Días de cava y música
En Barcelona la música ha tomado el relevo de las preferencias culturales. Con motivo de los Juegos Olímpicos del 92 hubo una época de prosperidad para arquitectos, diseñadores y urbanistas. Surgían tantos como psicoanalistas en Argentina. Después vino el esplendor de la gastronomía. Los vinos catalanes empezaron a echar un pulso a los de Rioja y Ribera del Duero, mientras Ferrán Adriá oficiaba desde El Bulli en la Costa Brava una revolución de alcance universal, simplemente con una lectura innovadora y audaz de la tradición mediterránea. Sus influencias llegaron a Barcelona y al resto del Estado. Ahora es un lugar de peregrinación mundial, equivalente posmoderno de Roma o Santiago de Compostela. El término abullimia se ha extendido ya hasta Washington. Con la inauguración el pasado lunes del Auditorio ha llegado para Barcelona la hora de la música. El pistoletazo de salida ya se ha dado, y el próximo 7 de octubre la fiesta de la normalización continuará con la reapertura del Liceo. Hay quien incluso propone cambiar lo de "la bolsa suena" por "la música suena" de un conocido refrán que habla de la bondad de Barcelona. En cierto modo hasta parece más realista.La inauguración del Auditorio tuvo dos momentos especialmente emocionantes: las ovaciones de gala que recibieron los compositores Joan Guinjoan y Xavier Montsalvatge, después de ser interpretadas sus respectivas obras. Es un buen síntoma para intuir que esta apuesta musical puede tener futuro y da idea además de un reconocimiento social de la figura del compositor nada desdeñable.
Enlaza este reconocimiento con una particularidad que une los proyectos teóricos del Auditorio y el Liceo: la prioridad que adquieren las dimensiones sociales. En el Auditorio se manifiesta abriendo las puertas a todo tipo de músicas tanto de corte clásico como popular (en los conciertos de inauguración actúan desde las sinfónicas de Barcelona y Galicia, hasta Jordi Savall, Madredeus, Serrat o Maria del Mar Bonet), tratando de llegar a la sensibilidad del último ciudadano. Lo que no organiza la iniciativa privada, por minoritario o difícilmente rentable, estará en manos de los propios criterios de programación del Auditorio. El objetivo es doble: por un lado, la popularidad; y por otro, la integración a niveles sinérgicos y urbanísticos. En este aspecto, el contraste entre los edificios de Moneo y Bofill es, además de sugerente, revelador.
El Liceo no ha dejado que su memoria se evapore. Quince mil visitantes han ido recorriendo las obras en los cinco años de silencio, adoptando casi una postura de complicidad con el proceso de reconstrucción. El patio de butacas ya ha sido testigo de un acto oficial en torno a las ciudades europeas y sus alcaldes. Puede ser discutible la solución estética de la sala, en su intento de fidelidad absoluta al pasado, pero lo que parece incuestionable es el acierto en el enfoque tecnológico, con un cableado de grandes posibilidades y unos sistemas modernizados a la altura de los tiempos. La solución de reinaugurar con el título programado en el viejo Liceo antes del incendio es una medida que ha encontrado muy pocas reticencias en contra. El Liceo está buscando una aproximación a la ciudad sin renunciar a la tradición histórica, ni a las corrientes actuales de experimentación. No deja de ser significativo que la ópera escenificada más recientemente en sus temporadas de transición haya sido una particular y aguda versión de Herbert Wernicke para Alcina de Haendel en el Teatro Nacional de Cataluña, maravillosamente cantada por Orgonasova, Kasarova y Podles, y que la próxima sea una lectura de Comediants sobre La flauta mágica de Mozart. Las intenciones del nuevo Liceo se ven con claridad en estos juegos de equilibrios.
Queda por ver el papel que va a tener a partir de ahora el histórico Palau (otro edificio con una enorme proyección social siempre), y la manera en que se van a ir adaptando a la nueva situación movimientos tan potentes como el de las Escuelas de Música, pero lo que está en primer plano es que la ilusión de la música se ha revitalizado en Barcelona. Los equipamientos están preparados (o casi) y el reto está en que los responsables culturales y los cuerpos musicales estables respondan a lo que de ellos se espera, para situar a Barcelona entre las primeras ciudades musicales de Europa. De momento no lo está y conseguirlo no va a ser nada fácil. Se impone un brindis por el desafío. El cava desprende burbujas musicales. Es un cava en clave de sol.
Babelia
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