_
_
_
_
GUERRA EN YUGOSLAVIA Los protagonistas

La misión imposible del general Clark

Poderosas fuerzas en el Pentágono se oponen a que alcance la jefatura de Estado Mayor. Kosovo será su fin

"No se puede ganar una guerra desde el aire", sentenció al comienzo de la Operación Fuerza Aliada el general Norman Schwarzkopf, el mismo que dirigió sobre el terreno la liberación de Kuwait en 1991. Termine como termine el conflicto, el general Wesley Clark, el norteamericano que está al frente de las fuerzas de la OTAN en Europa, no alcanzará en Kosovo la gloria conseguida en el golfo Pérsico por Schwarzkopf. A Clark le encargaron una misión casi imposible: ganar mediante bombardeos una guerra que no quería llamarse guerra, cuyos objetivos eran mucho más vaporosos que los de la Tormenta del Desierto, teniendo que conjugar la obediencia debida a la Casa Blanca con el consenso de los otros 18 miembros de la OTAN, y debiendo solicitar más potencia de fuego a medida que la iba necesitando.Siete semanas después del comienzo de los bombardeos de Yugoslavia, una duración ya superior a la de toda la guerra del Golfo, el cansancio de la opinión pública norteamericana ha empujado a Bill Clinton a buscar una salida diplomática. Usando los buenos servicios de Rusia, Clinton pretende que Milosevic acepte una serie de condiciones mínimas que le permitan proclamar que la OTAN ha obtenido un triunfo parcial.

Más información
Día 46
La ONU pugna por superar su caos en la coordinación de la ayuda
Bonino quiere reorganizar los campos
La OTAN refuerza su equipo de prensa para ser más creíble
Diarios de guerra escritos en Serbia
La Embajada china aglutina la ira de Belgrado
Rusia acusa a la OTAN de vandalismo y anula el viaje de Ivanov a Londres
Solana lamenta el "trágico error", pero advierte de que continuarán los ataques
Pekín rechaza las explicaciones y las "argucias" de los aliados
El Papa y el Patriarca ortodoxo urgen a las partes a "deponer las armas"

"No busco una victoria total", dijo el lunes el presidente de EE UU. Así que mucho han de cambiar las cosas para que el general Clark desfile triunfalmente en Pristina al frente de sus soldados como Schwarzkopf lo hizo en la ciudad de Kuwait.

Incluso sus muchos detractores en el Pentágono reconocen que Clinton se lo ha puesto más difícil a Clark que George Bush a Schwarzkopf. Bush le dio a Schwarzkopf una misión clara -liberar Kuwait-, medio año para preparar una aplastante máquina de guerra, incluyendo cientos de miles de soldados de infantería y caballería acorazada, y un liderazgo norteamericano enérgico. Por el contrario, Clinton, según denuncia el senador republicano John McCain, está liderando la guerra de Kosovo como hace su política interior: buscando el consenso, atento a las encuestas de opinión y deseando terminar pronto y sin pérdidas de vidas norteamericanas.

"Clark está haciendo un buen trabajo, dadas las órdenes bajo las que está actuando", dice McCain, echando la pelota de la responsabilidad a la Casa Blanca. En el pecado lleva la penitencia, vienen a decir los altos oficiales norteamericanos que critican a Clark por su estrecha relación personal con políticos, diplomáticos y periodistas, empezando por Clinton y su consejero de Seguridad, Sandy Berger. Fue Clinton, recuerdan estos detractores, el que impuso en 1996 el nombramiento de Clark como jefe de las Fuerzas Armadas de EE UU en América del Sur, en contra de la opinión mayoritaria del Pentágono. Y el que un año después, también con la oposición de la cúpula militar, le designó comandante de la OTAN en Europa.

Clark, de 54 años, es un militar polémico. Su carrera es técnicamente impecable, pero sus compañeros de armas le tienen por un militar que corteja demasiado a los políticos, y en particular a un Clinton no demasiado popular entre los uniformados. Sus puntos de encuentro con el presidente son notables: crianza en Arkansas, primer contacto en Washington en 1965, becados los dos por Rhodes para ir a Oxford, casados y con hijo único...

Pero mientras Clinton bordeó la ilegalidad para escapar a la guerra de Vietnam, Clark se presentó voluntario, fue teniente a los 25 años, resultó herido por cuatro disparos y fue condecorado con la medallas Silver Star y Purple Heart. Luego desempeñó tareas de mando en muchos de los puntos calientes del planeta: golfo Pérsico, Haití, Bosnia, Panamá y Kosovo. De todos ellos ha salido sin tacha, con la única excepción de haber caído en 1994 en una trampa propagandística tendida por el cabecilla militar serbobosnio Ratko Mladic, con el que intercambió gorras y revólveres frente a las cámaras.

El descubrimiento, ya en edad adulta, de sus orígenes judíos es un factor clave en la firmeza de Clark frente a la limpieza étnica en Kosovo, según acaba de revelar The New York Times. Clark fue criado como protestante en Little Rock, y sólo cumplidos los 20 años descubrió que su verdadero padre, Benjamín Jacob Kanne, era judío, al igual que su abuelo Jacob Nemerovsky, emigrado a finales del pasado siglo de Rusia a EE UU para huir de los pogromos antisemitas.

Este aspecto de la biografía del general que dirige la más importante campaña militar en Europa desde la II Guerra Mundial tiene un extraordinario paralelismo con Madeleine Albright, que descubrió la condición judía de sus ancestros checos, y el asesinato de muchos de ellos en los campos de concentración nazis, cuando ya había sido nombrada secretaria de Estado por Clinton. Y tanto Albright como Clark encabezan el ala belicista en la cúpula norteamericana.

Ambos defienden con pasión que la OTAN debe pararle los pies a Milosevic, al que comparan con una versión en pequeño de Hitler. En los dos casos, sus posiciones están más influenciadas por el "síndrome de Múnich" -las concesiones de británicos y franceses a Hitler en 1938- que por el mayoritario temor norteamericano a implicarse en una nueva guerra larga y confusa como la de Vietnam. El general creyó durante mucho tiempo que su padre era Víctor Clark, el hombre con el que su madre volvió a casarse en Little Rock cuando él era muy niño. Víctor Clark le dio su apellido, y Veneta, su madre, le educó en su religión baptista, que abandonaría para hacerse católico durante la guerra de Vietnam. Ya pasados los 20 años, cuando tras graduarse en la academia militar de West Point estudió filosofía, política y economía en Oxford con una beca Rodhes, Clark descubrió la verdad a través de un primo.

Benjamín Jacob Kanne, el verdadero padre del general, fue hijo de un judío ruso, Jacob Nemerovsky, que emigró a EE UU para huir de la persecución antisemita. Kanne ejerció la abogacía en Chicago, se casó con Veneta, la madre del futuro general, y falleció a los 51 años, de un ataque al corazón, cuando Wesley tenía cinco años. Entonces su madre se mudó desde Chicago a Little Rock y volvió a casarse. Los amigos y parientes de Clark entrevistados por The New York Times afirman que las persecuciones sufridas en Rusia por sus antepasados son decisivas para explicar su simpatía por las víctimas de la limpieza étnica serbia y su belicismo. Y para su tardío aprendizaje de la lengua rusa, que maneja con eficacia.

Clark, que junto a Richard Holbrooke fue un hombre clave en la firma de los Acuerdos de Dayton, lidera ahora militarmente el pulso con Milosevic. Pero su carrera podría terminar con Kosovo. Poderosas fuerzas se oponen en el Pentágono a que alcance el siguiente escalón en su carrera: la jefatura de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Así que, tras ascender a la sombra de Clinton, es probable que el general, como el presidente, al que le queda un año y medio de mandato, haya alcanzado su techo.

En su despacho en el cuartel general de la OTAN en Bélgica, Clark trabaja en una mesa de madera que perteneció al general Dwight Eisenhower. Pero estos días se hacen en el Pentágono bromas comparando el desembarco en Normandía, que supuso el inicio de la derrota de Hitler, con la Operación Fuerza Aliada, tildada de "guerra de Nintendo" por el reverendo Jackson.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_