La prolongación de la guerra agudiza las diferencias en Alemania
Con la prolongación de la guerra en Yugoslavia, el debate sobre la eficacia de la acción militar de la OTAN se ha intensificado y ha ganado matices en Alemania, donde, el pasado abril, un 70% de la población (frente a un 64% en marzo, según un sondeo de la compañía EMNID) era favorable a que continuaran los ataques aéreos. En los últimos días, algunos creen detectar un punto de inflexión en las polémicas de los intelectuales y los políticos, que se reproducen en el interior de los partidos, especialmente de Los Verdes.
El congreso que éstos celebrarán el 13 de mayo ha sido etiquetado por algunos como el Bad Godesberg del pacifismo, por analogía con el congreso socialdemócrata de 1959, en el cual el Partido Socialdemócrata (SPD) renunció al marxismo. El canciller Gerhard Schröder está bajo una fuerte presión para que el retorno a la lógica diplomática, en sustitución de la militar, sea el tema político predominante antes de la prueba a la que el ministro de Asuntos Exteriores, el verde Joschka Fischer, será sometido por su partido.El escepticismo o la censura de los ataques aéreos parecen expresarse ahora con más aplomo en los foros "respetables" del país, mientras las encuestas señalan que un 63% de los ciudadanos temen que la guerra se extienda (según datos de abril del sondeo EMNID, que en marzo daba la cifra de un 45%). La crítica cobró fuerza el pasado fin de semana con las imágenes de las víctimas del ataque a un autobús de civiles, el sexto "error" de la OTAN, y también por la alocución del ex presidente del SPD Oskar Lafontaine, quien pidió el cese de los ataques aéreos. Alemanes que no simpatizan con Lafontaine afirmaban, no obstante, que el socialdemócrata había sintetizado en público lo que otros no se atreven a decir.
El debate en Alemania ha tenido una dimensión específica nacional en las comparaciones históricas y las equivalencias entre Hitler y Milosevic, por una parte, y los campos de concentración del nazismo con la limpieza étnica del dirigente yugoslavo, por la otra. Los paralelismos, sin embargo, han dejado de pertenecer al lenguaje "políticamente correcto" oficial, tras las críticas ( realizadas en parte entre bastidores para no agitar los ánimos) de las que han sido objeto Fischer, y el ministro de Defensa, el socialdemócrata Rudolf Scharping. Estos dos altos funcionarios fueron los primeros representantes del Gobierno que recurrieron a este paralelismo en los inicios de los ataques aéreos. Schröder no les coreó. Entre quienes han censurado abiertamente la analogía histórica está el presidente de la CDU (Unión Democrática Cristiana), Wolfgang Schäuble, y la portavoz de Defensa de Los Verdes, Angelica Beer. La comparación con Hitler no es sólo "históricamente falsa, sino también peligrosa", dijo Schäuble ante el Bundestag (Parlamento federal) y advirtió de que el argumento moral puede acabar justificando una "escalada militar incontrolable". En una carta a su grupo parlamentario, Beer ha dicho que quien habla de las unidades SS de Milosevic o de los campos de concentración debe entender que la equiparación con las tropas de las SS de Hitler "supone en la práctica penetrar hasta el último rincón de Yugoslavia".
La comparación, pues, no es sólo una cuestión histórica o un intento oportunista de diluir la pesada carga del pasado nacional, sino un problema práctico. "Si lo que sucede en Kosovo fuera comparable con Auschwitz, se debería hacer intervenir tropas de tierra. Pues sería inmoral no hacerlo", ha advertido el ex ministro de Defensa democristiano Volker Rühe, quien instó a no convertirse en "rehenes de la propia retórica de guerra". Tras las advertencias, Scharping se ha vuelto mucho más moderado en sus analogías y, en un artículo de opinión en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, admite que las "comparaciones con los nazis pueden cojear en uno u otro punto". Si Scharping tomó la pluma fue para discrepar con el escritor húngaro György Konrad, el presidente de la Academia de Bellas Artes de Berlín, que ha criticado los ataques aéreos. Konrad, a quien citó Lafontaine en su discurso del primero de mayo, escribía que "en toda Europa los bombardeos son criticados en conversaciones privadas, y menos en público".
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