Macedonia cierra su frontera con Kosovo ante la imposibilidad de asumir el aluvión de refugiados
Macedonia cerró ayer por la tarde sus fronteras. Tras las deportaciones masivas de los últimos días, el paso fronterizo de Blace presentaba ayer un aspecto desconocido e inusual desde que comenzó la crisis de los refugiados. Estaba vacío. Tan sólo un tren del que descendieron algo más de 1.500 personas llegó poco antes del mediodía. Después de eso, nadie más. La explicación estaba anunciada desde hace días. Macedonia cumplió su amenaza de cerrar sus fronteras y de aceptar sólo al mismo número de refugiados que el de los que vayan abandonando el país hacia otros destinos.
La decisión tendría su origen en la crisis que el Ejecutivo macedonio viene recordando desde hace más de un mes: el país está al borde del colapso financiero y no recibe las ayudas prometidas por la comunidad internacional para paliar tan grave situación.Pocas horas antes de que esto ocurriera, la portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Paula Ghedini, se mostró extrañada ante el hecho de que la oleada de refugiados albanokosovares hubiera parado de manera tan repentina y brusca. Ya por la mañana, Ghedini había hecho una aterradora predicción: ACNUR esperaba que el inmenso flujo de refugiados de los tres últimos días, que llegó a sumar cerca de 20.000 deportados, se incrementase con la masiva llegada de entre 8.000 y 10.000 personas cada día.
Pero no fue así. Blace permanecía desierto. Nadie esperaba del otro lado para cruzar la frontera. Los 15 autobuses que transportaron a los deportados llegados por la mañana también resultaban irreconocibles, comparados con los de los días anteriores. Todo el mundo iba sentado. Nadie viajaba de pie. Incluso sobraban plazas.
Ante una decisión que podría resultar dramática, el ACNUR se mostró muy preocupado por la suerte que podrían correr las miles de personas que, supuestamente, han sido obligadas a entrar en Kosovo de nuevo. "Es muy preocupante, no sabemos qué ha sido de ellos. Imaginamos que han sido devueltos a territorio yugoslavo, y eso nos preocupa seriamente", aseguró Ghedini. Los que están más allá del paso fronterizo ni siquiera pueden contabilizarse, porque la masa de cuerpos se adentra en Kosovo, una región impenetrable en estos momentos a causa de la guerra. "Su situación puede llegar a ser terrible, ya que carecen de todo", pronosticó Ghedini.
No sería la primera vez que el Gobierno macedonio toma una decisión de tal calibre. Desde que comenzaron los bombardeos de la OTAN, esta pequeña república de dos millones de habitantes ha presionado cada día a la comunidad internacional con la moneda de cambio en que ya se han convertido los miles y miles de refugiados que han saturado el país.
Aunque el momento más trágico se vivió hace ahora un mes, cuando más de 65.000 personas se quedaron atrapadas en tierra de nadie, en la inmensa pocilga en que se convirtieron durante unos días los barrancos de Blace. Las autoridades macedonias se negaron entonces a acoger más refugiados.
La aglomeración humana fue de tal magnitud que dificultó incluso la limpieza étnica practicada por los serbios. Los trenes de la deportación masiva no podían llegar a Blace porque las vías estaban bloqueadas por miles de personas. Algo similar podría ocurrir ahora.
El cierre de fronteras llega justo cuando los Gobiernos macedonio y albanés estaban negociando un corredor humanitario hacia Albania que permitiría, en principio, la salida de hasta 60.000 personas.
Escapados de la barbarie
Cuarenta y dos hombres han escapado de la brutalidad de las fuerzas serbias para contarlo, pero otros 60 permanecen en algún lugar de Pristina a merced de los paramilitares. Todos habían sido víctimas de la limpieza étnica. Llamaron a la puerta de todos ellos para que abandonaran sus hogares en Podujevo, a unos 30 kilómetros al norte de la capital de Kosovo. Dentro de las deportaciones masivas y sistemáticas reemprendidas por el régimen de Belgrado en los últimos días, miles de personas volvieron a abarrotar la estación de Pristina.Pero una vez allí sucedió lo que hasta ahora nunca había ocurrido en Pristina, según informó el ACNUR. Ciento dos hombres fueron elegidos de entre la masa humana y separados de sus familias, que tuvieron que partir sin ellos. Uno de los 42 supervivientes, Hamit Leci, de 45 años, relataba ayer en el campo de refugiados macedonio de Cegrane que, tras duros interrogatorios para averiguar si eran miembros del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), la policía serbia les había dejado marchar.
Pero seis de ellos no se fueron sin más. Abandonaron Pristina marcados con las señales de violencia. Espaldas amoratadas y cruzadas a latigazos; muñecas enrojecidas y con profundas heridas, resultado de las esposas utilizadas durante los interrogatorios.
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