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Tribuna
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Objetivos de EEUU en la crisis de Kosovo

La secretaria de Estado advierte de que la guerra puede ser larga, pero que los aliados no deben titubear y no pueden fracasar.

Hace mucho tiempo que se reconocían los peligros potenciales de la situación que se vive en Kosovo, pero nuestra preocupación se intensificó cuando, a principios del año pasado, el presidente serbio Milosevic emprendió una violenta campaña de represión. Una de las consecuencias fue una crisis humanitaria, con miles de albaneses obligados a abandonar sus hogares. La segunda, no prevista por él, fue la consolidación del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), que contribuyó al malestar con sus propios actos violentos. Junto a sus aliados y socios, Estados Unidos intentó poner fin al ciclo de violencia por medios diplomáticos, y el pasado octubre el presidente Milosevic se comprometió a una tregua que permitió volver a casa a muchos desplazados. Sin embargo, en seguida quedó patente que Milosevic no tenía intención de mantener este acuerdo. Sus fuerzas de seguridad se desplegaron para una nueva ofensiva, y después masacraron a los aldeanos de Racak. Y en Rambouillet, Belgrado rechazó el plan de paz mientras preparaba un plan de barbarie, un plan de limpieza étnica de toda la comunidad albanokosovar.

Todos hemos visto las imágenes de familias desarraigadas a las que se mete en trenes, de niños llorando en busca de unos padres que no logran encontrar, de refugiados narrando cómo se llevaron a sus seres queridos, y siniestras fotos aéreas de tierra recientemente levantada. Tras estas imágenes está la realidad de personas que no son distintas de ustedes o de mí en sus derechos o humanidad, o de niños que no son distintos de los suyos o los míos arrancados de sus casas y que ven sus sueños truncados.

Y no se equivoquen: esta campaña de terror fue la causa, no el resultado, de la acción de la OTAN. Ha sido obra de Milosevic.

La decisión de la OTAN de utilizar la fuerza contra el régimen de Milosevic era necesaria y justa, y las condiciones impuestas por la Alianza para poner fin a su campaña son claras, justas y firmes: debe haber un final verificable de las acciones militares serbias contra el pueblo de Kosovo; las fuerzas militares, policiales y paramilitares de Belgrado deben marcharse para que los refugiados puedan volver; se debe autorizar una presencia militar internacional; y al pueblo de Kosovo se le debe conceder el autogobierno democrático que se merece desde hace tanto.

Como ha dicho Clinton, y mientras Milosevic se niegue a aceptar estas condiciones, la campaña aérea de la OTAN continuará y seguirá centrada en destruir la capacidad militar de Belgrado. Cada día disminuirá la capacidad de represión de Milosevic. Es evidente que nuestros esfuerzos militares están teniendo un impacto significativo, pero debemos mantener la presión hasta alcanzar un resultado aceptable.

Al mismo tiempo, seguiremos ayudando a los que se encuentren en la región a hacer frente al desastre humanitario que Milosevic ha creado. Más de medio millón de kosovares han huido de Serbia desde que empezó la última campaña de violencia. La gran mayoría de ellos está ahora en Albania y Macedonia, donde se están haciendo febriles esfuerzos para construir campos y proporcionar servicios.

Hasta ahora hemos aportado 150 millones de dólares (unos 22.500 millones de pesetas) a este esfuerzo, y el presidente ha presentado una petición suplementaria de emergencia que incluye 386 millones de dólares (unos 58.000 millones de pesetas) en fondos de ayuda humanitaria adicional. Muchos refugiados han informado de crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos por los serbios. Estos abusos incluyen la destrucción de asentamientos completos, el incendio de hogares, la captura de civiles para utilizarlos como escudos humanos, la violación de mujeres y niñas de etnia albanesa, y la separación y ejecución sistemática de hombres en edad militar. No debe haber ningún malentendido en lo referente a la comisión de crímenes de guerra: el hecho de cumplir órdenes no vale como defensa. No hay ninguna cláusula de limitaciones. Y el Tribunal de Crímenes de Guerra ha indicado con toda razón que seguirá las pruebas hasta donde conduzcan. El Gobierno de EEUU coopera con el Tribunal en su esfuerzo de identificar a los culpables para que asuman su responsabilidad, ayudando a documentar el testimonio de los refugiados y recopilando y compartiendo otras pruebas, y seguirá haciéndolo en el futuro.

Antes de la última semana de marzo, utilizábamos la amenaza de la fuerza para respaldar la labor diplomática sobre Kosovo. Desde entonces, utilizamos la diplomacia para respaldar la campaña militar.

Primero nos hemos esforzado para asegurarnos de que la OTAN permanezca firme y unida. Y ahora nos hemos visto alentados por la amplia participación y el fuerte apoyo que ha recibido la campaña militar. Ningún país en la OTAN quería utilizar la fuerza contra Serbia. Pero ningún país de la OTAN está dispuesto a quedarse parado y aceptar la expulsión de toda una comunidad étnica de sus hogares dentro de Europa. Nuestro segundo objetivo diplomático ha sido ayudar a los líderes de los países directamente afectados a afrontar la crisis humanitaria y evitar un conflicto más amplio. La petición suplementaria del presidente incluye 150 millones de dólares (22.500 millones de pesetas) en ayuda de emergencia para estas naciones y para el Montenegro democrático.

Nuestro tercer objetivo es trabajar de forma constructiva con Rusia. Cuando me reuní con el ministro de Asuntos Exteriores, Ivanov, la semana pasada, dejó bien clara la oposición de Rusia a la campaña aérea de la OTAN. Pero estuvimos de acuerdo en la necesidad de acabar con la represión y de conseguir la retirada de las fuerzas serbias y la vuelta de los refugiados. En lo que no estamos de acuerdo es en el tipo de presencia internacional que se necesita para lograr estos fines. Creemos que después de lo que Milosevic ha hecho en Kosovo, los refugiados no podrán volver a sus hogares a menos que la fuerza protectora sea creíble, para lo cual la mayor parte tendría que provenir de la OTAN. Sin embargo, como en Bosnia, creemos que Rusia podría y debería desempeñar un papel importante en dicha fuerza, y acogeríamos positivamente la participación del resto de los miembros de la OTAN.

Nuestro cuarto objetivo diplomático ha sido garantizar que el mensaje de la OTAN se entiende y estamos facilitando información de forma regular a todas las naciones del mundo. También estamos intentando rasgar el velo de propaganda con el que Milosevic ha intentado amortajar al pueblo de la antigua Yugoslavia. En los próximos días y semanas seguiremos adelante con nuestras estrategias militares, diplomáticas y humanitarias. Nuestro deseo es empezar lo antes posible la vital tarea de devolver, reunir y reconstruir Kosovo. Pero no estamos interesados en un falso compromiso que se base en supuestos imposibles de verificar ni en la palabra de Milosevic, que carece de valor. El único compromiso que podemos aceptar es uno que nos dé medios para verificarlo y capacidad para ponerlo en práctica.

A la vez que respondemos a la crisis de Kosovo, también debemos hacernos cargo del futuro de la región en términos más generales. Algunos dicen que la violencia en los Balcanes es endémica y que sus pueblos nunca se han llevado bien ni lo harán jamás. Yo no soy profeta, pero no hay duda de que las cicatrices del pasado aún están abiertas, y las heridas de la actual devastación tardarán mucho en sanar. Pero las pruebas incluyen testimonios de personas normales, ya sea en Zagreb o Tirana, en Sarajevo o Skopje, que están mucho más interesadas en conectarse con la economía mundial que en pegarse con sus antiguos adversarios. Durante la cumbre de la OTAN, el presidente y nuestros socios discutirán sobre la necesidad de un esfuerzo coordinado para que los Balcanes dejen de ser la fuente primaria de inestabilidad en el continente y se conviertan en parte integrante de la corriente europea. Esto exigirá un compromiso por nuestra parte. Requerirá la participación de la Unión Europea y de las instituciones económicas internacionales. Demandará la voluntad continuada de los líderes locales de trabajar juntos. Y hará necesario en última instancia un cambio en el liderazgo de Belgrado para que las aspiraciones democráticas de los serbios se puedan cumplir y acabe el aislamiento de la antigua Yugoslavia.

Puede que esta lucha sea larga. Podemos esperar días de tragedia para nosotros y para las personas de la región. Pero no debemos titubear, y no podemos fracasar. La OTAN está desempeñando su legítimo papel como defensora de la libertad y la seguridad en la región euroatlántica oponiéndose a la desbandada asesina de Slobodan Milosevic. Como nuestra causa es justa, estamos unidos. Y como estamos unidos, estamos seguros de en que esta confrontación entre la barbarie de la matanza y la fuerza necesaria, entre la intolerancia sin fin y el respeto por los derechos humanos, entre la tiranía y la democracia, nosotros venceremos.

Madeleine Albright es secretaria de Estado de Estados Unidos

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