Los socialistas franceses pierden a su mejor interlocutor
Oskar Lafontaine pasaba por ser uno de los ministros alemanes con los que sus colegas franceses podían tener más afinidades. Su keynesianismo coincidía con el discurso oficial del primer ministro francés, Lionel Jospin, y su reivindicación del voluntarismo para relanzar la actividad económica.Las frases de Lafontaine sobre la necesidad de gravar o controlar a escala mundial los intercambios especulativos sonaban muy parecidas a las pronunciadas por el candidato Jospin durante su campaña presidencial de 1995 y la actitud del alemán frente al Banco Central Europeo (BCE) -Lafontaine exigía un cierto control político sobre el BCE y pedía la baja de los tipos de interés- también era del agrado de París, que teme que el BCE sea ajeno a las consideraciones de conveniencia política que los Gobiernos europeos puedan hacer sobre su política monetaria.
El ex ministro de Cultura Jack Lang, actual titular de la Comisión de Exteriores de la Asamblea Nacional, recordó que "Oskar Lafontaine es un gran amigo de Francia y de los socialistas franceses". "Hace más de 20 años que trabajamos con él", añadió.
Reacción del PS
Ningún miembro del Gobierno francés se había pronunciado sobre la crisis alemana en el momento de cerrar esta edición y no parece probable que haya declaración oficial alguna hasta que se conozca el nombre del sucesor, pero el primer secretario del PS, François Hollande, sí mostró su preocupación: "Es muy importante, pues lo que concierne al Gobierno alemán nos concierne también y las diferencias entre Schröder y Lafontaine tendrán consecuencias respecto a lo que podamos hacer en Europa". El líder socialista francés constató que los socialdemócratas alemanes "tienen dificultades con el problema nuclear, con el fiscal y con sus relaciones con Los Verdes".Toda la proximidad ideológica antes expuesta no tiene en cuenta que el socialista Jospin ha privatizado más sociedades públicas que los gaullistas Balladur y Juppé juntos, que Jospin y Strauss-Kahn, el titular galo de Economía y Finanzas, son tan reacios como Schröder a aumentar la presión fiscal sobre las empresas y que, como el canciller, no quieren acabar con la energía nuclear. En cualquier caso, la primera visita de Schröder vencedor de las elecciones fue a París, donde se le ve como el equivalente teutón del poco apreciado Tony Blair. Las actuales diferencias franco-germanas sobre la financiación de la UE marcan también los límites de los puntos en común con Lafontaine.
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