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Occidente recibe con alarma la reapertura de la central nuclear de Chernóbil

Ucrania juega al gato y al ratón para lograr financiar otros proyectos atómicos

Ucrania volvió ayer a poner en funcionamiento la central nuclear de Chernóbil, cuyo tercer reactor -el único en activo desde la catástrofe de 1986- había sufrido un parón de tres meses por averías. Como cada vez que se pone en marcha ese reactor, la preocupación invade Occidente, que teme un desastre similar a aquél, el más grave de la historia de la energía atómica. El Banco Europeo para la Reconstrucción y Desarrollo (BERD), que coordina la seguridad de las centrales ucranias, y la coalición gubernamental alemana mostraron su preocupación.

El reactor empezó a funcionar a las cuatro de la tarde (hora peninsular española), anunció el ingeniero de guardia, Borís Baranov. Los preparativos empezaron el sábado por la noche, luego se probaron los dos generadores y, finalmente, se conectó el reactor a la red eléctrica ucrania. "Todo marcha perfectamente", aseguró Baranov, quien añadió que el dispositivo, a media tarde de ayer, producía ya energía al ritmo de 150 megawatios por hora. Su capacidad teórica es de 3.200, aunque probablemente no se llegue hasta ese límite.La reapertura de la central, prevista para el pasado febrero, se pospuso varias veces "por motivos técnicos": primero hasta el pasado miércoles, luego hasta el sábado, y después hasta el domingo. La última parada del reactor, el pasado 15 de diciembre, fue para comprobar la refrigeración y la seguridad. Ni siquiera la dirección de Chernóbil, que sostiene que no hay riesgo alguno de accidente, se atreve a asegurar que se ha dejado el reactor como nuevo. De hecho, se considera muy probable que pronto haya que proceder a otra suspensión de sus operaciones para nuevas reparaciones.

Cuatro reactores

La central de Chernóbil tuvo en sus momentos de gloria cuatro reactores en funcionamiento: el fatídico número 4 está cubierto ahora por un inseguro sarcófago de cemento con numerosos escapes que hace que los niveles de radiactividad en la zona estén muy por encima de los aceptables; el número 2 fue clausurado en 1991 tras producirse un incendio; y el número 1 corrió la misma suerte en 1996 en cumplimiento de un acuerdo que prevé el cierre definitivo de la central en el año 2000.El número 3 es, por tanto, el único que todavía puede producir electricidad, suficiente, dicen sus directivos, para abastecer a la región de Kiev, la capital de Ucrania, aunque otras fuentes dicen que sólo supone el 3% de la energía que se consume en el país. El Gobierno acepta cerrar la central, pero pide a cambio que Occidente, y fundamentalmente el Grupo de los Siete, financie otras instalaciones atómicas, en Rovno y Jmelnitski. La factura ascendía inicialmente a 1.300 millones de dólares (unos 200.000 millones de pesetas), aunque un informe en poder de la agencia nuclear europea (Euratom) pronostica un incremento de hasta el 65%. Ucrania se defiende de las acusaciones de chantaje exponiendo sus tremendas dificultades económicas y asegurando que el funcionamiento del reactor número tres no viola ningún compromiso, ya que éste no obliga a cerrar Chernóbil hasta el año 2.000. Sin embargo, se deja intuir la amenaza velada de que si el Grupo de los Siete no afloja la cartera, la central puede seguir funcionando incluso después de entonces.

Los grupos parlamentarios de la coalición rojiverde germana se oponen a apoyar la construcción de esas dos centrales, al considerar que sería un contrasentido financiar esos proyectos mientras se defiende el abandono definitivo de la energía atómica en Alemania. Lo malo es que, si no recibe esa contrapartida, Ucrania continuará muy probablemente utilizando Chernóbil.

Paradójicamente, la principal amenaza que se cierne sobre la actividad de Chernóbil es la de la huelga de sus trabajadores que, como los de las otras cuatro centrales ucranias, protagonizan estos días protestas espectaculares en demanda de que se les abonen sus salarios. La deuda asciende a más de 2.000 millones de pesetas. La cantidad adeudada a los trabajadores parece ridícula si se compara con la que se maneja para reconvertir el sector energético de Ucrania, pero en este país la crisis tiene al Estado en práctica bancarrota.

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