Casi cuatro años después de los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia -250.000 muertos y más de dos millones de refugiados-, aún no han podido regresar a sus casas 836.500 personas, que siguen desplazadas en el interior de Bosnia, según los últimos datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Todo ello, sin contar a los cerca de 400.000 refugiados repartidos por el extranjero.
La diáspora de Bosnia es una de las lecciones más amargas que debe aprender la comunidad internacional ante la nueva tragedia de Kosovo y un símbolo del ajedrez humano que son los Balcanes, una zona del mundo en la que, como afirma el diplomático español Carlos Westendorp, alto representante internacional para Bosnia, "la historia se usa como arma, y un ultraje del siglo XIV se vive como si hubiera ocurrido ayer".Desde la firma de los acuerdos de Dayton, en diciembre de 1995, han vuelto a sus hogares en Bosnia, según las estimaciones de ACNUR en Sarajevo, más de medio millón de personas, tanto procedentes del extranjero como del interior del país. La mayor parte de ellos ha regresado a las zonas en las que son étnicamente mayoritarios. A ellos hay que sumar todos los que vuelven pero no se registran.
"En 1998 volvieron unos 40.000, cuando esperábamos el doble", señala Westendorp. "Esta año preveíamos un gran impulso, hasta llegar a los 120.000, pero la declaración de la ciudad de Brcko como zona neutral, la destitución del presidente serbobosnio de la República Srpska Nikola Poplasen y, sobre todo, la crisis de Kosovo lo han impedido". El mediador internacional destaca que tanto las dos primeras decisiones suyas como el inicio de la guerra coincidieron en marzo, al principio de la primavera, justo en la estación en la que es factible trasladarse y habitar unas casas en pésimo estado.
Un país pobre
Al éxodo de Bosnia (véase gráfico) hay que añadir otra dificultad: la avalancha de refugiados procedentes de Kosovo. Según los datos manejados por Westendorp, desde el comienzo de los bombardeos han llegado a Bosnia 40.000 refugiados: 16.000 musulmanes de Sandjak (provincia de Serbia), 15.000 kosovares y 9.000 serbios.Pero los problemas no acaban aquí. La reconstrucción de Bosnia es un trabajo titánico en el que Westendorp lleva dos años volcado pero en el que, como él mismo dice, aún queda mucho por hacer. "Es un país pobre, con un 50% de desempleo; hay corrupción y burocracia, y no existe ni independencia del poder judicial, porque a los jueces los eligen los partidos políticos; ni una Administración pública eficaz".
El alto representante internacional para la paz en Bosnia, cuya autoridad es más de índole moral que real, reconoce que la Seguridad Social funciona mal, que registrar una empresa puede llevar casi un año de papeleo y que una inversión extranjera necesita ser aprobada por siete agencias gubernamentales diferentes. De hecho, la inversión privada en los últimos dos años fue de tan sólo 160 millones de dólares (unos 24.000 millones de pesetas).
El diplomático español y firme candidato a Míster PESC (responsable de política exterior y de seguridad común europea, una decisión que será tomada el mes próximo en la cumbre europea de Colonia) no teme que la crisis de Kosovo pueda llegar a desestabilizar Bosnia. "Es un conflicto que no se puede extender a aquí, donde hay 32.000 soldados de la Sfor (la fuerza de la OTAN en misión de paz)".
Westendorp cuenta cómo se vive la guerra de Kosovo desde Bosnia. "Los agredidos por el presidente Milosevic están felices y les he tenido que pedir que lo celebren en casa, mientras que la tensión es muy fuerte entre los serbobosnios de la República Srpska, en la que la gente tiene familiares en el otro lado de la frontera y a los que llaman angustiados cada mañana para saber si siguen vivos. Pero, pese a todo, los serbobosnios han tenido un comportamiento muy civilizado. Los ultranacionalistas organizaron manifestaciones en los primeros días de la guerra y llegaron a sacar a la calle a los estudiantes y darles aguardiente, pero ahora sólo reúnen a unas doscientas personas. La gente está cansada de la guerra; quiere vivir y trabajar en paz".
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